Pelirrojo

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Capítulo 7.

Pelirrojo.

El desayuno de la mañana transcurrió sin novedades, fue como el resto de las comidas que los reunía a todos alrededor de la mesa. Raoul ayudaba mucho a que el ambiente se mantuviera ligero entre ellos, aunque era fácil notar que dos de sus comensales habían tenido una mala noche.

Después del episodio del desafortunado grillo que interrumpió los masajes, Katze regresó a la habitación vistiendo su pijama; estuvo apenado por dejarse llevar por su mal humor y permitir que se estropeara el momento. Se disculpó con Raoul y en agradecido silencio, notó que no se mencionó el método que escogió Raoul para acabar con el grillo. Además, de la evidente erección que pudo ver antes en sus pantalones.

Prometieron encontrar otro momento para intentar repetir los masajes y juntos ordenaron la habitación, guardando los frascos y toallas.

Se acurrucaron en la cama despejada y durmieron. Sin embargo, a mitad de la noche, los pensamientos asaltaron la tranquilidad de Katze.

Por algo parecido al presentimiento, Raoul despertó sin razón aparente encontrándose que Katze, también estaba despierto. No conversaron sobre temas relevantes, intercambiaron palabras en lo que amanecía y fue hora de levantarse.

- Es tarde – notó Katze, mirando la hora cuando Raoul tomó otro panquecito y Den, le servía más leche.

- Hoy no iré a ningún lado, me quedaré en casa. Pero ustedes no tienen que alterar su rutina. Uri, ¿qué ejercicios tienes planificados para hoy?

- Después del desayuno, Katze tendrá una hora de descanso; empezaremos con los ejercicios de memoria visual y, continuaremos con unos problemas de razonamiento. Deberíamos hacer las pruebas del guante nuevamente hoy, maestro. Al terminar los ejercicios, Katze tomará un descanso. Cuando despierte, daremos un paseo por una feria cercana y al llegar, almorzaremos. 

Katze tenía las cejas levantadas, había escuchado todo atentamente… considerando que él también fue un mueble y sabía administrar las actividades de un hogar… se sorprendió a sí mismo cuando le cayó pesado, como una piedra en el estómago, que todo su día estuviera agendado.

Bebió un sorbo de su leche, aguantando la desagradable sensación de ser tratado como una mascota.

Tan desagradable, que era ridículo. Era mejor no mencionarlo.

-                    Bien, hoy no habrá paseo por la feria. Después de tus ejercicios, analizaremos los resultados que se han recopilado en todo este periodo de tiempo – le dijo Raoul directamente a Katze, notando su ceño fruncido y su fastidio.

Katze era bastante legible a momentos, pero modificó su expresión ante el cambio de planes. Que mencionara los resultados logró que esa piedra que sentía en el estómago, cayera con más fuerza ¿Y si estaba por debajo del promedio? Nunca imaginó que estuviera tan cerca de ser descrito con  la palabra “estúpido” y, que eso le produjera tanto pánico. 

No iba a engañarse, sabía de antemano que no tenía la misma capacidad de antes. Todo lo sucedido durante el encierro, el tiempo que duró y el morirse de hambre cada día, habían asesinado a sus neuronas prematuramente. Sin mencionar que también tomaba píldoras antidepresivas y antipsicóticas por una buena razón, todo eso melló su razonamiento…

Sólo hizo un movimiento de cabeza como respuesta.

Por lo general, Katze disfrutaba de esa hora libre mirando su tableta y los últimos días, con una piruleta en la boca pasaba el tiempo sin darse cuenta.

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