No estoy bien

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Poco a poco salió de su sueño, sintiendo el aroma de las mantas limpias y porosas con las que era arropado. Estaba tibio y cómodo. La luz del día ingresaba bañando hasta la mitad de la habitación, al parecer era cerca del medio día o tal vez un poco más…

Pero esas pequeñas cosas agradables, que lo harían sonreír en otra ocasión, no fueron notadas o no produjeron nada en su interior. Katze no se movió, sólo recorrió con los ojos los alrededores viendo que estaba sólo y notó lo silenciosa que estaba la casa.

Tal vez no había nadie.

Ése pensamiento no lo molestó o inquietó, al contrario, hizo que se sintiera más tranquilo. Cambió la posición de sus piernas y volvió a cerrar los ojos para quedarse dormido nuevamente.

Unos sonidos cercanos hicieron que se despertara. Se sentía desanimado, como si necesitara dormir más.

- Katze, amor mío – era Raoul que lo recibía con una sonrisa en sus labios. Estaba sentando a su lado pero con los pies en el suelo, posicionado cerca a la mesita de noche donde había colocado una bandeja. Ése sonido fue el que lo hizo despertar – ¿Cómo te encuentras? – acarició su cabello colocando algunos mechones detrás de su oreja. Cuando Katze bostezó en vez de contestar, Raoul argumentó – Has dormido un poco más de diez horas, amor; traje algo de comer. Si quieres puedes comer un poco y seguir descansando después.

Movió sus ojos sobre la comida que se exponía con delicadeza en la bandeja cerca de él. Una porción de una fruta amarillenta y jugosa cortada en cubos, una copa de leche y galletas redondas.

- Hola – saludó, sujetando la mano del Blondie con la suya, lo que quería era poder besarle el dorso, aunque fue doloroso mover los dedos. Había olvidado que tenía vendadas las manos. Se quedó en mitad de la acción, pero fue Raoul quien bajó su boca para besarle la frente.

- ¿Cómo te encuentras?

- Estoy cansado – respondió mirando a Raoul, buscando en su rostro la facilidad de desentrañar lo que sentía. Era la verdad, estaba cansado, pero venía incluida con más palabras… Katze suspiró cerrando los ojos, era complicado de explicar o entender lo que sucedía.

Tenía una presión en el pecho, parecía un pesado yunque que constreñía su respiración y lo obligaba a mantener ésta horizontalidad.

Angustia, pena, tristeza.

Físicamente cansado, no estaba. Pero la energía se le escapaba en cada pensamiento. Le faltaba la voluntad para sentarse, comer o completar cualquier acción.

La completa falta de energía, también podía entenderse como todo lo contrario: Katze estaba lleno de energía negativa, que fue reunida por los intensos momentos de la noche anterior.

Llegar a la deducción de su estado mental, conocer la gran pérdida de sus amigos y exponer sus miedos… era desalentador.

La crisis que tuvo, lo asustaba y que fuera presenciada por Uri, lo agravaba. Sabía que Raoul había visto escenarios peores con él como protagonista, pero eso no quitaba la vergüenza de imaginar el espectáculo que hizo.

Había expresado toda la locura neurótica que llevaba por dentro.

Reconocía que fue un paso importante tener el valor de contarle a Raoul qué le producía la comida y los recuerdos asociados, pero ahora… Sentía tanto desagrado por sí mismo por todo lo que era, que le resultaba insoportable.

- Mi amor, sé que ha sido una noche difícil ¿Quieres que te ayude a comer? – Raoul insistió en el tema de su alimentación, demasiadas horas con el estómago vacío, podían derivar en una descompensación que lo harían sentir enfermo.

Todo por míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora