Todo duele

23 4 0
                                    


Katze se sentía muy cansado, parecía que su cuerpo estaba entumecido, tenso, y sus ojos ardían por la cantidad inagotable de lágrimas que derramó; instintivamente sabía que si ahora mismo posaba la cabeza en la almohada, no lograría dormir. Cerrar los ojos y dormir, eso sería tan fácil.
Además de la avalancha que lo hizo explotar esa misma noche… Katze tenía otros sentimientos empezando a formarse y, darse cuenta de su presencia silenciosa, lo mantenía quieto y pensativo sentado sobre la cama.
Raoul dejó de abrazarlo para sacar una manta gruesa y colocarla por encima de sus hombros. Quería evitar que se enfriara y cogiera un resfriado. Aseguró la manta por delante para mantenerlo abrigado del pecho y su garganta.
Una de las consecuencias del estado de ánimo depresivo, era tener un bajo conteo de defensas en su sistema inmune, entre otras cosas. Raoul podía darle medicamentos para fortalecerlo, como lo hizo en el pasado, pero consideraba que era mejor continuar de manera natural. Katze tomaba medicamentos fuertes y de composición peligrosa, como para introducir más químicos que estresarían su sistema.
Había dejado de llorar y estaban rodeados de silencio. Los ojos tristes de Katze, miraban en dirección a la ventana con indescifrables pensamientos para Raoul. Llevaba mucho tiempo en lo mismo. Simplemente estaba sentado, apoyando la cabeza en los brazos, que a su vez, se apoyaban en las rodillas flexionadas.
- Toma.
Katze interrumpió sus pensamientos centrando la mirada en Raoul, había estado tan ensimismado que no supo cuándo se levantó. Le ofrecía una taza pequeña, sostenida por un platillo redondo y elegante. Que fueran de porcelana y no de plástico o cualquier material que resistiera estrellarse al suelo, hicieron que Katze sonriera de lado. Agradeció a Raoul por no cambiar el material. Algo tan simple fue un halo de la normalidad que necesitaba.
Sabía que no era una casualidad, el detalle significaba que Raoul lo calculó.
Tomó la pequeña tasita blanca y platillo a juego con decoración de flores y acercándola a su rostro, se impregnó del suave aroma herbal que conocía.
- Te ayudará a mantenerte caliente y a relajarte un poco – dijo Raoul después que Katze agradeció, pero no se llevó el contenido a los labios. Sólo la sostuvo y regresó su mirada a lo lejos. Se veía cansado, fatigado y con la expresión triste, sin mencionar sus ojos hinchados.
Raoul se sentó cerca de él, con calma y manteniendo el silencio.
- Si ahora mismo me acuesto, no podré dormir – se animó a explicar Katze, ladeando el rostro para ver a Raoul entre las sombras de la habitación. Aunque en realidad, temía que no pudiera encontrar fuerzas para ponerse de pie al amanecer – No estoy seguro, pero debe ser muy entrada la noche; Raoul por favor, yo sólo necesito pensar.
Por teorías psicológicas, Raoul tenía un boceto de cuáles serían las conductas que podía esperar de Katze. Era una tarea compleja el intentar armar un esquema exacto, ya que el efecto del impacto que desestabilizó su vida, no se podía predeterminar. Una forma de ayudar, era motivándolo a encontrar palabras para expresarse.
- ¿Quieres contarme lo que estas pensando?
Katze elevó los ojos, mirando al techo, como buscando las palabras, movió los labios pero no había una manera simple de darse a entender. Su mente saltaba de pozo en pozo, cada uno más profundo que el anterior. Sin embargo, todo dentro de él, le decía que no debía abrir la boca…
¿Cómo evitarlo? El cúmulo de tantas emociones amontonándose… soñar y luego hablar de Cal, fue revelador e intenso; pudo comprender, como una primera impresión, la gran deformación que dejó en su vida el daño sufrido. Irreparable o no, era la cuestión.  
- Son muchas cosas… no estoy confundido, tengo la mente muy clara pero no dejo de pensar en muchas cosas a la vez – parpadeó repetidas veces, mientras tomaba aire para hablar y se esforzaba por no dejarse llevar por la emoción – Sé que el paso del tiempo… se supone que me ayudará, pero no sé cómo haré para perdonarme lo sucedido con Cal, Máx, Kobo y Nino.
Raoul bajó la mirada, entendía la importancia que tuvieron esas personas en su vida. Superar la pérdida de sus amigos y dejar de sentir culpabilidad, amargamente estaban relacionadas con recuperar su propia estabilidad y salud emocional.
- Sobre todo me siento estúpido – continuó Katze, su voz sonó como un reproche. Empezaba a enojarse con él mismo por no saber entenderse, todos sus recursos verbales estaban fracasando. Necesitaba que Raoul le explicara qué le sucedió en la cena  – Lo que dije ésta noche no tiene sentido ¡Cómo dije algo así! Frente a ti y los demás… de la nada me sentí enojado, acelerado y tenía… miedo. ¿Qué hubiera sucedido si no me detenías? O peor, si no estuvieras – Katze dejó el té sobre la mesita de noche y encaró a Raoul – ¿Qué me sucedió? – ¡Estaba tan mortificado! Recordaba perfectamente haber acusado a Den… aunque no fuera repetido por nadie… ya fue dicho.
Raoul, en su naturaleza Blondie, paciencia infinita y su cálido amor, jamás dejaría pasar un solo atisbo de incredulidad a través de su mirada.
Den… a ése niño lo tenía atorado en la garganta por la cantidad de “momentos” que compartieron juntos.
Pero Uri estaba libre de prejuicios y conceptos asociados a lo que vivió dentro de ese cuarto sucio. Uri era como una pizarra en blanco, sin mierda y ahora, conocía éste reluciente lado suyo, despuntando locura e incoherencia peligrosa.
Katze estaba preparándose para no sorprenderse si Uri, solicitaba abandonar la casa. Den podía manejar las cosas solo.
Antes que Raoul lograra responder, Katze se dejó caer en la cama, boca abajo, cubriendo su cara con la almohada.
Eran demasiados pensamientos, tan animadores.
- Amor, tuviste una crisis. Fue parecida a lo que te sucedió después de tener la pesadilla. La diferencia es que, lo que sucedió hoy en la cena fue algo que tomó tiempo en madurar dentro de ti, no lograste expresar o exteriorizar esos pensamientos, incluso obsesivos, que te molestaban a sobremanera y se acumularon – Katze apretó el puño, reconoció eso como cierto – A causa del estrés constante por los pensamientos, hubo un detonante que produjo una ruptura de la realidad, donde afirmaste todas esas ideas – Raoul no estaba de acuerdo en manejar términos neurológicos o psiquiátricos, prefería mantener la explicación clara. Era muy importante que Katze pudiera entender lo que le sucedía, especialmente porque podía repetirse. 
Raoul se bajó de la cama para ir delante de Katze, que tenía la cara enterrada en la almohada. Se puso de rodillas en el piso alfombrado y le acarició la cabeza.
- ¿Entiendes lo que quiero decir? Tienes que confiar en nosotros, amor, tienes una red de apoyo para ti, confía en mí, siempre te estaré escuchando y entendiendo. Uri está cerca de ti, sabrá expresarse para darte ayuda; Den también. Eres muy importante para todos nosotros. Para prevenir otra crisis, revisaré tus medicinas, pero lo principal es que aprendas a manejar tus emociones de manera funcional.
Katze giró un poco la cabeza para ver a Raoul.
- Estoy acabado… no quiero que se repita lo de ésta noche… pero si la solución es hablar de lo que me molesta… –  Katze se giró por completo mirando al techo, sentía que otra vez podía empezar a llorar y se cubrió la frente con las manos – No puedo hablar, no quiero.
Apretó los dientes.
- Es parte de la terapia  – dijo Raoul suavemente – la dificultad de verbalizar tus emociones, crea éste conflicto.
- ¡No lo entiendes! – Katze soltó el aire que estaba conteniendo – Hablar sería recordar…
- Amor… – Katze finalmente soltó el llanto mientas se cubría los ojos con las manos – No tiene que ser ahora y no tienes que detallar lo que no quieres, pero hablando sobre lo que te molesta, será una buena forma de avanzar.
Entre lágrimas, Katze logró soltar una risa amarga.
- ¡¿Con qué propósito?! Hablar no cambiará nada, solo traerá a mi mente lo que no quiero recordar.
Raoul entendía su punto, sabía por su conocimiento en psicología que era absolutamente normal para los humanos el evitar recordar situaciones que rozaban el dolor; que la mente, en su afán de preservarse, se engañaría con mentiras y también crearía métodos de protección. Pero el daño no se iría, solo llegaría a arraigarse y la mente y el cuerpo, finalmente, enfermarían con el paso del tiempo. Desfigurando más la personalidad o inevitablemente podrían crearse adicciones.
- Estás en un error, – reconoció Raoul – odio admitirlo, ninguna acción cambiará lo que sucedió en el pasado. Pero de manera retroactiva, podemos encontrar la forma de cambiar tu percepción del pasado, desde el presente. Cambiar la manera cómo te hacen sentir esos recuerdos dolorosos y extirpar de ti la angustia y el miedo. Puedo ayudarte si encuentras palabras para expresar lo que sientes. Te enseñaré a manejar las emociones negativas que te molestan y se amontonan armando el escenario, tal y como sucedió en la cena.
Katze se limpió la cara de lágrimas y miró a Raoul. Había duda en sus ojos; muchos de sus recuerdos tenían la etiqueta de no ser explorados jamás. Incluso mientras los vivía y se estaba retorciendo de dolor, se juró que nadie más lo sabría. Pero dentro de él, existía también la necesidad compulsiva de expresarse y gritar; de romper algo y que se tradujera en lo que sucedió.
Sintiendo presión en su garganta, dolor en la nuca y, malestar en el estómago, devolvió su mirada al techo y dijo:
- Es la comida.
Habló rápido y sin emoción exterior. Parecía que no había implicación de sus recuerdos asociados al dolor. Empezar a hablar fue menos aterrador de lo esperado. Parecía que lo siguiente era una cuestión de abrir la boca y continuar.
- Estaba ahí, encerrado… y comer era…  – ¿Qué palabra usar? – Todo se trataba de la comida, el estómago me dolía… tenía hambre. Una vez cada infinidad… y la puerta se abría para que Den trajera la comida… parecía basura, era basura. Pero nunca suficiente. Me moría de hambre cada día… yo… yo… hice cosas horribles sólo por no sentir que se me colaba el estómago.
Raoul no bajó los ojos de la expresión triste; estaba un poco sorprendido por la decisión de Katze por hablar ahora, no esperaba que sea ésta noche en particular que decidiera empezar. Eran demasiadas emociones, pero quizá esa era la razón, él estaba desbordando de sufrimiento y el dolor, debía filtrarse por algún lado.
Por supuesto, sabía de lo que Katze hablaba. Raoul se mantuvo tranquilo mientras aguardaba la continuación. Le preocupaba un poco el desapasionamiento de su relato, pero también era “normal” que hablara así.
Katze volvió a sentarse, con la esperanza de mitigar el malestar de su cuerpo. Intentó respirar apropiadamente y habló, evitando llorar.
- Creía que podía intentar vivir normal cuando saliera, cuando todavía creía que ese día podía ser cualquier instante. Salir y vivir. Pero en cambio, no hago más que recordar lo que pasó… cómo comí y lo que comí... ¡Entre muchas otras putas cosas más! Sabores, texturas y colores… ¡Es una mierda de recordatorio! – se cubrió el rostro y renegó, alterado por cambiar su tono de voz, fue como dejar pasar por una puerta enorme todas las emociones al mismo tiempo; detenerse y callar era imposible ahora – Lo que me cabrea más, es el estúpido cubo de yogurt que me tengo que tragar cada día. ¡Lo odio!
Fue inesperado, no predeterminado, un ahogo, una asfixia; la emergencia de un dolor punzante que se atravesó y detuvo su discurso vacío. Advino un silencio agónico que duró unos escasos pero interminables segundos después de esa explosión de emociones. Katze quería hablar pero no podía. En el momento álgido interrumpió el automatismo de la tarea que estaba realizando, para dar lugar a sus verdaderas emociones.
Raoul evitó arrugar el entrecejo; buscaba en su memoria algún recuerdo relacionado a lo que Katze se refería. Tenía conocimiento de todo lo sucedido en esa habitación. Mantuvo su misma postura, aguardando el momento en que Katze decidiera continuar.
- Ese día… – Katze apretó los puños sobre las mantas de la cama. Con la mirada baja intentaba recuperar algo de su control, estaba temblando ¡Mierda! – cuando desperté, estaba el bote de basura de la cocina en medio de la habitación. Lo único que pensé… fue que ahí estaban los restos del desayuno, quizá del almuerzo y si tenía suerte… la cena de la noche anterior – Katze se rio, inevitablemente tenía todos esos recuerdos en sus pupilas y los sentía atorados como un hueso en la garganta, tenía un dolor ahogado, silencioso – No se si Den lo hizo por que sabía que vendría esa orden y quería ayudarme… o en realidad, es tan estúpido y torpe desde siempre… porque el basurero tenía tanto yogurt de estos cubos, por supuesto que en ese momento… no me importó… –  tomó mucho aire entre la presión que atacaba su pecho –  cada cubo sólo fue vaciado la mitad o quizá menos. Había restos de comida y desperdicios… El estúpido de Den vació todo lo que pudo en la basura – Katze volvió a reírse sin gracia, al menos estaba orgulloso por su patético esfuerzo de hablar y no llorar – ¡¿Y sabes qué más?!
Hablaba más fuerte, enojándose por todos los sentimientos saliendo de su pecho de manera obstinada. Enfurecido y avergonzado por esperar o desear, algo diferente, cuando sabía que hablar era como una explosión de un volcán. Incontrolable.
- ¡Por supuesto que lo sabes! No entiendo cómo estás cerca de alguien que hizo, lo que yo hice… Siento odio a mí mismo por comer cuando… mierda… –  apretó sus cabellos y cerró los ojos. Su relato se parecía a dejarse caer. Nada podía detenerlo ahora – No es sólo el recuerdo de Cal, la imbecilidad de Den… soy yo que no olvido cómo comía cuando Guy estaba ahí ¡Querías que hablara! Ésa es la miserable verdad. Mientras Guy me…  cogía… – la última palabra apenas fue un soplo entre sus labios, se mordió con fuerza al darse cuenta que lo había dicho – yo podía comer, hambriento y desesperado ni siquiera esperaba a quedarme sólo, porque… no sabía cuánto tiempo pasaría para que dejen mi… ¡Me dejen en paz! – iba a decir algo mucho peor, pero logró controlarse a tiempo. Al menos el contenido de sus palabras, pero estaba llorando otra vez.
Ésta noche fue de lo peor, escupió los terribles pensamientos que tenía sobre Cal. Acusó a Den. Se enteró de la muerte de sus amigos por intentar salvar a un despojo inservible que recordaba el glamour que tuvo al escarbar en la basura para comer. Y ahora, acababa de embarrar con su mierda a Raoul…
Que patético.
Fue extraño lo que sucedió dentro de Katze, por un lado creía fervientemente que hablar no lo haría sentir mejor, después de lo que dijo nada volvería a estar bien, nunca. Fue desolador y difícil de soportar pero hacerlo, fue como una llamada, un grito demandante que exigía no romper el vínculo que se fue creando con Raoul. Él lo sostuvo en su silencio y escucha. El dolor obtuvo entonces, un límite; como un gran cráter que dejó un enorme meteorito, tenía bordes y profundidad y ya no era infinito. Raoul con su presencia hizo eso, estableció un margen entre lo dañino y su realidad. Marcó y delimitó el dolor. Lo encerró.
Cuando Raoul lo abrazó con calidez, como un agradecimiento, el sufrimiento de lo compartido encontró una rendija por donde podía, con el paso del tiempo, drenarse.
Raoul sabía que éste primer momento de decidir exteriorizar y poner nombre a los miedos, recordar la humillación y revivir el golpe emocional, era el más difícil. Porque la herida se abría y sangraba, Katze se sentiría abatido y expuesto, sin lograr valorar su valentía por decidirse a hablar sobre su pasado. Entre tanto dolor, Raoul debía mantenerse firme y reafirmar su presencia allí, nada más. Lo sostuvo cuándo gimoteaba otra vez y lo abrazó contra su pecho.
Permanecieron en la misma acción mientras el amanecer se acercaba. Raoul no se alteró, fue una noche demasiado agitada pero era inmune a demostrar fatiga prematura; en cambio, Katze, además de tener hinchados y cansados, empezaba a formarse una sombra debajo de sus ojos.
- Gracias por confiar en mí. Por lo pronto, reemplazaremos el yogurt por algo más, al menos momentáneamente.
- ¿No vas a decir nada acerca de que escarbé en la basura? Raoul… yo, llegué a esperar a Guy, porque él vendría con algo de comida. Así de bajo caí.
Entre la penumbra, sus miradas se encontraron. Raoul, desde el fondo de su corazón, volvió a rodear a su amor en un abrazo. Sentía que cada palabra dicha por Katze, acusándose y juzgándose, lo herían a él, al Blondie.

- Sé que al recodar, te sentiste enojado porque eras incapaz de defenderte. Pero sobreviviste gracias a las decisiones que tomaste. Como un hombre de negocios ¿Ese no era un bien mayor?
Katze guardó silencio, pero no era necesaria una respuesta, lo importante era que tomara en cuenta sus palabras.
- Amor mío, te amo, te amo. Para mí, eso es inmutable.
Katze apretó su abrazo pero no contestó. Apoyó más su cuerpo al de Raoul, con la necesidad del refugio que le daba su calor. Su respiración se hizo pausada y profunda a medida que dejaba de llorar.
Cuando Raoul miró su rostro después de unos minutos de acariciar su cabello, se percató que en realidad, Katze estaba dormido.


La orden fue clara, debían ordenar todo el desastre que quedó de la cena y no dejar rastro de que sucedió.
Después de cambiarse de ropa, Uri y Den se encaminaron al comedor. Los sensores hicieron que se iluminara la sala apenas al acercarse. La luz artificial no mejoró el aspecto de los restos de comida contra el piso y mezclándose con trozos de porcelana rota.
Calculando el tiempo que tenían y su propio estado de ánimo, Uri preparó té. Su Maestro podía requerirlo y ellos,  lo necesitarían.
Katze…
Uri apoyó la espalda en la pared más cercana apenas estuvo solo, elevó la cabeza y cerró los ojos, con ambos brazos caídos a los lados.
En un segundo todos en la mesa parecían normales, él acababa de recibir un elogio del Maestro y luego, Katze estaba gritando… antes de que la sorpresa diera lugar a la razón, la mesa y todo su contenido se precipitaban contra su pecho y el suelo.
Uri conocía algo, sabía que Katze estaba bajo un tratamiento especial después de lo ocurrido, pero al parecer, por la reacción de su Maestro y Den, no fue el primer episodio que resolvieron de ésta forma.
Katze… tenía tanta pena por él… y no sabía qué pensar sobre las cosas que dijo. Horribles palabras que jamás se atrevería a repetir…
Entonces, así fue como su amigo Cal murió.
Controlando sus pensamientos, con profundas respiraciones se decidió continuar. Arregló las mangas de su ropa y sirvió dos tazas de té para Den y él, tenía el presentimiento que sería una larga noche.
Al regresar al comedor, encontró que Den había levantado la mesa y las sillas volcadas. Tenía en las manos unos guantes de goma con los que se protegía la piel para levantar los restos del piso y dejarlos caer a una bolsa de deshechos.  
- Den, – Uri, mortificado, dejó las tasitas a un lado – activa la aspiradora y prográmala para que sea una limpieza a fondo. No es necesario que lo hagas tú mismo.
Den elevó el rostro y notó que Uri estaba en la entrada al comedor; lo miró como si fuera por primera vez que lo viera.
Uri se percató de la mueca de labios apretados y luego el asentimiento de cabeza. Había notado que Den prefería mantener lo más alejado de la tecnología su trabajo. Se preguntaba por qué, tenía conjeturas pero no quería acosarlo con preguntas. Obviamente, en su capacitación como mueble, aprendió sobre el funcionamiento de la tecnología de las casas de los élites y el aprovechamiento del tiempo para llevar adelante el mejor cuidado del hogar donde servirían. Hace un par de años atrás, Uri fue seleccionado por destacarse entre los jóvenes de su grupo para servir al Segundo al mando. Den fue seleccionado para servir al Primero; por una cuestión de lógica, razonó que sus habilidades debieron sobresalir y Den conocía todo lo necesario. El que decidiera hacerlo de otra forma, era la cuestión más grande detrás de su sumisa actitud de aceptar en silencio, cada reproche que Katze le hacía.
No era necesario ser grosero o imponer una voluntad diferente. Con Katze, por respeto, se aceptaba el consejo, pero en varias ocasiones el pelirrojo había cruzado por demasiado la línea de la tolerancia, con Den únicamente.
¿Por qué?
Den cocinó a Cal.
Uri se estremeció ante el pensamiento que le hizo atar algunos cabos misteriosos; que Den aceptara en resignado silencio el abuso verbal de Katze a causa de los actos que había consumado... La culpa estaba en cada acción. Pero Uri no podía abordar el tema e intentar quitar un poco el peso de los hombros de Den, las órdenes de los maestros iban más allá de la propia voluntad.
Y Den recibió todo tipo de órdenes macabras de Iason Mink.
- Yo me haré cargo de aquí – dijo Den continuando en su acción; se puso sobre sus tobillos y por unos momentos sólo se escucharon sus movimientos en el salón – Por favor, no te preocupes, lo haré muy bien.
- Lo sé – dijo Uri de inmediato, ese no era el problema – Pero terminaremos antes y sería más fácil…
Uri había visto a Den nervioso cuando el tiempo parecía que le pisaba los talones, especialmente en la cocina; también cómo bajaba la mirada, apenado por un reproche inesperado por parte de Katze; su expresión neutral era la más conocida, claro, como muebles no debían dejar pasar su emoción.
Pero está vez vio un rostro diferente, los ojos tristes tenían lágrimas contenidas que no irían a salir y sus labios eran una línea dura.
- Presiento que será una noche muy larga – dijo, continuando en su tarea, su voz se escuchó vacía – Es mejor mantenerse ocupados.
Formó un leve ceño y parpadeó. No hubo necesidad de mas palabras o explicaciones elaboradas. Uri comprendió lo que Den quiso decir, o no, tal vez su intención no era brindar ningún mensaje, pero con esas palabras transmitió más de lo esperado.
“¿Cuántas noches, muy largas, has tenido Den?”
Nació la pregunta que se quedó en su corazón, por respeto a la posición que ocupaban en los hogares designados y respeto al propio valor y fortaleza de Den de mantener compostura, Uri no cuestionó más. Ayudó a Den en su labor de limpiar con sus propias manos sin acelerar el proceso.
- He preparado té – rompió el silencio después de unos minutos – Puedes tomarte unos minutos mientras lo bebes y luego, yo.
Den exprimió su esponja con la que limpiaba el suelo de las manchas de vino y la dejó a un lado.
- Gracias.
Cuando Uri terminaba de beber su propio té y Den dio por terminada la limpieza. Entre los dos vieron las extensas y diversas manchas que se esparcían por el mantel que fue elegido esa noche.
- Es una pena…  – Den pasó sus dedos sobre los finos hilos entretejidos. La deformación del estructurado color estaba arruinado por diversos restos de comida – Las manchas de vino son las peores – reconoció.
- Podemos intentarlo con algunos trucos.  Esperemos que  no queden rastros.
Escucharon que más sonidos se sumaban a la casa, inconfundibles voces mitigadas por la distancia. Reconocieron que era Katze. No pudieron evitar mirarse compartiendo algo de alivio por escuchar su voz y a la vez, fue el suspenso de no saber cómo estaba. Se acercaron un poco para distinguir si la conversación se mantenía estable o era posible que Raoul requiriera su intervención.
La orden fue permanecer en silencio pero cerca a la habitación, por si se necesitaba algún servicio.
- Dejaré el mantel en mi habitación, para ver qué podemos hacer mañana – dijo Den, tomando la extensión de tela de las manos de Uri – Quiero evitar que Katze lo vea cuando se levante.
Uri no se opuso o dijo algo, se quedó solo en el pasillo cerca a la puerta de la habitación de su Maestro y Katze. Podía escuchar la voz de Katze quebrándose pero no se distinguían sus palabras. Se llevó una mano sobre sus labios mientras esperaba, y cuando Den regresó no fue diferente.
Ambos se apoyaron en el muro del pasillo, cerca a la puerta y aguardaron.
Fue por el marcado silencio que se acostumbraron a la profundidad de las voces de Raoul y Katze en la habilitación y lograron distinguir lo que decían. El paso del tiempo hizo que sus mentes se enfocaran en los susurros y lamentos.
Raoul salió un momento para recibir la bandeja con el té que solicitó por un mensaje. Pero no intercambió palabras significativas con ellos, tampoco los despachó a sus habitaciones. Probablemente, temía que en realidad la situación fuera incontenible en cualquier momento y necesitara de sus muebles.
Apoyados lado a lado, no se miraron o se dijeron algo entre ellos.
Uri suspiró cerrando los ojos, sintiendo el cansancio y pesadez del ambiente. Mientras escuchaba a Katze se preguntó cómo es que permanecía inmóvil detrás de la pared, si lo único que quería era buscar algún consuelo. Admiró la fortaleza de su Maestro de encontrar palabras tan exactas que encajaban con la necesidad de Katze.
La compasión que sentía, suplicaba que lo relatado por Katze no fuera real, era demasiado triste y escabroso. Katze pasando por eso…
Se exaltó en un momento…  Uri sintió el estremecimiento subiendo por su columna y apretando su garganta. La mención precisa de lo hecho por Den, inevitablemente quería hacer viajar su mirada con ojos muy abiertos al que estaba a su lado. Un acto involuntario que controló gracias a su arraigado entrenamiento.
Den tenía la mirada clavada al piso desde hace mucho tiempo y no pareció cambiar de postura ante la mención de su nombre. Hizo una inhalación profunda y soltó lentamente el aire de sus pulmones de manera imperceptible, nada más.
Uri estaba ahí, intentando no mirar a Den y buscando la manera de afrontar la información, por mucho que dijera algo o eligiera no decir nada, nada volvería a estar en blanco.
Que su nombre fuera explícitamente mencionado, seguidas de las acciones que por obligación realizó, amarraban un nudo en el estómago de Den. Un nudo tan conocido, tan compañero suyo, que ya no notaba la diferencia de su ausencia.
Se preguntaba cómo es que mantenía la capacidad de sorprenderse, asombrarse o tener miedo.
Vivió durante mucho tiempo con miedo, evitando que una mueca descuidada lo demostrara.
Y la culpa de sus acciones lo estaba  carcomiendo desde adentro.
“Den cocinó a Cal”.
Recordaba ese día, las palabras que congelaron su ilusión del puesto que ocupaba; el momento de la revelación de lo que se esperaba de él en los próximos minutos y el resto del tiempo, si fallaba o transgredía, su castigo estaba entre sus manos, escurriéndose de sangre que venía de un pedazo de carne.
Un momento antes tenía expectativa y orgullo de estar de pie ante el Primero y al instante siguiente, se preguntaba cómo es que estaba obedeciendo a pesar de sentir que se respiraba la locura. Y aún sintiendo eso, Den continuó obedeciendo.
“La puerta se abría para que Den trajera la comida… parecía basura, era basura”.
“El estúpido y torpe de Den”.
“La imbecilidad de Den".
Aguantó un poco más, dejando que todo siguiera su curso. No había nada que él pudiera decir o hacer para cambiar nada. No podía cambiar cómo se sentía Katze y él tampoco.
Su fachada exterior no desilusionó a su Maestro, cuando salió de la habitación. Encontró a ambos muebles apoyados contra el muro esperando por él.
Raoul se veía serio y con la evidente pesadez de todo lo que afrontó.
- Finamente, Katze, se ha quedado dormido – dijo Raoul tomándose un tiempo para observar a ambos jóvenes. Tenían los ojos cansados pero con determinación, lamentó su orden tan estricta de mantenerlos a la expectativa. Bueno, solo estaba pensando en el bienestar de Katze – Tengo que analizar su sangre. Necesito que uno de ustedes se quede con él en la habitación, no es prudente dejarlo solo ahora.
Den bajó la mirada y apretó los labios, por más que él deseara ser de ayuda, parecía que su existencia cerca de Katze, tenía el efecto contrario.
- Puedo quedarme con él, Maestro – dijo Uri.
- Recuéstate en el sofá. No es necesario permanecer en vela, solo muy atento. Si despierta, mándame un mensaje de inmediato.
Uri ingresó con calma, mientras Raoul se alejaba por el pasillo, en dirección a su oficina. Como temía que Katze pudiera despertar en cualquier momento, debía apresurarse en analizar la muestra sanguínea. Lo principal era verificar el efecto de los medicamentos en su sistema. Probablemente debía aumentar la dosis de ambos, eso era importante por que…
Raoul detuvo sus pensamientos en el camino, se dio cuenta que Den lo seguía a cierta distancia. Creyó que se iría a su habitación, pero estaba muy acerca de sus pasos.
El joven más que pensativo, parecía decidido. Tenía algo que decir.
- ¿Qué sucede? – dijo Raoul al encararlo.
Den lo miró a los ojos, separó los labios. Tres segundos de silencio.
- Solo avíseme si necesita algo, Maestro.
Reverencia.
No le agradó saber que Den podía mentirle mirándole a los ojos, pero no podía asegurar qué quería decirle en específico. Raoul consideró que evidentemente, ésta actitud era una secuela colateral de todo lo expresado por Katze.
- Ve a tu habitación y descansa. Es muy tarde.
Prefirió concederle el beneficio de la duda.
Den era valiente y muy lúcido ante las dificultades. Mantenía un aura estable y positiva ante la adversidad y, sobretodo, estimaba a Katze.
Mientras Den se retiraba, Raoul pensó que Den necesitaría mayor contención que la ofrecida hasta ahora. Después de todo, era demasiado joven para tener la entereza de superar la experiencia con tantos recordatorios rebotando sobre su cabeza.

Al ingresar a su habitación, por un segundo, Den vio sus manos chocando con puños cerrados contra la pared. Hasta lograr lastimarse, expresar la rabia desatada de todo lo que le rugía en el pecho devastado por su inalterable destino.
Pero era su imaginación. Den ingresó a su habitación, caminó con suavidad hasta el baño. Al elevar la mirada, se encontró con su reflejo en el espejo.
Cobarde…
Por más que lo deseara, él no estaba siendo de ayuda.
Sólo era una solicitud a su Maestro… que lo retirara, vendiera, reciclara… pero no dijo nada de eso.
De todas formas, era virtud del Maestro Raoul siempre velar por el bienestar de Katze. Que él, Den, siguiera en ésta casa, era el gran misterio.


Todo por míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora