Sí se trata de Den. Primera Parte.

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Gota tras gota, la fuerza de la gravedad actuaba implacable, aún con lo más pequeño.
Su impacto rompía el silencio, profundo, asentado, como si nadie estuviera ahí, con los ojos entrecerrados y la cabeza gacha, de pie y quieto. Estático, pero no tranquilo, no en paz.
Sólo su mano se movió hace un momento, girando la perilla y terminando con el chorro de agua. Decidió meterse bajo el agua fría, no lo hacía por algún objetivo extraño, sólo para continuar como un autómata con sus deberes, respirando, porque está en automático.
Él estaba en automático.
Funcionando.
Pero, definitivamente no era consciente de que podía sentir algo.
Otra gota cayó de su cabello en la acumulación del agua quieta bajo sus pies y las suaves ondas se alejaron de su centro en un movimiento coordinado, casi danzante.
Una más y otra.
Tenía la mirada fija en el punto exacto donde la pequeña acumulación de agua atravesaba la barrera y se mezclaba. Se fundía con el resto en un anonimato de gotas juntas.
El agua se ondulaba y formaba círculos que se alejaron y desplazaron hasta perderse.
Parpadeó.
Y ya no podía ver lo que sucedía. Las lágrimas caían de sus ojos.
Tomó una toalla con un movimiento conocido y se secó el cuerpo, eficientemente sin perder tiempo. No intentó secarse las lágrimas como una forma de ignorar su causa.
Siempre pasaba. Quedaba atrás. Aún si dolía o se espantaba. Tenía que continuar.
Se miró en el espejo, no a su cara, verificó que su ropa estuviera pulcra y en un instante con los ojos sobre sí mismo, enderezó los hombros.
Se convenció y sí, podía continuar.
Siempre lo hizo, aún cuando tuvo atravesado desde la garganta, hasta la punta de los dedos de las manos, el miedo real de lo irreal.
“- Prepara esto.
- ¿Puedo preguntar cómo lo desea, Maestro? – recordaba su propia voz, cautelosa, pero firme. Quería dar una buena impresión, después de todo era su primer día siendo mueble del Primero.
- No es para mí. Cocina algo rápido, que sea con toda la carne que está aquí como principal ingrediente y  sírvela en un solo plato.
Mucha carne y se veía extraña, se preguntó de qué será. No podía preguntar.
Cumplió y lo hizo bien”.
Se agitó, se amarró un nudo en el estómago. Quería llorar otra vez pero no lo hizo. De pie frente al espejo no se permitió entregarse al grito ahogado de su pecho. Sólo respiró, cerró los ojos. Alejando de él, el recuerdo de la precisa mano de Iason Mink en su cuello, impidiendo que ingresara el aire pero no lo suficiente.
El recuerdo del dolor físico trajo otra vez su voz y las imágenes.
“- Entra y deja la comida cerca de su cabeza, sobre la cama. No necesitará esto – Iason levantó la cuchara de la bandeja y deslizó una puerta.
Su Maestro no se fue, se quedó cerca a la entrada. La orden era sencilla, ingresó cuidando sus pasos y la formalidad de su postura…
Al levantar la mirada… su corazón latió dolorosamente.
Sus ojos analizaron lo que veía, en los pocos segundos que vio lo que había en la cama y la cama y todo…
Se asustó, por supuesto que se asustó, esa persona estaba herida y se veía muy enferma y mal.
¿Qué le sucedió? ¿Su Maestro lo hizo?
Aún con la bandeja en la mano, sintió que temblaba por los hombros, pensó que debía hablar… un plato de comida sustanciosa no era suficiente para ser de ayuda, necesitaba identificar la herida que produjo la pérdida de sangre, revisarlo a fondo, administrar medicamentos y cambiar de ambiente.
- Cumple mi orden.
Al parecer, su Maestro leyó su mente y lo descartó. Pero estaba demasiado conmocionado para moverse y cumplir.
Entonces, Iason Mink se acercó y con irónica elegancia de movimientos suaves, lo tomó por el cuello y apretando los dedos, le dijo:
- Su nombre es Katze, mi anterior mueble y, esa carne que cocinaste era Cal, el mueble que decidió ir en mi contra para ayudarlo. Si alguno de tus actos contradice mi orden, serás el siguiente. Ahora, deja la comida y vete.
La comida que preparó, el plato que sostenía, era carne humana.
No sabía si hizo alguna mueca que delatara todas las emociones que patearon su cerebro. No fue asco, no eran nauseas.
Horror.
Pánico.
Iason lo soltó, pero no habría un segundo agarre que terminara con él de pie.
Caminó tres pasos más, a través del mareo que desdibujó los alrededores pero no a la persona en la cama y, le dejó el plato”.  
Los recuerdos eran extraños. Ahora, no lograba recordar cómo salió de la habitación o qué hizo después de conocer los detalles de la escabrosa orden que cumplió. Si lo pensaba un poco, esa fue la primera noche que se acostó en la pequeña cama de su habitación y se percató que su mente estaba sumida en una neblina espesa y oscura, como una fuerza paralizante que lo dominaba, y le arrebataba cualquier posibilidad de sentir algo más que sólo ansiedad. La neblina era el temor y el miedo, la impotencia abrumadora de no ser capaz de hacer nada.
Den prefería reemplazar los recuerdos, escogiendo traer a su mente la voz de Katze, cuando era autoritario con él, cuando lo criticaba por cómo ataba los cordones de las cortinas o cuando la comida no le gustaba. Se agarraba a esos momentos, aunque a menudo sentía que estaba atrapado en la habitación, con Katze.
Puede que físicamente salieran de esas paredes, pero Den, constantemente, es transportado de vuelta, reviviendo y lastimándose con su propia inutilidad.
Era mejor que Katze fuera malo con él, porque cuando importó, no fue de ayuda.
“Todo lo contrario. Katze delirante y enfermo, salió de su letargo después de comer y estaba drogado. No lo ve a él, pareciera que no lo nota, sólo fijó la mirada en el androide médico que lo estaba castrando.
Den no entendió.
Su Maestro dijo que era un mueble, pero la duda es ridícula y apenas duró en su cabeza. Estaba siendo de ayuda a un androide mientras cortaba a Katze, y no sabe si llorar porque Katze sobrevivió o porque no sabe lo que recientemente comió.
Su incapacidad para entender el porqué su perfecto maestro, creación de Júpiter y el líder del planeta, tendría algo así en su casa, lo aturdía lo suficiente pero no impedía que sintiera una profunda pena y tristeza por el desafortunado Katze que, postrado en la cama, fue atendido de manera superficial. Una bolsa de sangre ingresaba por un suero y hay más medicamentos, pero no cambiaron el colchón sucio… Con un escalofrío, Den comprendió que sólo era atendido para prolongar su sufrimiento.
Katze nunca se desmayó, a pesar de las quejas cuando todas las heridas fueron cerradas. En un momento, tomó su mano, Katze lo atrapó y buscó consuelo mientras lo apretaba. Den lo dejó hacerlo, era lo mínimo que podía”.
Los recuerdos se volvieron traicioneros y no podía evocar a su memoria lo que sucedió después, estaba oscurecido.
“Lo siguiente fue verse a sí mismo de pie, detrás de su Maestro, esperando que solicitara alguna de sus atenciones. Silencioso y con la respiración lenta, sólo la mano de Iason se movía mientras bebía su vino del mismo color de la sangre.
Parecía que su Maestro estaba de buen humor, se lo decía la expresión de sus labios, ligeramente curvados por un extremo. No podía cuestionar, pero Den se preguntaba cómo observaba con satisfacción lo que había en la pantalla.
Si lo único que Den deseaba era dejar de ser parte de esto.
- Te amo, te amo, Katze.
- Yo también te amo.
Raoul Am acababa de llegar al ático, cargando un maletín pesado. Ambos Blondies fueron a la habitación de Katze y solo uno entró.
Den podía observar desde las cámaras, igual que su Maestro.
Tragó grueso por su garganta cerrada un par de veces para evitar que las lágrimas salieran de sus ojos. No podía preguntar, menos quejarse o demostrar lo desagradable y horrible que era entender la razón de porqué Katze estaba encerrado y siendo torturado.
Raoul Am e Iason Mink, dos Blondies del mismo estatus y categoría. Tan implacables en su reputación como ningún otro, pero delante de los ojos de Den se formaron los dos paralelos del contraste. Luz y oscuridad. El cielo y el infierno.
- ¿Hay más comida? ¿Por favor?
- Sí mi vida, te la daré en un momento, si comes todo de golpe puede caerte mal.
- Tienes razón, me siento mejor.
- Lo sé, mi amor.
- Te estaré viendo por las cámaras, Iason no podrá lastimarte más.
- Gracias por venir a curarme. Ésta es nuestra despedida.
- Lograré sacarte de aquí amor, te lo prometo.
Las atenciones, el paseo de sus manos brindando consuelo y protección. El beso depositado sobre su frente y los labios secos. La expresión triste y desolada de los hermosos ojos verdes”.
Den sintió que perdió el aire al entenderlo… de alguna forma existía una historia de amor entre un Blondie de alto rango y un ex mueble. Su vínculo era usado para presionar a Raoul Am para que curara a Riki.
Antes de irse, Raoul le dio indicaciones de cómo debía ser la preparación de cada comida, tres veces al día y que debía prestar atención a la calidad de los nutrientes en cada ingrediente. Den pudo ver de cerca, mientras escuchaba las órdenes, el matiz abatido en los ojos verdes, tan vívido… tan diferente a Iason Mink.
Katze estaba durmiendo. Al despertar, solo y con la cama fría, lloró por mucho tiempo. Den lo vio por las cámaras, conmocionado y triste. Completamente afectado como para pensar en sí mismo y lo que estaba sintiendo.
Lo difícil que es permanecer encerrado y torturado, cada hecho violento vivido por Katze, lo desfiguraba todo dentro de Den.
Hubo muchas veces que Den se encontraba asfixiándose por su garganta cerrada; no podía permitir que el dolor de su pecho se transformara en lágrimas.
Soportar y aguantar…
Aún cuando, con completo dolor, miraba a  Katze llorando horas contra el colchón.
Incapaz de ser de ayuda. Por mínimo que fuera.
Den se acostaba mirando al amplio techo blanco de su pequeña habitación y… nada. A veces dormía y, la mayor parte de las noches, no.
A veces comía y otras, no.
Como si fuera una extensión de Iason Mink, su instrumento que colaboraba cada día a cumplir sus órdenes, Den se perdió.
Tragado por el miedo y la conmoción.
“Por toda la pena y dolor, sentía que preferiría morir; se cubrió la boca con sus manos para impedir que su llanto se escuchara, de pie detrás de la puerta, cuando Iason Mink no estaba cerca, pero sí en la habitación de Katze.
Y Katze gritaba”.

Sus pensamientos dieron un salto, era confuso acomodarlos en una línea temporal. Pero viajaron a la noche que Iason le ordenó que debía esperar la entrega de una mascota en el ático.
“Cuando la recibió, pensó que tendría que asustarse, pensó que tendría que tener miedo… los tentáculos y la atemorizante forma de su cuerpo… Con una quimera alienígena delante de él, su piel se erizó por completo, pero sólo se hizo cargo, sin dudar. Por un momento consideró que tener a una mascota podría ser algo bueno e, Iason Mink olvidaría su malsana obsesión con Katze.
- Tienes que rociar el espray en todo el cuerpo. Si lo pones únicamente en los genitales, la quimera se excederá y la otra mascota sufrirá un gran dolor por la brutalidad.
- Esta bien. Gracias por explicármelo.
- Hay que preparar muy bien con lubricante a la víctima de la quimera, para que no sufra mucho… aunque… es el objetivo del espectáculo…
Se encontraba en una presentación de mascotas, con fastidio y sin motivación, su Maestro dijo que debía asistir con la quimera como parte de los protocolos.
Otro mueble, de aspecto algo mayor, le acababa de dar instrucciones antes de que iniciara el espectáculo; detrás de bambalinas prepararon a las mascotas. Den se aseguró de rociar con el espray de feromonas desde la cabeza hasta los pies.
No se imaginaba que aquel conocimiento lo tendría que usar en Katze un tiempo después.
Por supuesto, lo peor sucedió y Raoul Am fue corregido después del corto tiempo que se permitieron las atenciones a Katze.
Den se dio cuenta con horror del hecho, su Maestro llegó furioso al ático y sin detenerse en su acelerado paso, fue hasta la habitación del fondo.
Katze no tardó en empezar a gritar y continuó así por largo tiempo más…”
Den no quería seguir recordando, se cubrió la cabeza con ambos brazos y se entregó al llanto.
El tiempo pasó. Ya no estaban bajo el mando de Iason. Pero todavía dolía.
Los hombros le temblaron y su pecho se agitó por el impulso contenido de llorar con más fuerza. Por las señales, reconoció que estaba a punto de entrar en pánico, hace mucho tiempo atrás que no sufría un ataque.
El conocimiento, la primera vez que lo entendió y el hecho ocurrió, fue… repulsivo, escabroso… Iason Mink estaba atacando a Katze sexualmente.
Con los recuerdos a flor de piel se desesperó y movió los brazos como si se hundiera en el agua. Agarrándose la garganta forzó su respiración. Intentó hacerlo con fuerza.
Tocaron la puerta de su habitación, dos nudillos suavemente. Reconoció el estilo de Uri de inmediato. Se limpió las lágrimas con rapidez.
- Saldré en un momento.
Su voz sonó convincente, pero Uri era lo suficientemente independiente y con iniciativa como para no escuchar lo que le dijo y hacer lo que creía que era mejor. Uri era así, siempre actuando con ese desplazamiento de amabilidad desinteresada.
Ingresó a su habitación.
- ¿Te sientes bien? Ha sido una mala noche.
- Sí. Por favor, no te preocupes – al igual que Katze, Den también aprendió a mantener la calma exterior y responder apropiadamente para no alarmar a nadie.
Los ojos de Uri examinaron su cabello húmedo y su ropa pulcra. La falta de alguna expresión en su rostro, aunque podría asegurar que sus ojos estaban hinchados.
- No pasa nada si no te sientes bien. No quiero que te sobre esfuerces. Puedes tomarte el resto de la noche, se lo explicaré al Maestro… es una lástima que ahora mismo esté tan ocupado, pero ten por seguro que lo sucedido esta noche, no se volverá a repetir.
Uri colocó su mano sobre un hombro, brindando apoyo.
- ¿No se volverá a repetir?
La voz de Den era cautelosa.
- El Maestro habló con Katze sobre su reacción y enojo contigo, le dijo seriamente que no lo volviera a hacer.
Como respuesta, Den no mostró asombro o la formación de alguna emoción en su interior. Se limitó a asentir.
De alguna forma, lamentaba que Raoul Am tuviera que interferir entre Katze y él.
Porque Raoul podría amar a Katze con mucha fuerza y demostrarlo de muchas maneras, y por eso permitía que Katze lo tratara mal antes, porque lo justificaba y disculpaba. Ahora que parecía haberse salido de control, intentaba ponerle freno.
Den no quería que interviniera.
Katze tenía motivos para odiarlo.
Delante de sus ojos, y muchas veces por su mano, el suplicio de Katze daba inicio.
Él ingresaba con la comida que parecía basura.
Él, sólo ingresaba una vez al día con la maldita comida basura que no era suficiente, más que para escarbar mas hondo dentro de su estómago.
Conducía a Guy hasta la habitación y mientras sucedía el sexo entre ellos, Den estaba ahí, la mayor parte de las veces, sí. Y otras se quedaba en el pasillo, esperando que terminara.
Katze lo odiaba, razones, sobraban.
- Gracias por contarme que el maestro habló con Katze. Saldré en un momento, no quiero tomarme la noche libre.
Cerró la puerta detrás de Uri que acababa de salir. Apoyó la frente en el concreto. Cerrando los ojos, apretó los dientes y lloró.
No estaba seguro si un día podría estar realmente tranquilo, si podría perdonarse a sí mismo lo que le hizo a Katze.
Si Katze no lo perdonaba nunca… él no merecía algo mejor de lo que recibió esta noche.
Además, estaban los hechos imperdonables.
Den no podía ver por su ojos llenos de lágrimas, pero sus recuerdos eran nítidos.
“Presenció la orden de Iason a la quimera: - Tortúralo por largo tiempo, espero brindes un espectáculo decente y no me decepciones. La única regla es que no lo rompas, no quiero ver sangre.
Incluso una criatura indescriptible, de diez tentáculos, le debía obediencia a un Blondie. Cruzaron el resto del pasillo en silencio y sin más, atravesaron la entrada al infierno.
A Den se le encogió aún más el estómago, Katze empezó a gritar de miedo apenas vio quienes se acercaban.
Con un sabor picante en la boca, parecido a bilis, Den no quería mirar a su Maestro, que de pie en el extremo opuesto empezó a tocarse. Den sólo miraba sus pies, sólo deseaba que fuera rápido aunque sabía que no sería así.
En sus zapatos de color blanco se proyectó la sombra de uno de los tentáculos, podía ver cómo se enrollaron en una pierna de Katze, alzándolo en el aire, luego fue sujeto por ambos brazos y la otra pierna para contorsionarlo en una posición incómoda y vulnerable. Fue puesto boca abajo, suspendido en el aire, con los brazos detrás de la espalda y las piernas flexionadas contra su estómago, pero dejando espacio para que los tentáculos se movieran sobre su ingle mutilada, perforando su uretra y, obviamente, dentro de su ano.
Den era tan invisible como podría ser, no había nada que hacer, excepto esperar alguna orden. No fue despedido… y debía callar, incluso la ansiedad que aceleraba su corazón, su cuerpo no podía permanecer inmune al sufrimiento que presenciaba. 
Sin quererlo, cuando el llanto que hacía eco en las paredes se escuchaba más fuerte, una especie de imán le levantó el rostro… Y miró a Katze directamente. Por la restricción de los tentáculos, estaba colgando muy cerca de él.
En los ojos que eran de color miel, el sufrimiento lo decoloró a un tono indeterminado, no es posible saber, Den no pensó en eso. Katze, entre algunos mechones sucios de sus cabellos rojos que caían sobre su rostro, y la posición esforzada de su cuello, de verdad lo estaba mirando...
Ésta era, probablemente, la primera vez que hacían contacto visual.
Y Katze lo hizo con súplica.
Pidiendo su ayuda.
En un ruego silencioso.
Por segundos que fueron infinitos, Den contuvo el aire.
La intensidad de su petición marcó sus latidos.
Para después, desviar la mirada.
Prefirió mirar a la pared.
Sabía que Katze cerraba los ojos con fuerza, dejando caer más lágrimas y renovó los gritos contenidos por su boca penetrada por tentáculos”.
Den recordaba los conceptos que emergieron desde las sombras de sus pensamientos para calificarse a sí mismo. Esa noche, apenas llegó a su habitación, se sintió enfermo por lo que hizo.
Sabía porqué Katze lo odiaba. Probablemente, no hubo forma que él fuera de ayuda con Iason Mink estando tan cerca. Pero sí que existieron métodos que rehusó usar para terminar el encierro de Katze. Nunca sabría si Katze lo esperaba de él o lo hubiera aceptado, pero ponerle veneno en la poca comida que le daba, era algo que sí podía hacer.
Supo que Katze buscaba morir cuándo se lo pidió a Guy. Y Guy, mostrando el valor que lo caracterizaba, intentó asfixiar a Katze ¿Sabía las consecuencias? Probablemente, sí. Den también pagó su silencio. No decir nada a Iason sobre los planes de Katze y Guy valieron unos duros golpes que recibió como castigo. El miedo que la siguiente vez le arrancaría las orejas, caló en su huesos. No dudaba que Iason Min sí era capaz de eso.
Pero no reveló los planes por una especie de complicidad, simplemente, le temía a Iason lo suficiente como para no querer sumar a sus pupilas la imagen del castigo que les daría a Guy y a Katze por su osadía.
Error.
“Con el alma en vilo e intentando no temblar de las piernas al caminar, Den siguió a Iason que se llevó a Guy arrastrando hasta la habitación contigua.
Ambos estaban lo suficientemente enojados como para guardarse sus palabras, y pronto Guy las reemplazó por desgarradores gritos sacados desde sus entrañas… pero la mente de Den se cerró a esos estímulos. Quizá, fue una forma de escudo que usó su mente para mantenerse en funcionamiento, pero no escuchó nada más que el pitido proveniente de sus tímpanos. Su corazón, también estaba acelerado y trepidante. Sabía que si levantaba el rostro no iría a aguantar presenciar mas crueldad, ¿iba a desmayarse? Prefirió mirar sus zapatos cuando Iason, con premeditación de causa, rompió metódicamente el brazo de Guy.
Antes de irse, Iason le ordenó limpiar a Guy del exceso de sangre qué salía de su boca y tratara las heridas que eran la piel rota en varias partes de su cuerpo,…”.
Den parpadeó lentamente, por alguna razón, el espacio que seguía estaba oscurecido.
Pantanoso.
“Quizá porque fue un día para odiarse más a sí mismo. Sabía que al salir de la habitación de Guy, sería castigado y porque escuchaba la voz de Katze a través de la pared. Buscaba a Guy… preocupado. Triste. Y Guy, en un delirio adolorido, le respondía con jadeos suaves. Era imposible que Katze lo escuchara.
Den, al menos por unos instantes, concentrado en su labor, hizo algo por Guy qué también deseaba hacer por Katze. Lo consoló. Le quitó los rastros de daño del cuerpo. Procuró cuidados y dejó palabras suaves. Sentía una profunda lastima por Guy. Nunca antes había hablado con él, entre muchas otras cosas, porque le temía. Entendía que, desde la perspectiva de Guy, él era un enemigo.
Pero ahora, tan lastimado como estaba, lo curó con eficiencia y sin miedo… solo con una arraigada pena en el pecho.
Sin embargo, a pesar de todos sus sentimientos y presenciar el martirio de ambos, él fue tan cobarde como para no tener iniciativa propia y continuó siguiendo órdenes.
Katze hacía bien en odiarlo, no merecía nada mejor.
Sobretodo porqué, Katze, en medio de la tortura, pidió más de una vez su ayuda. Siempre con los ojos fijos en él.
Y Den… más de una vez, eligió mirar a la pared.
Paralizado por el miedo a Iason Mink, Den desvío la mirada mientras Katze sólo podía buscar su ayuda con sus ojos llenos de lágrimas.
Apartar la mirada, mientras Katze sufría era, quizá, lo peor que hizo en la vida.
Transformándolo en algo tan detestable como Iason.
Algo y no alguien.
Una herramienta que sólo cumplía órdenes.
Por todo lo sufrido, sus pensamientos retrocedieron en el tiempo para reconocer que fue, incluso antes que Guy llegara al ático, cuando lo desnudó y bañó mientras estaba inconsciente, siguiendo las instrucciones de su Maestro. Nada más que eso. Den ya no tenía ideas propias en la cabeza. Todas eran un eco de la voz de orden de Iason y el automático estaba en funcionamiento.
Guy…
Era otra víctima de Iason. Utilizado como otra herramienta para provocar daño.
Extrañamente, Katze parecía flotar hacia Guy cuando no estaba drogado y atacándolo sexualmente. Como atraído por su fuerza gravitacional, Katze buscaba cualquier contacto humano y ambos, conversaban por horas extendidas a través de la pared.
El cambio de Guy fue evidente también. Durante el tiempo que duró su encierro pasó de ser desdeñoso e hiriente con Katze a mostrar compasión. Lamentablemente, durante los últimos días que Guy estuvo en el ático no se hablaron más con Katze. Den lo sabía, habían discutido.
Pero antes de eso, los diversos y aterradores traumas que guardaba Katze con relación a la comida, sin duda, también se debían a las innumerables veces que comía mientras Guy estaba encima y dentro de él.
Guy, que había ablandado su corazón, le llevaba parte de su porción… Iason nunca dijo nada al respecto o tal vez no le importaba. Den aprovechó la oportunidad de aumentar la comida de Guy. Sabía que no podría hacer lo mismo por Katze. Eso sí era algo que Iason verificaba.
Con algunos gimoteos entrecortados, Den se convenció mentalmente que había terminado de llorar, que fue suficiente por hoy. Se lavó la cara y compuso su ropa. Pensar en Guy y su vínculo con Katze siempre lo ayudaba a regularse.
Entender el coraje que tuvo Guy, al intentar asesinar a Iason Mink, ayudaba a completar el rompecabezas que era toda la situación… aún si terminaba siendo un rompecabezas desfigurado y horrendo.
Guy… deseaba preguntar por él. Pero como muchas otras cosas, no tenía el coraje para hacerlo.
“Katze estaba de rodillas en el suelo, tenía una veta de sangre fluyendo lentamente por el camino de su mejilla desde la sien derecha. Solía abrirse la piel después de golpearse repetidamente la cabeza contra la pared. Iason se acercó y él, se quedó bajo el marco de la puerta.
Era extraño, supuso que vio las señales cuando Katze miraba con atención a los labios de Iason y parecía no entender lo que le decía, o porqué ya no habló con Guy antes que éste abandonara el ático… Fue mucho después que comprendió que Katze había quedado sordo. Iason nunca se dio cuenta. Y como no reaccionaba a las palabras de Iason, mostraba su antebrazo izquierdo. Tenía escrito: “¿Guy?”.
Iason nunca respondió a la muda pregunta y continuó en sus asuntos. Guy se había ido de la manera mas trágica. E Iason parecía alterado cada vez que ingresaba a la sucia habitación de Katze. Buscaba algo, frustrado. Como quien buscaba algo en una habitación oscura.
Katze parecía un medio para conseguirlo. Y el sexo, la tortura sexual, el método indicado”.
Den agitó la cabeza con fuerza, de izquierda a derecha, varias veces, era demasiado para su exhausto corazón recordar la segunda vez que Iason usó a la quimera para violar a Katze y también él mismo intentó lograr algo, cuando de forma inhumana, también lo violó. Sus gritos, su desesperación, todavía lo calaban en el fondo de sus tímpanos.
Los días que parecían lejanos, abrazaron su alma con frías espinas que se aferraron a él.
Dolía, pero sabía que no podía detenerse a sentir.
De todas formas, lo que sentía no importaba.
Sabía que no hacía los deberes de la casa de manera convencional, pero algunas manías que adquirió cuando era mueble de Iason, lo ayudaron a sobrevivir.
En los largos días, interminables y dolorosos, Den tenía una obsesión, venía con las únicas, claras y nítidas palabras que le susurraba su subconsciente: “Ya será hora”.
Una vez al día, sólo una, le era permitido ingresar a la habitación de Katze para dejar la comida o alimentarlo. La orden era asegurarse que comiera una vez al día.
Una vez al día.
El resto de las horas, no tenía tareas suficientes para mantenerse ocupado.
Apretando botones y vigilando el funcionamiento de algunos aparatos, Den sólo pensaba en lo único que quería hacer… ser de ayuda a Katze al asegurarse que comiera.
Sentado en mitad del lujo del último piso y su increíble paisaje por las ventanas, Den vivía con la espalda rígida y nauseas en la boca del estómago.
Un día se encontró reemplazando a los aparatos, usó sus manos para realizar las tareas de la casa. Tardó mucho tiempo para lograr un buen resultado, y se mantuvo ocupado y fue mejor para él.
Para no enloquecer.
Cualquier cosa antes que sentir que se rompía desde dentro por la presión.
Al escuchar la voz de Katze en el salón, Den cerró los ojos unos momentos. Tomando aire para controlarse y lograr realizar sus deberes del resto de la noche sin molestar más a nadie.
Katze lo odiaba. Era algo predecible.
Den lo sabía.
Pero, realmente sentía que era de ayuda cuando, poco a poco y como un milagro, Raoul Am cambió el propósito de sus vidas.
Apareció un día cuando se acercaba el anochecer, Raoul entró a su habitación de hospital, cuando se recuperaba de la puñalada que le perforó el estómago. Todos, por todos lados dejaban correr la noticia de que Iason había muerto y se hablaban de las fechorías que había cometido. Por su parte, sabía que Júpiter accedió a su memoria y él, Den, esperaba conocer su destino. Que fuera la recicladora de órganos no le producía ninguna emoción por dentro. Ni siquiera tranquilidad.
Pero Raoul le dijo que había mostrado coraje por ayudar a Katze y que si lo deseaba, podía ser su mueble.
Una nueva oportunidad.
Raoul Am cambió la dirección de sus pensamientos e hizo posible imaginar que, Iason nunca existió.
Que Katze un día despertaría de su sueño y los notaría.
Trasladar a Katze desde la clínica hasta la residencia de Raoul, en Apathy, fue su primer gran reto. Hacerlo mientras estaba inconsciente era la opción más sencilla pero no la más conveniente. Raoul quería que Katze notara el cambio, que se percatara que había salido del encierro y otra era su realidad.
Fue la primera vez que Katze prefirió tomar su mano mientras la silla deslizante lo trasladaba. Las esperanzas de su Maestro y de él murieron, además de aquel gesto, Katze no se dio cuenta de nada.
“- Uri y Katze eran cercanos antes que esto comenzara. No quisiera que Uri viera así a Katze…
Raoul Am presionó el puente de su nariz en una muestra de su frustración. Den entendía, era estresante no poder contar con más ayuda, su actual y amable Maestro solicitó la colaboración de un mueble de la edad de Uri, estuvo en casa por varias semanas haciéndose cargo de los deberes de la casa y la preparación de la comida, pero su presencia cerca de Katze era rechazada sin importar si era para una interacción simple, como compartir la mesa.
Buscar ayuda era imperante, Den no podía hacerse cargo de cuidar a Katze, mantener la casa y cubrir los deberes con su Maestro.
Especialmente porque Katze no dormía en horarios convencionales y por largos periodos de tiempo. En consecuencia, Den lo acompañaba en su desvelo, a veces por más de tres noches seguidas.
Den estaba exhausto.
Katze, con la mente confundida, actuaba como si todavía estuviera encerrado. Impresionado por los últimos acontecimientos, creía que no escuchaba, que no podía ver y tampoco hablar.
Sólo Den podía acercarse sin que fuera un peligro para Katze y provocarle un ataque de pánico o ansiedad.
El mueble que los ayudaba sabía que no debía acercarse o dejarse notar por Katze.
Raoul Am también podía acercarse en algunas circunstancias y bajo determinadas condiciones. Pero Katze no reconocía quién era él.
Las primeras semanas los ataques de pánico provocados por la presencia de Raoul fueron devastadores, también por algunas texturas de la comida o estímulos inexplicables para ellos. Era lamentable que tardaran en comprender los factores que desataban tales conductas en Katze, pero poco a poco aprendieron que Raoul no debía vestir de blanco (el color de Iason) y que era mejor acercarse mientras le hablaba, o llevaba algún plato de meriendas con él. Entonces, se sentaban en la cama y comían juntos.
Den intentaba que saliera de la habitación, guiado por el agarre de sus manos, pero Katze se quedaba bajo el marco de la puerta. Raoul no se atrevía a tomarlo en brazos y sacarlo. Temía estresarlo demasiado.
- En verdad espero que puedas perdonarme, Katze – dijo Den, abatido por sus recuerdos dolorosos e impulsado por la terapia psicológica que recibía de su Maestro. Aún si no obtenía una respuesta, esperaba que Katze comprendiera lo que significaba y que estaba siendo honesto – Cuando me pediste ayuda… no te estaba ignorando… yo no podía…
Su voz se quebró y lloró, era fácil romper en llanto después de su sesión de terapia.
- Perdón…
Den le aplicaba una crema terapéutica en el pie que fue lastimado por Iason, no quedaban rastros del daño, pero tal vez le dolía a Katze y por eso cojeaba.
Katze miraba por la ventana, perdido en su mente. Los dos estaban sentados en la cama frente a frente, cuando comenzó a hablar.
Intentaba no gimotear, y se cubrió la boca para no inquietar a Katze.
Pero, de alguna forma, el consuelo llegó, fue inesperado. Era la primera vez que sucedía, Katze dirigió su mano desde su regazo hasta el hombro de Den y la posó ahí.
Katze no lo miraba, incluso parecía un error, pero Den, sorprendido y conmovido, sonrió y continuó con la conversación.
Den recordaba que, algún tiempo después, un día cuando ayudaba a Katze a ponerse una bata de baño, acababa de darse un baño y debía secarse el cabello y peinarse, lo guió por la mano hasta que Katze se sentara frente al espejo de la habitación.
Siempre esperaba el momento que Katze hiciera contacto con la realidad, Raoul le dijo que por los medicamentos y la terapia, podría suceder en cualquier instante.
En esa ocasión, Den notó que Katze se miraba con atención en el espejo, se tocó los ojos, se miró la boca, pasó sus dedos entre sus mechones de cabello…
Pero perdió el interés pronto.
- Toma. Es el peine.
Den se lo alcanzó, y Katze lo tomó de sus manos.
- ¿Qué te gustaría comer ésta noche? Sé que no te gusta que prepare sopas, pero te hacen muy bien…
Cuando terminó de pasar algunas veces el peine por sus cabellos rojos, Katze se levantó y caminó cojeando, guiándose con una mano en la pared. Den lo siguió, mientras hablaba del posible menú para la cena, pareciera que hablaba solo, pero estuvieron por mucho tiempo en silencio como para preocuparse.
Katze buscó abrir los cajones del armario que tenía cerca a su cama. Pero Raoul opinaba que era mejor mantenerlos cerrados con cerrojo, para evitar otros incidentes que eran difíciles de mencionar…
- ¿Quieres seguir armando rompecabezas? – intentó adivinar Den.
Al introducir el código la cerradura se deslizó.
En vez de la caja de piezas, tomó un libro y se sentó en la cama para leer.
Den guardó silencio mientras duraba la lectura, pero no se fue, no podría aunque quisiera.
A veces parecía que Katze lo ignoraba, pero también interactuaban en silencio. Como cuando buscaba la mano de Den y no la soltaba. La tomaba cuando leía y comía, a veces no lo dejaba ir, hasta que se quedaba dormido.
Den no se atrevía a tocarlo, solo la mano, pero cuando Katze lloraba horas interminables mirando la pared, parecía que acariciar su espalda o la cabeza, lo ayudaba a calmarse. También solía abrazarlo por los hombros cuando atravesaba una difícil crisis de ansiedad.
Un día en particular, Katze siguió a Den afuera de la habitación, fue la primera vez que salía de ahí…
Fue un avance inspirador, no era el mismo Katze de mirada perdida o pensamiento indescifrable; en cambio, su mirada recorrió los alrededores del salón con interés.  
Den se sorprendió, no sabía cómo actuar, era completamente inesperado. Temía que cualquier pasó en falso pudiera hacer retroceder a Katze.
- Me alegra que salieras, Katze. Mira, éste lugar podría gustarte mucho.
Den sabía que frente a los grandes ventanales del salón, especialmente por la tarde, ingresaba la luz del sol y era agradable calentarse mientras se observaba el bello paisaje del jardín.
Katze caminó cuando Den lo tomó de la mano y recorrieron el salón.
Cuando Raoul llegó a casa, lo podía creer, Den le avisó del maravilloso avance y lo había visto por las cámaras, pero frente a sus ojos estaba Katze.
Era una victoria que decidiera salir de la habitación, que comiera mirando por la amplia ventana, una victoria algo triste… porque los avances eran lentos, y aún faltaba mucho, pero finalmente sucedió.
- Katze, estoy feliz de verte aquí.
Raoul hablaba con cautela y a una distancia prudente, sabía que podía quebrar la quietud de Katze con bastante facilidad.
Katze se estremeció visiblemente como sucedía cada vez que le hablaba. Se giró para mirar a Raoul, aunque no hacía contacto visual. Cuando regresó su atención a la ventana, el Blondie se acercó hasta quedarse a su lado.
Tal vez no observaban lo mismo, pero estaban de pie y juntos. Den sentía la paz en el aire. La calidez del ambiente se sentía aún si Den no se diera cuenta, que en realidad, estaba sonriendo.
La gentil mano de Raoul se posaba con naturalidad en los hombros de Katze y se estrecharon un poco más.
- ¿Recuerdas la noche cuando se manchó mi suéter durante la cena de nuestro aniversario? Fue una suerte que estuviéramos en tu casa – Raoul había comenzado a hablar y soltó una pequeña risita – ¿Lo recuerdas? Me prestaste tu suéter negro de cuello alto… Era el más grande que tenías. Es bueno que seamos de talla parecida… Sabes, me di cuenta que nunca te lo devolví y tú tampoco me diste mi ropa. De hecho, lo guardé muy bien para conservar tu olor.
Den se alejó por el pasillo para darles un poco de privacidad y no escuchó el resto del monólogo. Sabía que su Maestro era cariñoso y atento con Katze, que fuera de esa forma romántica, aún si no lo entendía por completo, lo hacía feliz.
Eran tiempos buenos, Den lo sabía, Katze  progresaba rápidamente. Ya no era necesario usar ropa tan abrigada porque Katze podía conservar su calor corporal cuando comenzó a alimentarse mejor y subió de peso. Al mismo tiempo, ya no lo ayudaba con cosas menores como el momento de ponerse o cambiarse la ropa. Katze, que por mucho tiempo había permanecido, en contra de su voluntad, desnudo, ahora entendía que podía usarla y elegirla. Sabía dónde estaba pulcramente guardada cada prenda.  También, reguló sus momentos de vigilia y descanso y dormía sin sufrir pesadillas. Salía de la habitación para caminar por la casa, y se aventuraba por el jardín.
Sin embargo, hubo un par de incidentes, empezando por la vez que se cayó después de bañarse. Fue desgarrador que, después de un tiempo considerable sin ataques, un fuerte episodio de psicosis rompiera a Katze.
Den nunca olvidaría la mueca de tristeza de Raoul cuando Katze luchaba con él para evitar que se acercara; no existía otra alternativa que inyectarle un sedante en el brazo. Hubo dolor, frustración y pena, mientras Den, también agitado como su Maestro, intentaba entender qué sucedió. 
Den dio otro momento de privacidad, su Maestro acariciaba a Katze en los cabellos y el rostro después que cayera inconsciente.
- ¿Qué sucedió, amor? Yo nunca te haría daño…

Escuchó mientras se alejaba.
Quizá porque llevaba muchos meses conociendo el aura de la casa, que afectaba a todos el cambio depresivo que envolvió a Katze de nuevo.
El episodio más preocupante ocurrió un día durante el almuerzo, llevaban algunas semanas compartiendo la mesa del salón para cada comida. Sin razón aparente en un movimiento torpe para alejar el plato de ensalada, que disgustó a Katze por alguna razón, la comida cayó al suelo.
- Déjalo, déjalo, Den.
Su Maestro lo detuvo de su intento de impedir que Katze se levantara de su sitio en la mesa.
Entre lágrimas, Katze se puso de pie y,… es difícil saber, sólo quedaba interpretar porqué se agachó sobre la comida en el suelo y comió.
Raoul intervino pocos segundos después, cuando se sintió capaz de afrontar la situación, agachándose a su lado, lo persuadió con palabras suaves a que levantaran la comida derramada y regresara a su sitio en la mesa para comer.
Katze, atrapado en los eventos traumáticos, obedeció las instrucciones de Raoul, pero no dejó de llorar.
El segundo intento de suicidio fue predecible después de eso”.
Den dio un respingo, aterradoramente sorprendido por los caminos que surcó su mente.
El segundo intento de suicidio…
La primera vez que sucedió fue tan espeluznante que se lamentó del pozo donde caía su mente al recordar.








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