Antes de la tormenta

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Katze se acomodó en el asiento del auto, apagó la tableta y suspiró.
- ¿Un día largo, jefe?
Por supuesto no olvidó que su leal guardaespaldas estaba en el asiento de atrás; sostenía en sus fuertes manos la caja de cristal que contenía al grillo y lo observaba con curiosidad, el suspiro cansado que hizo, llamó su atención.
- Sólo un poco – contestó, reprimiendo un bostezo debajo de la mano.
Uri esperó que Katze se pusiera el cinturón de seguridad y encendió nuevamente los motores del vehículo. La presencia de Taki, de alguna forma lo hizo dudar si era buena idea mencionar la nueva rutina de vida saludable de su jefe. Por lo que Uri recordaba, Katze siempre tenía un cigarrillo entre los labios y trabajaba con horarios extendidos y agotadores.
No quería incomodar a Katze revelando cómo había cambiado sus hábitos. Además, Katze prometió que al finalizar las reuniones, tomaría una siesta para compensar la que ignoró como parte de su rutina por la mañana, porque todavía trabajaba en su presentación.
- Me alegra que termináramos. La primera reunión fue la más larga, pero ya podemos ir a casa. Recuerda que debes descansar antes de la cena, Katze.
El pelirrojo afirmó con la cabeza, frotando ligeramente sus ojos después de mandarle un corto mensaje a Raoul explicándole que iban camino a casa.
Ciertamente, los demás élites fueron menos intrigantes que el Rubí y no hubo particularidades que se le comparasen. Así que podía decir que, en lo que respecta al negocio, todo marchaba bien. Hasta ahora, todos los clientes estaban interesados en los grillos y ninguno declinó.
Casi como un nuevo vicio, Katze buscó en la guantera y sacó unas piruletas, sabiendo que quizá, Taki no había probado una en muchos años. Le mostró la esfera envuelta en papel de colores y sostenido por un palito blanco.
- Mira Taki, son piruletas. Uri las hace – le invitó una y repartió otra a Uri que mantenía la vista en el camino, mientras conducía. El fuerte hombre de Ceres, tomó el dulce entre sus manos y se fascinó al ver a Katze que, con movimientos casi del pasado, (como verlo prepararse para fumar) con un movimiento de cabeza se deshacía del largo flequillo de su cabello que le caía sobre la frente y se metía el dulce en la boca.
- ¿En serio? ¡Vaya! Esto es fabuloso, Uri – se animó Taki sacando la envoltura y probándola sin ceremonias.
- Gracias. Fue una ocurrencia que apoyó el Maestro, para que sea divertido y entretenido. No es  simplemente azúcar, en resumen, tiene muchas vitaminas.
- El sabor es lo que me gusta – aclaró Katze sacando el suyo de su boca.
- Jefe, – Taki miró a Den, que no participaba de la conversación y tenía la vista perdida por el paisaje que ofrecía la ventana – creo que vi más piruletas. Te olvidaste darle una a Den.
Hubo una pausa marcada: entre el avance del vehículo, la respiración de Den, que escuchó su nombre y alternaba su mirada entre Taki y la mueca de cejas levantadas de Katze. Uri también, miró a todos por el espejo retrovisor intentando descifrar lo que sucedería.
- No le gustan – mintió Katze rápidamente, sin mirar a Den, que regresó su resignada atención al paisaje fuera de la ventana. Uri torció la boca.
Taki no pudo creerlo, era demasiado bueno para ser verdad.
- Pero si el sabor es fabuloso, fácil de comer y son nutritivas ¿Por qué no te gustan?
La vacía y aburrida mirada de Den regresó de vuelta a la piruleta y sin tener la imaginación necesaria, solo se encogió de hombros sin mostrar interés.
- Saben algo curioso – Katze interrumpió el tema de la piruleta, aplastando la atención de Taki sobre Den. Katze se percató que Taki sería más directo y honesto, si notaba el trato que Den se merecía de su parte. Por lo que recordaba, era un hombre enfocado en el trabajo en equipo y eso implicaba que cada miembro era una parte importante.
No iba a tardar en señalarle su conducta. Y como no quería explicarle el porqué detrás de ello…
- Uno de los Élites me preguntó si pretendo expandir el negocio con la venta de otros productos similares.
- ¿Productos similares? – repitió Uri – ¿Se refiere a otros insectos?
- Exacto – Katze sonrió por la idea que les pareció divertida a Uri y Taki también.
- ¡¿Qué les sucede?! – Taki se rio ante la imagen que le vino a la mente de un par de Élites admirando unas moscas.
- A mí también me costó tiempo aceptar que Raoul quisiera llenar de bichos su jardín. Y ahora, mira esto, estoy vendiendo bichos decorativos.
- Que interesante, no puedo creer que existan Élites con disposición a llenar de insectos su casa – razonó Uri.
- Bueno, debo entregar una respuesta dentro de dos días. Hay insectos muy llamativos ¿No?
Por el espejo del retrovisor, Uri observó la expresión de Den. Obviamente, la anterior conversación sobre Cal lo desanimó lo suficiente para que tuviera los hombros caídos, sumando la reciente mentira que Katze inventó para excluirlo. 
- Entonces, fue el Maestro Raoul quién empezó con los grillos en su jardín. Que moda más extraña… ¿No me comentaron que fue idea de Den? – recordó Taki, que conoció toda la historia mientras Katze estaba en sus reuniones – ¿Quizá tengas otra idea que marque tendencia? – preguntó directamente a Den.
Antes de contestar, Den vio la expresión de Katze, leyendo en milisegundos si aprobaba su participación… No quería, por ridículo que sonara, intervenir si no era bienvenido. Días como estos, en un espacio cerrado como el vehículo, sentía que se asfixiaba. Los recuerdos del pasado amenazaban con dejarlo sin fuerzas y… ¿Huir? Solo el cariño que le tenía a Uri y la lealtad y agradecimiento a su Maestro Raoul, lo mantenían sirviendo en casa.
Por su parte, Katze no fue tan torpe como para amenazar a Den con su mirada mortal que congelaba y Taki lo notaría, regresó sus ojos a los papeles que tenía en las manos.
- No lo sé – Den volvió a encogerse de hombros – Tal vez…
- ¡Vamos Den! Anímate a contarnos – lo impulsó Uri.
Katze levantó la vista y la clavó en Den, el tono de Uri, le sugería que no era la primera vez que surgía el tema entre ellos.
- De la misma Villa que cultiva a los grillos, también tienen otros insectos “ornamentales” – comenzó Den, sin saber donde posar sus ojos. No se sentía cómodo hablando en un momento así, donde parecía que no tenía fuerzas. Entendía las buenas intenciones de Uri, pero a veces, prefería no recibir tanta atención – Son el principal negocio de una familia… Pero creo que en Amoi, únicamente el Maestro Raoul es el  comprador. 
- ¿Una  Villa? – repitió Katze – ¿En qué planeta está?
- En Garan. Tengo todos los datos. Hice un informe completo para el Maestro cuando se me ocurrió la idea… Fue antes de… – “de que tu enfermedad mental mejorara” – antes de que Uri llegara a la casa – escogió decir – Podría mandarte una copia a tu correo o imprimir un ejemplar para ti.
- Se lo pediré a Raoul, gracias – dijo Katze mirando la hora en su reloj y calculando cuánto tiempo tenía disponible para trabajar; tenía hambre y se sentía cansado. Un mensaje del Blondie llegó.
- También pienso que son bonitas – continuaba la conversación – Pero debí ver sólo dos veces una mariposa – comentaba Uri.
- Imagina cien mariposas revoloteando al mismo tiempo, – dijo Den – es magnífico el espectáculo de colores.
- Raoul dice que trabajará hasta tarde y que no vendrá a cenar. Y que lo esperes, Taki. Quiere hablar personalmente contigo.
- Está bien, lo que diga el Maestro.
- Ya que Raoul no vendrá ¿Cenamos en la cuidad?
Era difícil decirle que no a Katze. Además, pensó Uri, tal vez pasar más tiempo con Taki le serviría para encontrar el lazo que buscaba con su vida pasada y reconsiderar algunas de sus actitudes. 
En una parte del camino en dirección a Midas, Taki y Katze conversaron sobre los temas pendientes que se habían quedado colgando entre ellos. Seguramente porque Taki era un sujeto de naturaleza amable y positiva, que participaba abiertamente demostrando sus sentimientos, fue más sencillo para Katze preguntar por algo que le resultara triste o incómodo. Taki también había perdido a sus amigos a causa de la locura de Iason Mink, eran como una familia para él.
Cuando, inevitablemente el tema de Kobo, Máx y Nino salió a flote, Katze quiso escapar del vehículo. No quería “sentir” en ese momento. Estaba excluyendo a sus emociones para avanzar, e involucrar toda la marea de tristes pensamientos iba en contra de sus planes. Pero, Katze se percató, que no era el único doliente y Taki con seguridad había sufrido tanto como él.
- Lamento lo que sucedió, Taki. Sé cómo pudo afectarte.
- Gracias, jefe. También es difícil para ti.
Era la primera vez que sentía que no estaba solo en el duelo prolongado. Que, sin importar el estado mental, heridas de tan grande magnitud no sanaban ni con el transcurso del tiempo.
El posterior silencio que vino después, dio paso a la quietud.
Con un día de tantas emociones, el cansancio dominó a Katze. Tenía la intención de leer un poco más y adelantar algunas cuestiones del trabajo, pero… pero…
Como lo había previsto Uri, a mitad del camino, por el movimiento del auto y la fuerza de la rutina, hicieron que comenzara a dormitar.
Uri reclinó su asiento para que quedara cómodo y lo dejaron dormir cuando Katze dejó que el sueño ganara sobre él. 
- Posiblemente el Maestro quiere hablar contigo sobre Katze – comentó Uri, manejaba más despacio para no moverlo demasiado. Katze llenaba los espacios silenciosos con su suave respirar. Mientras no roncara como lo hacía algunas veces en casa, podía salvar su orgullo, Uri pensó divertido – Muy pronto, Katze retomará sus funciones en el Mercado Negro.
- ¿En verdad? – Taki se emocionó con la idea, podía ver a su jefe recuperando su oficina y escuchando como música de cuna, su voz de mando, Taki lo había extrañado tanto… pero, no podía negar lo que inevitablemente tenía delante de él.
En el asiento del copiloto, reclinado para que sea confortable, completamente fuera de combate, estaba Katze. Uri había subido la calefacción del auto y hablaban en voz baja, parecía que todos lo cuidaban mucho. Taki no podía esperar para poner de su parte.
- ¿No está del todo recuperado? ¿Verdad?
- Faltará más tiempo para que pueda ser el de antes. Todavía se cansa muy rápido. Tiene una rutina estricta y también prohibición de algunos alimentos. Me parece que ese será el tema a tratar contigo, el Maestro te dará indicaciones de cómo cuidarlo.
- Katze asistirá a la subasta – dijo Den, pensando en sus propios miedos – Uri y yo, debemos estar con él para cuidarlo. Será un alivio si el Maestro también te incluye para esa tarea.
Mientras Taki disfrutaba de la reciente información, sin despegar sus ojos de la figura durmiente, llegaron al restaurante favorito de su Maestro.
Al estacionarse, todos miraron a Katze.
- Quizá sea mejor pedir la comida para llevar, no creo que sea buena idea despertarlo.
- ¿Qué vas a comer Den? ¿Y tú, Taki?
- Lo que pidas está bien. Gracias, Uri. Es mejor que Katze no sea tentado y que todos comamos algo parecido.
- Estoy de acuerdo con Den. De hecho, son muy amables por invitarme. Solo díganme si estoy incomodando.
Uri salió del vehículo, Den y Taki se quedaron en el auto. Katze soltó un suspiro y luego, cambió de posición.
Por la manera embelesada de quedarse mirando, era fácil deducir que Taki estaba atesorando los minutos de tener así a su jefe. Den lo notaba a leguas.
La suave respiración acompasada sonó entre ellos. Den quería aprovechar el momento para hacer algunas preguntas que, tal vez podrían ayudarlo. Antes de abrir la boca, se aseguró que el sueño de Katze estuviera en su fase profunda. No quería, por nada del mundo, darle más razones a Katze para tratarlo mal.
- Entonces, lo quieres mucho.
- Sí – fue la respuesta inmediata.
- ¿Puedo preguntarte algo?
- Claro.
- ¿Cómo es Katze, como jefe?
- Es un líder nato, el tipo de persona que encuentras en el camino y sabes que debes seguir – Taki sonrió sin dejar de ver las facciones relajadas e infantiles de Katze durmiendo.
- ¿Y cuándo alguien no le agrada?
- Siempre encontramos algún bastardo que se merece ser perseguido. Pero mi jefe tiene talento para escoger y rodearse de personas leales.
- Oh… - Den esperaba encontrar algún tipo de esperanza y no ser aplastado por su desánimo – Entonces,… siempre tuvo buenas razones para odiar a alguien.
Taki lo pensó un poco.
- No lo sé, odiar es una palabra poderosa… y con respecto a los negocios, no lo vi involucrando sentimientos.
- Entiendo, gracias.
- ¿Eres el nuevo mueble del Maestro Raoul? Por asuntos del trabajo, conocía de antes a Uri. Será bueno que podamos trabajar juntos.
- Sí, soy relativamente nuevo. Pienso igual.
Den lamentaba brindar una imagen tan poco comunicativa o desanimada de sí mismo a Taki, era la peor impresión que se podía llevar, pero días como esos apenas encontraba fuerzas para soportarse a sí mismo.



Katze no se despertó cuando regresaron a casa, y al moverlo por los hombros para que saliera del vehículo por sus propios pies, no abrió los ojos.
Cuándo lo sacudieron un poco más, solo balbuceó.
- No hizo su siesta por la mañana, así que podría estar muy cansado – razonó Uri, rascándose la cabeza. No había muchas opciones, era dejarlo dormir en el auto hasta que se despertara por sí solo, o llevarlo adentro. Quizá era cuestión de suerte que alguien fuerte como Taki podía ayudar.
Sin que nadie más lo supiera, esa noche, Taki se permitió cumplir uno de sus más anhelados sueños. Jamás se había atrevido a siquiera imaginar que se haría realidad, pero estrechó a Katze cerca a su pecho, cargándolo con una increíble facilidad y lo condujo con suavidad para no despertarlo. Atesorando el momento más allá de todo lo que había vivido, lo depositó cuidando cada detalle, sobre una mullida y esponjosa cama de ensueño. Todo en Taki cosquilleó cuando se permitió una caricia sobre los cabellos rojos y retirar los que le caían sobre los párpados cerrados.
Conteniendo un suspiro, Taki salió de la habitación.


Un suave murmullo, como una queja, lo hizo despertar. Al abrir los ojos y encontrarse con la oscuridad a medias, lo desorientó. Entre algunas otras cosas, lo primero que notó fue el ligero y molesto dolor de cabeza que empezaba a formarse detrás de los ojos, además su boca estaba seca. Tenía mucha sed.
Se percató que fue su voz quejándose lo que había escuchado al despertarse, también tenía hambre.
Otro sonido, apenas audible, sonó cuando se deslizó la puerta y Den ingresó…
De inmediato, el joven se paralizó en su lugar al ver a Katze despierto. Estaba sentado en la cama y lo miraba no con ese brillo mortal, parecía que estaba paralizado por su expresión de susto en los ojos muy abiertos y los puños apretados sobre las mantas.
- Solo venía a dejar toallas – se explicó Den dudando en si debía o no encender las luces. Antes de ingresar, verificó por las cámaras que Katze continuara durmiendo… al parecer se despertó muy rápido.
La confusión se convirtió en un factor exponencial para que Katze recordara, a través de su experiencia, los malos días donde la oscuridad, el dolor y el hambre, venían juntas sobre él, relacionándolo indudablemente al rostro de Den. La realidad tardó en asentarse en su compresión cuando, poco a poco, como lluvia suave, vino la asimilación de los demás estímulos.
El sonido del grillar rompió el silencio entre las paredes, también la audible voz de Raoul desde el interior de la casa, proveniente de otra habitación. Las sensaciones cálidas y agradables de su cuerpo envuelto en ropa cómoda y cobijado por mantas peludas, no se parecían en nada a su encierro.
También notó que Den no traía un plato metálico con comida que parecía basura o una maldita lata de aerosol. Eran toallas dobladas y apiladas en sus brazos, como dijo.
Soltó un suspiro profundo cuando se percató que contenía el aire y luego, rápidas respiraciones lo dominaron.
- ¡Katze! ¿Estás bien? ¿Debería llamar al Maestro?
- Vete… –  dijo entre dientes apretados – ¡Vete!
Den tuvo la prudencia de no hacerlo repetir tres veces y abandonó la habitación, antes de ser alcanzado por una almohada grande que Katze arrojó con fuerza.
Descargar su frustración sirvió para equilibrar y deshacerse del miedo que quiso aplastarlo. Se frotó los ojos con fuerza para espantar las lágrimas y se levantó de la cama cuando los recuerdos quisieron asaltarlo.
Se obligó a recuperar la normalidad de su respiración y controló los signos visibles que pudieran alertar a Raoul.
Para esta parte, Katze ya recordaba que se había quedado dormido en el auto camino a cenar. Pensando que era demasiado tarde para continuar con ropa incómoda, se cambió su pijama antes de salir al salón.
Las luces de la cocina, del salón y los pasillos estaban encendidas y la voz de Raoul dominaba la conversación.
A medida que se acercaba, Katze no creyó que todavía Taki permaneciera en casa, pero era así. Quizá Raoul llegó hace poco. También comprendió que el tema del que hablaban era sobre los puntos de máxima seguridad a ser cuidados el día de la subasta.
Al ver a Taki concentrado mirando la proyección que le mostraba Raoul sobre la amplia mesa del salón, pensó que no quería que lo viera con esa ropa… antes de ser observado por cualquiera de los dos, empezó a alejarse por el pasillo.
- Hola, Katze. Me alegra que te levantaras – se acercó Uri por el otro extremo, Den le había avisado que se despertó.
- Katze – Raoul interrumpió sus indicaciones al verlo alejándose por el pasillo – ¿Todo está bien?
Imposible dar marcha atrás. Se acercó saludando a Taki y a Raoul, evitando saber cómo lo miraban.
Taki arrugó un poco los labios, para evitar otra mueca cuando delante de él tenía a Katze en pijama… su adorable jefe se veía realmente adorable… nunca lo había visto con ese tipo de ropa.
Katze tomó asiento en una cómoda silla disponible en la mesa que tenía algunas pantallas y hojas que ocupaba Raoul para su explicación. Intentó prestar atención cuando el rubio continuó, pero la cabeza le dolía, solo esperó que terminara.
Un leve toque en el hombro llamó su atención, Uri le trajo un plato con agradable comida que compró en el restaurante. Además de tener mucha hambre, el detalle que más le emocionó fue que no tendría que pasar la vergüenza de comer usando una cuchara. Posados sobre una elegante servilleta de tela, fueron depositados un tenedor y un cuchillo.
Raoul no dejó de dar indicaciones pero sabía que su sorpresa no fue desapercibida. También sabía que tenía la mirada de Taki sobre él mientras se llevaba bocados pequeños a la boca y prestaba atención a lo que decía Raoul.
Fue desalentador no comprender a cabalidad lo que hablaba. Sólo eran indicaciones de cómo organizar el grupo a cargo de la seguridad y cómo debían moverse según los salones de la subasta y la mercadería (algo que antes él manejaba muy bien). Rendido por el esfuerzo de tener que seguir el hilo de la conversación, dejó de prestar atención y se centró en la comida.
Cerca a él tenía unos papeles, los acomodó para su perspectiva y se dispuso a leer.
Su engorrosa mente tardó en comprender que era el catálogo de mascotas que serían subastadas; con esfuerzo y largas pausas mientras comía, reconoció que no era lo que esperaba.
Antes de pedir a Raoul una explicación, buscó con la mirada si habían más hojas referentes al catálogo. 
- Si más adelante necesitas alguna aclaración, debes decírmelo sin problemas. Katze asistirá a la subasta y también personas importantes de otros planetas, sin mencionar que estaré ahí. Taki, no puede haber puntos ciegos.
- Sí, Maestro.
- Debes buscar hombres de confianza para dejar a cargo todas estas responsabilidades. Porque ese día, desde que lo recojas de aquí mismo hasta que llegue la noche y lo dejes aquí también, Katze será tu máxima prioridad.
Evitó levantar la mirada, para no ver la decisión de Taki que cumpliría al pie de la letra todas esas indicaciones.
A medida que Raoul continuaba explicando cómo sería la precisa colaboración de Uri y Den en el estresante día que tendría tres niñeras con él, cayó en cuenta que salir de casa y retomar sus funciones no significaba alejarse de las reglas que debía cumplir…
Cuando clavó con cierta fuerza el tenedor sobre un pedazo de patata, Raoul hizo una pausa.
- Escucha con atención, Taki – Raoul retomó su monólogo – Tú estas cerca de las instalaciones del Mercado Negro, antes que Katze se incorpore por completo, debes estar al tanto de su nuevo régimen alimenticio. Todavía no hemos llegado al punto exacto de retomar viejos hábitos. Así que, hay muchos alimentos prohibidos, sobretodo porque son contraproducentes con los medicamentos que toma.
- Raoul, no es… – quería decirle que no era “necesario” estar presente cuando le indicara a Taki sobre sus cuidados. Pero pensó que, era el propósito intencional, Den y Uri habían sido instruidos a puerta cerrada y eso había ocasionado varios conflictos – Olvídalo, continúa.
Centrado en darle explicaciones al guardaespaldas personal de Katze, Raoul dejó a un lado el malhumor que podía desarrollar su pelirrojo, para después.
Raoul hizo referencia a que Taki debía memorizar su horario de alimentación y de las siestas. Favoreciendo que Uri y Den estarían siempre cerca para facilitar que la comida sea la indicada.
- Entonces, nada de nicotina, estimulantes o cafeína – razonó Taki.
- Sí. No sé exactamente cómo es la relación con otros mestizos, pero no será bueno para Katze si hay algún fumador cerca. Así que nadie debe fumar si él está en la misma habitación.
Katze se levantó y fue a dejar su plato a la cocina, no quería imaginarse las paredes de sus instalaciones de trabajo lleno de letreros que prohibieran fumar… renegó ante la idea ridícula de Raoul ¡Era Ceres! Y si un mestizo decidía fumar, nadie lo iría a prohibir… bueno, Taki tal vez sí.
¿Con qué argumento?
No quería que todos conocieran su condición.
- ¿Estás bien? – Uri estaba ahí, al parecer leía algo mientras esperaba que la reunión terminara.
- Solo quería apartarme un poco.
Uri le sirvió agua cuando Katze ocupó una de las sillas a su lado.
- ¿Debo equipar la cocina de su oficina? Antes solo había una cafetera y un microondas – se escuchó la voz de Taki.
- Sí, no será malo tener dispuesto siempre refrigerios saludables pero mis muebles se encargarán de eso. Hay que preparar un ambiente especial donde se pueda instalar diferentes aparatos de cocina y un refrigerador.
Katze suspiró.
- Un poco más – lo animó Uri – Vale la pena si con esto regresas.
Entre sorbos largos de agua, Katze se tragó su descontento cuando el tema siguiente fue acondicionar una habitación para que descansara en el trabajo.



Cuando Taki se fue, dejando otro gran abrazo en Katze, él no quería iniciar una discusión con Raoul de temas que eran imposibles controlar.
La leche ya estaba derramada y Raoul tenía molestos fundamentos que no quería escuchar por enésima vez. Se concentró en lo que su curiosidad le pedía.
- ¿Tienes un momento, Raoul?
El mencionado, que ordenaba sus pantallas y papeles, se sorprendió por la amable voz, esperaba que Katze se retirara a su habitación suprimiendo su enojo o lo desatara sin problemas.
- Sí, amor.
- Estaba leyendo la lista de las mascotas que se subastarán, ¿esas son todas? ¿O es una lista momentánea? – entre hojas que tenía en las manos, Raoul le alcanzó de las que hablaba – Exactamente, faltan los Serafines de cada año, eso es algo que no puedo olvidar y ¿por qué el precio de las “paraditas” es inferior? O  estoy equivocado…
- No estás equivocado – dijo Raoul evitando el suspiro de su pecho – Hubo muchas cuestiones insostenibles.
Del rostro indescifrable de Raoul, Katze devolvió su atención a las letras.
- No logro recordar del todo bien, pero estas mascotas, en su mayoría no son de pura sangre, y ¿no hay sirenas este año? Incluso las paraditas son hembras y los de mayor precio son los machos.
Ante el silencio que se asentó, Katze reconoció que no era un problema ignorado por Raoul.
- La subasta saldrá bien, amor. He realizado los cálculos y, a pesar de no tener las razas más llamativas que se acostumbra cada año, tenemos otras novedades. Es mejor que no te preocupes por esto – Raoul sacó a relucir su lado protector, por supuesto no iba a dejar que Katze se angustiara.
Pero Katze no iba a dejar el tema tan fácilmente, podía estar fuera de práctica, pero no olvidaba los fundamentos para el éxito de ese día.
- ¿Qué novedades?
- Olvídalo, amor, por favor.
- Por favor, Raoul, dímelo.
Raoul suspiró finalmente, organizar la mercadería para la subasta del Mercado Negro resultó tan agotador incluso para su cerebro y capacidades mejoradas y sí, tenía todo un equipo de subordinados que cumplían sus órdenes; pero habían varios proyectos desarrollándose en simultáneo. No estaba realmente enfocado en una única dirección.
Sin mencionar que también cumplía con la cara pública de Amoi.
Especialmente, porque gran parte de su tiempo dedicaba a la persona que tenía en frente y lo miraba con atención y demanda… Raoul Am entregó su ciencia para ver la lucidez en los ojos dorados.
Debía admitir que había descuidado algunas de sus funciones para ver a Katze como lo tenía hoy.
Sólo esperaba que su trabajo alcanzara para complacer a Júpiter.
- Amor… he estudiado las demandas que existen a la Academia, este año está marcado por una tendencia diferente en cuanto a edad, color de la piel, ojos, cabello y el sexo de las mascotas. Las razas más demandadas son las Gilard y las Paraditas.
Katze revisó la lista, encontrando lo que Raoul le decía.
- Este año todas las mascotas serán muy jóvenes.
- No todas, pero en su gran mayoría, sí. Con mi equipo, reunimos más mercadería de otros laboratorios, pocos han salido del mío.
No fue difícil asumir el porqué detrás de eso, Raoul trabajaba mucho, pero al mismo tiempo, pasaba gran parte de su tiempo libre con él, en casa o cuidando los detalles de su recuperación.
Hubo un golpe de culpa.
- ¿Qué es esto? Las últimas trece mascotas están marcadas únicamente por su número de serie. No tienen descripción u origen. Su precio es alto.
Bueno, era el momento de mencionar una palabra que podía resultar desagradable para Katze, pero también podía no resultar en nada.
- Son quimeras.
Era gracias a Iason, que adquirirlas como mascotas era una moda entre las Élites más adineradas. 
- La descripción es aún más importante para este tipo de producto, las quimeras… – sintió que su cabeza sufría una leve punzada y la boca se le secaba de inmediato, olvidó lo que estaba hablando y sólo dijo – ¿Qué tipo de quimeras?
- Son de dos clases. La quimera humana con mezcla de particularidades animales y la otra es la alienígena.
- Entonces…
Murmuró Katze, sin saber que apretaba las hojas entre sus manos.
- Ninguna será para la Sala VIP, no tendrás que verlas. Hablé con Taki mientras dormías y se encargará de alejarlas de tu camino. Por supuesto que no ofrecí una explicación, así que no tienes que incomodarte.
- Sí – murmuró, sintiéndose patético. También se dio cuenta que tenía la mente vacía.
Suspiró.
Raoul se dio cuenta de eso y suavemente le retiró los papeles de las manos.
- Vamos a mi oficina amor, ahí podré seguir organizando mi trabajo y tú podrás estudiar o relajarte un poco con tu tableta.
Girando en una espiral de colores confusos, Katze guardó su compostura exterior. Había aprendido a mantener un comportamiento “normal” para el resto de los demás, mientras sentía que la sombra de sus malos, terribles y abominables recuerdos le sonreían desde adentro. Acechando…
Mantenía la máquina en funcionamiento, su cerebro y conducta, haciendo lo que se esperaba de él. Pero cada vez que se detenía, podía verlo al cerrar los ojos…
El monstruo…
Se exaltó a media noche, cuando sus terribles y enormes ojos emergieron de la oscuridad de sus pesadillas.
Fue bueno despertar al solo verla y no después… cuando el terror lo envolviera con tentáculos.
Se levantó de la cama con especial cuidado de no despertar a Raoul. Temblaba a causa de sus miedos y, con rodillas inestables llegó al cuarto de baño donde enjuagó su rostro de las lágrimas.
La brutalidad que vivió, sometido bajo la tortura de la quimera, era un espacio negro en su mente.
Una puerta cerrada.
Lo que sentía, cuando los recuerdos de la quimera querían salir a flote… 
Agitó la cabeza, como espantando los recuerdos que venían. Katze se enjuagó la cara una vez mas y en vez de regresar a la cama, al lado de Raoul, tomó su tableta y salió al balcón.
Hacía frío, pero prefería ser aturdido por el aire helado, traspasando su piel que estar cómodo con sus pensamientos. Encendió la pantalla para jugar un poco. Luego, revisó lo que había logrado avanzar del informe de ventas que debía entregarle al Rubí.
Pero fracasó estrepitosamente en cualquier cosa que empezara. El miedo que le provocaba traer de vuelta los recuerdos de la quimera…
Devolvió su mirada a la cama, donde Raoul.
Se lo pidió, su Blondie le pidió que confiara en sí mismo y sus habilidades, en sus avances en la terapia y olvidara los problemas de la subasta.
El brillo de las lunas tocaban la fría piel de Katze y acariciaban sus cabellos rojos, haciéndolos mecer. En el silencio quedo, se preguntó cuánto realmente estaba sacrificando Raoul para poder estar juntos. Y si ese sacrificio no sería demasiado alto un día.


Mientras desayunaba y, siempre que se mantuviera comiendo, Katze tenía permitido leer algo en su tableta.
Estaba un poco ojeroso porque durmió mal, pero mantenía firmemente su mente concentrada en terrenos seguros. Ahora, leía ávidamente el mensaje que dejó el Rubí sobre la presentación del día anterior, decía: “Presentación sofisticada”; “Argumentos sólidos”; “Lenguaje técnico muy apropiado”; “Capacidad de convencimiento que resulta gratificante”. Eran algunas frases que hicieron que Katze sonriera ligeramente. También vino con una dosis de crítica constructiva, como: “Mejorar la vocalización sin apresurarse”; “Fortalecer la confianza”; “Enfatizar las ventajas de adquirir el producto”.
- ¿Qué estas leyendo? – Uri preguntó. Raoul que estaba mandando un mensaje en ese momento también notó su sonrisa.
- Es sobre la presentación que hice ayer, le gustó – comentó Katze comiéndose una galleta – Es un Rubí bastante peculiar, pero al parecer le gustó la presentación.
- ¿Qué te dijo?
- Está interesado en los grillos. Él dice que, por la forma en que los presenté, multiplican su valor, ¿les digo algo interesante? ¡Tiene un mueble pelirrojo!
Fue algo curioso que Katze viera a los muebles palidecer está vez y no al revés, incluso Raoul, que dejó por un segundo su expresión en pánico.
- ¡¿Cómo?! – Raoul fue el primero en hablar.
- ¿Qué sucede?
- ¿Cómo se llamaba el Rubí y su mueble? – preguntó Raoul entrando desde su celular a la base de datos que tenía disponible por el cargo que ocupaba.
Conmocionado por la tensión, Katze le dijo los nombres – ¿Qué está sucediendo? – también cuestionó a Uri y Den, que lo miraban alternativamente a él y a Raoul.
- Es verdad, el Rubí de nombre Ivanne Masik que viste ayer en tu primera visita, tiene un mueble que es pelirrojo y se llama Luciel – confirmó Raoul, sonando aliviado.
- ¡Es lo que acabo de decir! ¿Raoul, puedes decirme qué está pasando? – cuando Raoul lo miró e hizo una pausa sin contestar, dijo – ¿Tú sabes algo, Uri?
- Es una extraña moda ahora, lo verás durante la subasta, tanto muebles y mascotas, la tendencia es que sean pelirrojos – comenzó a explicar Raoul – No quería que lo supieras para que el tema no te molestara. Incluso algunos Élites han llegado al extremo de teñir el cabello de sus muebles.
- ¿Por qué me molestaría?
- Podrías pensar, erróneamente, que están hablando de ti.
Katze no le dio muchas vueltas al asunto, Raoul había sido sobreprotector y cauteloso siempre, así que le restó importancia. Se encogió de hombros y continuó comiendo.
Raoul devolvió su atención a su propia pantalla, realmente no tenía tiempo esa mañana para tratar de convencer a Katze de lo dicho, fue un alivio que se solucionara fácil y más, si no hubo necesidad de nombrar a Iason y explicar la verdadera razón de su sorpresa.
Tenía trabajo por hacer, estaba estresado. Había sido convocado ante Júpiter un poco más tarde ese día y no era algo bueno.



Katze revisaba lo que había escrito sobre el informe de ventas que tenía que realizar. Reemplazó algunas palabras por otras, volvió a borrar el inicio y se quedó mirando sus dedos sobre el teclado… Nada… Suspiró…
Debía admitir, a su pesar, que cuando se cansaba, no lograba pensar con agilidad. Y no sólo era el cansancio, también tenía que conducir a sus recuerdos, por los pasajes correctos.
- ¿Estás bien? Casi no has avanzado hoy – dijo Uri que leía, a petición de Katze, lo que había escrito el día anterior – He encontrado algunos errores gramaticales, pero nada grave. 
Katze soltó un cansado suspiro de su pecho y llevó un solo dedo a apagar el monitor de su computadora.
- Es mejor ir a casa. Estoy muy cansado, Uri.
El mueble de cabellos marrones comprobó la hora en su reloj, era muy temprano por la tarde e imaginó que al llegar a casa, el humor depresivo de Katze no iría a cambiar, tampoco seguiría trabajando en su informe, no quería que pasara el resto de la tarde solo en su habitación.
- ¿Te gustaría ayudarme a preparar un pastel de chocolate para esta noche? También podemos hornear galletas y decorarlas con crema o glaseado, tengo variedad de confetis porque al maestro le gustan y bueno… son divertidas.
Iba a rechazar la oferta, no tenía la obligación de unirse al grupo de muebles y esperar a Raoul con alguna preparación, pero tan cansado y fastidiado como se sentía, quizá hacer algo diferente lo sacaría del charco de donde estaba.
- ¿Pastel de qué dijiste que querías hacer?
Uri sonrió ampliamente – Chocolate.
Den los escuchó y comenzó guardar el montón de hojas que tenía en las manos, Katze le asignó la tarea de ponerlas por orden cronológico, eran unos informes recién impresos. No había leído ampliamente su contenido y estaba cómodo con su trabajo, solo tenía que ver las fechas y ordenar. Se lamentó un poco cuando surgió la idea de preparar el pastel… no le gustaba cuando Katze se unía a ellos en la cocina  ¡Era tan estresante!
- Lo que ama Raoul, más que los pasteles, son las delicadas donas rellenas.
- ¿Las rellenas de crema, fruta o mermelada?
- Sí.
- ¡Bien! Entonces, hagámoslas.
- Pensándolo un poco, entre los dos podemos preparar el pastel y las donas ¿Por qué no? Será un festín y Raoul no lo espera en lo absoluto.
- Imagina lo que podemos hacer entre los tres, Katze – lo animó Uri, intentando que en los planes quedara incluido Den.
- Por supuesto – dijo Katze, mientras se ponía la chaqueta para salir – No es como si Den se fuera a su habitación a holgazanear mientras nosotros estamos en la cocina.
Ambos se miraron por un minuto, Den todavía estaba de rodillas en el suelo ordenando las hojas y Katze de pie detrás del escritorio.
A pesar de la diferencia marcada por su altura, fue la primera vez que Den no mostró una mirada resignada, todo lo contrario, Katze vio la molestia relampagueando en sus ojos, demasiado breve, antes de romper el contacto visual.
- Yo no holgazaneo – murmuró Den para sí mismo.
- Eso dices. Pero Uri hace la mayor parte de las cosas complicadas en la casa – Katze no quedó indiferente a la réplica.
- Por favor, Katze… – Uri intervino, caminando en su dirección para que lo mirara a él y no a Den, con esos ojos dorados filosos y petrificantes, su compañero mueble tuvo la prudencia de no volver a retar a Katze con su mirada – Den dice la verdad, nadie holgazanea en casa.
- Raoul es demasiado tolerante con Den y tú, Uri, tienes un buen corazón.
Hubo una pausa donde Katze volvió a mirar a Den con desprecio.
- Por favor, Den ¿podrías ir a preparar el auto para regresar a casa?
Cuándo así lo hizo y la puerta se cerró silenciosa, Uri suspiró. Era la primera vez que iba a abordar el tema con Katze.
- Sé que Den no te agrada, pero si lo sigues menospreciando y quitándole la confianza, nunca podrá mejorar. Eres demasiado duro con él. Además, Den es un mueble muy competente.
- Con las habilidades que ha demostrado, nunca debió ser seleccionado para servir a Élites de alto rango, debería estar trapeando los pasillos en Eos.
- ¡Katze! Lo que trato de decir es que, no se trata de Den o su trabajo, si no, la forma en que tú decides tratarlo.
Katze suspiró cerrando los ojos por un momento, no quería justificarse ante Uri, pero había empujado al mueble de buen corazón hasta el punto que creyó necesario intervenir.
- Lamento incomodarte cuando presencias esto. Dejaré tranquilo a Den siempre que él haga bien las cosas.
No era el compromiso que quería Uri, no estaba seguro si al menos estaba cerca de que entre ellos hubiera tolerancia, pero al menos, Katze no molestaría a Den.



Raoul estaba preparando todos los informes que debía presentarle a Júpiter. Con el enlace que establecían en sus comuniones, debía tener su mente despejada para que fuera más breve y la supercomputadora no indagara de más.
Debía tener especial cuidado con lo referente a la subasta del Mercado Negro, estaba anticipando que Júpiter iba a comparar su directiva con la de Iason.
Iason… estaba en comunión con Júpiter ahora, justo antes que él.
¿Por qué?
Y así fue, antes de ingresar a la cúpula de la inteligencia artificial, su hermano salió. Raoul iba a ignorarlo, pero Iason se acercó directamente.
- Júpiter está esperando grandes resultados de la subasta… tú y yo, hemos tenido conflictos, pero no me alegra en lo absoluto que tengas problemas con Júpiter.
- No tengo y no tendré conflictos. Júpiter me espera. Muévete de mi camino.
Iason no se movió, Raoul avanzó de todas formas chocando ligeramente los hombros.
- Raoul, – el mencionado se detuvo, ladeando ligeramente el rostro – recuerda que Júpiter no amenaza vanamente. Antes que ella te amoneste, podríamos encontrar una solución juntos.
Raoul volvió sobre sus pasos, sintiendo la molestia emerger desde su interior, ¿Iason le estaba ofreciendo ayuda?
- Mejor presta atención a ti mismo, cuídate de no cometer ningún acto propio de un enajenado mental.
Iason vio la silenciosa puerta cerrarse en la espalda de su hermano, y no se movió por unos segundos. Raoul era tan tajante que ya no cabía la sorpresa de ser tratado así, solo espacio para pensar en el mejor camino, en la forma de ayudarlo…
Pero si lo rechazaba, sea cual sea su tipo de acercamiento ¿Qué más podía hacer?
Iason tomó asiento en su oficina y esperó, concentrándose en su tablero mental de ajedrez, pensando en sus fichas.
El tiempo se acababa.
Creía que podía educar nuevamente a Katze y darle la confianza de poder retomar su puesto en el mercado negro, pero la subasta que Raoul planificaba ahora, era una muestra de su liderazgo y para Júpiter, estaba claro que no iba por buen camino.
Lo comprobó cuando retornó al último piso de la Torre de Júpiter y solicitó una nueva audiencia con ella, después que Raoul se fuera. Todavía era tratado con consideraciones y Júpiter lo escuchaba, toleraba su preocupación, también confiaba en él para compartir sus planes y perspectivas.
Raoul iría a ser corregido si la subasta no alcanzaba el éxito del pasado.
Júpiter no iría a arriesgar su dominio por las particularidades hogareñas de uno de sus Élites.
Para salvar a Raoul de una corrección mental, Iason debía acudir y buscar la ayuda del único al que escucharía.



Raoul terminó de mandar un mensaje a Katze para avisarle que llegaría para la cena y apagó su comunicador, no quería más interrupciones por parte de otros Élites.
Estaba cansado… Júpiter había puesto sobre él, el filo de una corrección mental. Para ella, su trabajo y su conducta en general, no podía sobrellevarse más.
Para Júpiter, la subasta estaba presentando problemas.
Claro, los invitados a la subasta no eran los mismos de años anteriores, muchos declinaron al no ver el nombre de Iason al frente de la organización, todavía pudo contactar a otros magnates pero estaba el problema con la mercadería, las mascotas no eran lo que esperaban.
Intentando enfocarse, Raoul revisó sus pendientes y llamó a sus subordinados. Había mucho trabajo por hacer y no sólo la subasta, eso apenas era una parte.



- El horno ya está calentando – dijo Uri cuando verificó la temperatura en el panel automático. Regresó a su lugar frente al mesón de cocina y continuó revolviendo la crema dentro de un gran pocillo. Katze estaba no muy lejos, terminaba de ordenar en la bandeja, previamente engrasada, las donas para su cocción.
Den se encargaba que no quedara platos e instrumentos sucios, ayudaba a Uri únicamente en lo que le pedía; Katze no había hablado con él y, eso para Den era un alivio.
Ahora picaba las frutas para adornar la torta y otras para rellenar las donas. 
- Raoul no espera que lo recibamos con éste festín – Katze miró en dirección al amplio salón que era ocupado principalmente por la gran mesa de madera antigua de doce sillas a juego. Él elegía el mantel, el centro de mesa y ponía la elegante vajilla para la ocasión. Le gustaba apreciar la sonrisa de Raoul cuando llegaba y admiraba una casa esperando por él con tan fina presentación. No lo hacía todos los días, pero esperaba que Raoul se percatara que cada detalle, estaba pensado para que el Blondie lo disfrutara.
- ¿Está bien en este punto? – preguntó Den, mientras vaciaba la mezcla líquida del bizcocho para la torta en un molde para meter al horno.
- Sí Den, está perfecto.
- El otro día vi un decorado de torta muy interesante, – recordó Katze mientras ordenaba en pequeños platos todos los confetis y demás ingredientes para decorar las donas – Te lo mostraré Uri, podemos hacerlo así. Iré por mi tableta. Mientras tanto no olvides sacar el chocolate para derretir. 
- Sí.
Cuando Katze fue a su habitación, Uri y Den comprobaron la temperatura del horno y metieron ambas bandejas llenas.
- Está muy alto… bajemos solo a 180° y por 30 minutos inicialmente.
Cuando Uri accedía a la pantalla y estaba por programar, el timbre sonó.
- ¿Quién será?
- Iré yo, Den, termina de hacerlo tú, por favor. Sólo 180° y por 30 min.
Mientras miraba la pantalla y buscaba en las opciones de programado, escuchó a lo lejos la puerta abrirse… en vez del educado saludo, Uri perdió el aire.
- ¡Iason Mink!
Su dedo se detuvo antes de apretar cualquier comando. Sintió un aire frío recorriendo su espalda, su cerebro sufrió un electroshock y mientras sus nervios parecían encogerse, todavía logró pensar en Katze.
Katze…
La prioridad era evitar un encuentro con Iason a toda costa. Antes de entender lo que estaba haciendo, Den corrió en dirección al pasillo por donde se aproximaría Katze en cualquier momento. Todo esto mientras escuchaba el inolvidable sonido de los seguros y decididos pasos de Iason Mink ingresando en la casa.

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