Llorar

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Los propósitos eran múltiples, desde intentar comprender su propia caída a la destrucción y también, encontrar el mejor camino para reparar el daño hecho a Raoul, y por supuesto, principalmente a Katze.
Iason entró a su computadora y entre archivos y carpetas accedió a la antigua memoria de su yo mismo, miraba los recuerdos extraídos por Júpiter. Revisaba exclusivamente los relacionados al encierro de Katze.
Había visto varios episodios, para emprender la difícil tarea de entenderse.
Dado que Júpiter los creaba con la misma base y fundamento, no era muy distinto a su antiguo yo, pero al mismo tiempo los acontecimientos que promovió lo hacían irreconocible... incluso para él.
Inició la reproducción.
Recordaba a Katze y… lo que había entre las paredes de la habitación ya no era Katze.
Este recuerdo, era uno de los pocos que no tuvo una interacción sexual, donde Katze fuera atacado. A diferencia de los otros, donde había usado al mestizo llamado Guy, la quimera que tenía antes como mascota o, él mismo.
Ingresó a la habitación, pasando entre el colchón sucio, manchas de sangre en el piso y las paredes.
Su propia ropa blanca, desde los zapatos, brillaban por la falta de impurezas. Contrastando con su alrededor.
Sus pasos resonaron hasta llegar al cuarto de baño, demostrando su falta de duda al andar. Se detuvo y enfocó sus ojos en la figura que yacía de costado en el suelo de azulejo blanco. Su cabello rojo caía sucio y desordenado sobre su rostro.
Fue recientemente que había recibido un gran daño, y el dolor había dejado marcas sobre su piel pálida y enfermiza. Eran púrpuras, casi de color negro, tenían forma de espiral que subían por sus brazos hasta el pecho e igualmente sus piernas desnutridas, terminando en la cadera sobresaliente.
La restricción y sometimiento por parte de la quimera, fue la causa para que terminara gimoteando en el suelo del baño, lo mas alejado posible de la puerta de entrada.
Tenía las piernas sin flexionar, una mano sobre su rostro y la otra en el suelo.
Estaba llorando.
Iason, mirando pantalla, reconoció con algo parecido al disgusto, que cada vez que había visto estos recuerdos, Katze estaba llorando, contenía sus lágrimas o terminaba por llorar.
El Iason dentro de la habitación no demostró su intención pronto. Solo observó a Katze.
Quizá porque sabía que si usaba algo más de fuerza de lo usual o se olvidaba de esa fragilidad moribunda, terminaría por matarlo. Iason se detuvo y solo observó. Fue lo suficientemente coherente consigo mismo para llamar a su mueble, un niño llamado Den, que vino con un plato de comida para alimentar a Katze.
Se arrodilló a su lado, con cuidado de no dejar el plato en el suelo sucio. Le tocó el hombro, llamándolo por su nombre con voz tímida. Lo único que consiguió fue que el volumen de su llanto aumentara.
Por su expresión mortificada, se leía el miedo de ser sacado de la habitación sin cumplir su propósito; por la posición del cuerpo de Katze, era complicado guiar la cuchara a su boca. Den no podía esperar que Katze entendiera lo que sucedía, que no lo lastimaría. Sumergió sus dedos en la comida y se la untó en los labios. 
Susurró algunas palabras para alentarlo a comer, mientras continuaba ayudando con sus dedos, por la falta de fuerza para que Katze se sentara y comiera solo. Cada movimiento era lento y parecía doloroso.
Fue tan…
Iason apagó la pantalla, él también tenía un límite y lo rozó cuando lo siguiente fue ver que se abría el cierre del pantalón y comenzaba a masturbarse.
Cada vez estaba más convencido de porqué Raoul lo odiaba.
De porqué alejaba y protegía a Katze con tanto ahínco.
Pero todo volvería a cero si dejaba que Raoul fuera corregido. A él le beneficiaba que Júpiter le hiciera eso, Raoul olvidaría todo, y podrían ser amigos… pero para ser justos… Raoul pagó el precio para tener su felicidad con Katze, al menos con su ayuda, podía asegurarse que perdurara.
Tenía que ser prudente con Katze.
Especialmente porque sabía que, solo con verlo, podía matarlo del susto.



La puerta se abrió.
- ¡Iason Mink!
Uri, el mueble de Raoul, se paralizó en la entrada.
Como sabía su objetivo y como alcanzarlo, tomó a Uri del brazo, fue un agarre firme pero no lo lastimaría; de un solo movimiento manipuló la pantalla de su brazalete de identificación para sacárselo e impedir que llamara a Raoul; sin consideraciones le dio un leve empujón y cerró la puerta por dentro.
Su voz gritando que abriera y sus puños contra la puerta se dejaron de oír a medida que se adentraba.
Había un olor peculiar a repostería y por dentro, la casa estaba silenciosa, ligeramente desordenada la cocina.
Antes de dejar el brazalete de Uri sobre una mesa, se percató que la luz de notificación parpadeaba en rojo, señalando que tenía un mensaje importante.
Dubitativo y algo molesto por su propia curiosidad, decidió que no era del todo una perdida de tiempo si así aprendía sobre la casa de Raoul y lo que ocurría a puerta cerrada.
“Katze estuvo toda la mañana en mi oficina, no pude guardar las solicitudes ahí, las oculté en el cofre de la entrada”.
No tenía tiempo para quedarse mirando, actuó. Si había algo que Raoul ocultaba a Katze, eso debía saberlo.
Y por qué las cosas seguían siendo como las recordaba en la casa de su antiguo amigo, supo exactamente el lugar del que hablaba Raoul en el mensaje.
Diversos sobres, en su mayoría de color rojo o con figuras de corazón, le dieron la idea precisa de lo que se trataba.
Las voces que escuchaba, provenientes de una habitación al fondo del pasillo, empezaron a hacerse más perceptibles, distinguiendo la de Katze sin problemas.


Den, apresurado, corrió a la habitación y casi chocó con la puerta cerrada.
Con los pensamientos cruzando rápidamente por su cabeza, vio el escenario de entrar alarmado y gritando “¡Iason está aquí!” ¿Eso sería aún peor? Era tan difícil anticipar las reacciones de Katze; cualquier cosa viniendo de él desataría un fastidio. Tal vez ingresar a la habitación, cerrarla por dentro y llamar a Raoul funcionaria… Solo tenía que distraer a Katze el tiempo suficiente para que Iason sea echado fuera.
Tomando una bocanada de aire, ingresó con su mejor máscara de calma. 
Katze estaba sentado en la cama mirando su tableta. Buscando lo que había mencionado a Uri. Miró a Den con el ceño fruncido cuándo entró, tecleaba algo en su brazalete de mueble.
- Katze, ¿recuerdas el juego de mesa que jugamos la anterior vez? – Den se mantuvo cerca de la puerta para evitar que Katze saliera pero intentó sonar muy casual – El Maestro Raoul me escribió, dice que sería una gran idea jugarlo nuevamente. Uri dice que lo guardó en el armario, voy a sacarlo ¿Está bien?
Den se acercó a una silla pesada de madera y procedió a querer empujarla, era imposible levantarla para él.
- ¿En el armario? ¿Un juego de mesa? Uri los guarda en la otra habitación – dijo, decidido a demostrar que, como siempre, Den estaba en un error. Abrió las puertas del armario y sin necesidad de una silla procedió a revisar en la parte superior.
Entre sabanas y otras ropas de cama no encontró nada.
- No está aquí.
- Qué raro, tal vez está en otro lugar del armario.
Fue su tono de voz sospechoso, o de todas formas, Katze no tenía la paciencia para continuar buscando algo que no estaba en su sitio.
Katze simplemente desechó el tema, tomó su tableta de la cama y se dirigió a la puerta.
- Hazte cargo. Por una vez, no busques ayuda.
- ¡No! – casi gritó cuando Katze se asomó para salir – Espera, … ¡mira! Ahí, por la ventana… ¿Es lo qué creo que es?
Den fue tan intrigante que Katze involuntariamente miró por la amplía ventana del balcón.
- ¿De qué hablas?
- ¡Es el ave amarilla que mencionó el Maestro! Dijo que había que tomarle una foto cuando la veamos. Tu cámara es mejor que la mía ¿Podrías hacerlo?
Katze arrugó el ceño y miró a Den con desprecio.
- Como dije, por una vez, no busques ayuda.
Abrió la puerta de la habitación sin lograr dar un paso, Den se colocó delante de su camino. Usó sus manos extendidas en el marco de la puerta.
- ¿Qué te pasa?
- ¡Katze! Por favor, no salgas.
Hablaron al mismo tiempo, atropellándose con sus palabras.
- ¡Muévete! ¡¿Qué mierda te pasa?!
Katze se abrió pasó tomando a Den por el hombro y sacándolo de debajo del marco de la puerta.
Lo siguiente fue tan sorpresivo, que Katze tropezó consigo mismo. Den volvió a colocarse delante de él y lo abrazó por el pecho, o fue como ponerse como barrera antes de otro paso. 
Katze sintió los delgados brazos sobre él y la rápida respiración por el esfuerzo de empujarlo.
- ¡Suéltame! Pequeña mierda ¡Qué te sucede!
- ¡Katze! – ojos muy abiertos lo miraron – Entra a la habitación – hubo una nota muy notoria de súplica en sus palabras, además de ser susurrantes – Iason… Iason está aquí. 
Katze no supo si Den continuaba susurrando, solo vio que movía sus labios; después de esas palabras, todos sus pensamientos saltaron al vacío creado por el hueco por donde se hundió su corazón. Todo en él se bloqueó, incluso su capacidad de razonar, su audición parecía haber caído al fondo del mar y sólo escuchó sus palpitaciones. Su trepidante corazón marcó el ritmo contra sus costillas.
- Yo lo distraeré… pero métete – dijo Den mirando al final del pasillo, esperando igual de nervioso que su antiguo Maestro se asomara. Con la respiración superficial y los nervios crispados, intentaba tomar decisiones rápidas – El Maestro Raoul ya viene en camino, solo quédate adentro… Por favor.
Pero Katze no se movió, cada rincón de su cuerpo, sincronizado con el peligro y el miedo que le provocaba, resonó ante la cercanía inminente. El silencio agónico de su cerebro le impidió siquiera moverse.
El pasillo se oscureció cuando la imponente figura de Iason bloqueó la luz del exterior, arrojando su sombra sobre Katze y Den.
No fueron sus ojos conocidos, que lo paralizaban en su sitio; o la mueca inteligible de sus labios, con la que en múltiples ocasiones lo sentenció a horas de suplicio; sus terribles manos enguantadas, sin esfuerzo, se cernieron sobre Den, y lo dejaron contra la pared cuando intentó impedirle el paso.
Los recuerdos… Katze no necesitó mirarlo para sentirlo. En la oscuridad de los días que, desnudo y hambriento, fue herido en lo más profundo de la piel, quedó grabado en él, el pánico de tenerlo cerca.
Su cuerpo no reaccionó, con la cabeza gacha ni siquiera intentó respirar a través del ahogo que lo atravesaba en el pecho, o usar sus pies para salir corriendo; se quedó plantado en su sitio. Patéticamente con los hombros inclinados en posición sumisa, delante de aquél que, sin descanso, lo degradó y humilló sin inmutarse.
Iason no fue ajeno a la actitud que asumió Katze, la batalla interna por el dominio de uno mismo; Iason quería ser puntual y preciso, para que su invasión a la casa de Raoul durara lo menos posible; así, tal vez, Katze no se desmayaría pronto.
- Katze, no voy a lastimarte. Vengo a decirte algo importante – Iason comenzó, esperando que sus palabras atravesaran la coraza creada por el miedo. Katze no se movió o demostró alguna señal de estar dentro de su cabeza – Katze… es importante, Raoul ha recibido un llamado de atención de Júpiter, después de la subasta podría ser borrado ¿Sabes a lo que me refiero? ¿Verdad?
La única respuesta que se pudo percibir fue que abrió un poco más los ojos por la sorpresa.
- Al único que Raoul escuchará es a ti, – continuó Iason – habla con él, Júpiter no tolerará que cometa errores y no habrá nada que hacer más adelante. Katze… sé que te estás recuperando y estás trabajando para poder ser de ayuda a Raoul, tanto en el mercado negro como el día de la subasta.
Hizo una pausa, para medir el efecto de sus palabras.
- ¡Qué fue lo que le hizo a Uri! ¿Dónde está? – volvió a hablar Den, superado por sus miedos. Con sus manos temblorosas agarraba la fina ropa de Iason, tenía los ojos llorosos y se movía bajo el agarre de su cuerpo contra la pared. Iason no lo miró o le dio importancia.
- Katze, piensa en mis palabras. Yo no vendría hasta aquí, solo para decirte esto si no fuera una amenaza real de Júpiter, su mano caerá sobre Raoul y como consecuencia se llevarán a sus dos muebles y también te eliminarán a ti. No dejes que Raoul pierda más tiempo.
Iason se acercó un paso más, logrando quedar a solo un brazo de distancia. Arrastró a Den contra la pared sin soltarlo por el firme agarre que tenía sobre su ropa.
Katze sintió esa proximidad como la más venenosa fuente de energía maligna, que estremeció su columna y pateó su estómago. Fue ridículo darse cuenta que estaba llorando solo cuando sintió la humedad descendiendo en sus mejillas.
- Katze, entiendo que te estás recuperando pero, realmente, dentro de ti, está la solución a éste problema. Pregúntate si Raoul en verdad quiere dirigir el mercado negro o porqué ocupa un lugar que lo distrae y además, no entiende. Sólo lo hace por ti, para asegurarse que tengas un lugar a dónde volver. Habla con él y veras que digo la verdad. Te darás cuenta que Raoul no es apto para dirigir el mercado negro, él esta fallando en su trabajo y los resultados no mienten.
“Sólo es cuestión de tiempo para que Júpiter marque el punto de quiebre y Raoul sufra las consecuencias. Después de eso, Júpiter me devolverá a mí el manejo del mercado negro. Antes que suceda de esa forma, convence a Raoul de abandonar y ceder voluntariamente el comando del mercado negro, yo volveré a mi puesto y tú, también. Katze, este es un trato que nos beneficiará a todos. Respetaré tus horarios y cualquier condición que tenga Raoul sobre tu salud. Cuando te sientas preparado, el mercado negro tendrá tu experiencia, pero yo no seré tu dueño, trabajaremos juntos en esto. Este arreglo es el mejor que podemos conseguir antes que Júpiter borre a Raoul ¿Logras comprender lo que digo?
Era hora de marcharse, había dicho todo, no tenía nada más que hacer. Sólo esperaba que Katze lograra entender su propósito.
Por supuesto, su método era cuestionable; pero al menos tenía presente a uno de los muebles que podía contar sobre lo sucedido.
Por fin los ojos fríos y absolutos de Iason se posaron en Den y lo reconoció.
- ¿Por qué Raoul tiene la tendencia de quedarse con lo que es mío?   
Inmediatamente sus ojos regresaron sobre Katze y la cicatriz de su mejilla.
Le nació el impulso de querer sostenerlo de la barbilla y pasar sus dedos por el símbolo de su pertenencia. Era tan fascinante que, a pesar de todo y con Raoul pudiendo hacerlo, esa marca siguiera ahí. Pero se contuvo, no quería que su visita dejara una huella irreparable en la psique de Katze.
- Me voy. Es el último aliento que te doy Katze, no volverás a saber de mí, a no ser que seas tú o Raoul quien me busque. La propuesta está en la mesa. Espero que estés presente el día de la subasta al frente del trabajo, ayudando a Raoul; yo no iré, pero decidí, que para subir los números y los interesados, entregaré a mi mascota a la subasta.
Era todo.
Pensó que no tenía que mencionarlo, pero si conocía a Katze, este detalle sería como una patada en el culo, suficientemente fuerte para darle un impulso.
- El tiempo está pasando y esto es lo que el resto piensa de ti – soltó a Den y puso en el pecho de Katze los sobres que había encontrado por el mensaje en el brazalete de Uri, apartó la mano cuando Katze usó las suyas para agarrar los diversos papeles – Son solicitudes de apareamiento con la mascota pelirroja de Raoul Am. Todo Amoi está hablando y se cree que eres una mascota exótica, domada y exclusiva. Entonces, es mejor no ponerse cómodos aquí. Estaré esperando noticias tuyas.
Como todo en él, las manos le temblaban y los sobres, algunos en forma de corazón, se le resbalaron, incluyendo su tableta.
Tenía la pantalla encendida y fue imposible para Iason no ver su contenido.
Fotos de pasteles y cómo decorarlos.
Se agachó un poco y la recogió, pasándola a Den, después de dar una significativa mirada a Katze que había empezado a tener problemas para respirar.
- De esto hablo.
Murmuró, mientras se alejaba.
El oxígeno pareció más liviano y fácil de llevar a los pulmones a medida que se hacía distancia entre el eco de sus pasos y su sombra alejándose. Pero sus piernas perdieron la batalla, las rodillas le temblaron hasta dejar que la gravedad llevara su cuerpo al suelo.
Katze cayó sobre sus rodillas y manos, luchando por no parecer una hoja al viento.
- ¡Katze! Por favor, respira lentamente. ¿Puedes oírme? Iason se fue, estás en la casa de Raoul, Raoul llegará pronto.
Den dijo frases cortas y claras ante el evidente ataque de pánico que se desataba en la psique de Katze; debía usar algunos equipos médicos, pero hace mucho que no cargaba con esos instrumentos todo el tiempo, además estaban solos en la casa.
Se agachó a su lado y lo tomó por los hombros, como solía hacerlo durante el tiempo que duró su enfermedad mental y sufría un ataque. Mientras apretaba y soltaba los puños, no dejó de hablar cosas ciertas y verdaderas sobre su avance en su recuperación. No iba a dejarlo solo.



- ¡Abra! ¡Maldición! ¡No puede hacer esto!
Uri no acababa de comprender cómo es que llegó a estar golpeando la puerta de la casa donde vivía. Sin su brazalete de mueble ni siquiera podía abrir la puerta o hacer algún llamado ¡Mierda!
La adrenalina de saber que Iason Mink estaba dentro de la casa, como un maligno depredador cerca de sus presas indefensas, lo aceleraron.
Limpió sus lágrimas de forma mecánica, no era el momento de llorar. Intentó pensar en algo.
Buscó por los alrededores de la casa alguna ventana abierta, pero tenían el seguro puesto por dentro. Había muchas abiertas, pero todas estaban elevándose por encima de su altura. Rodeó los jardines buscando alguna forma… No sintió el dolor de caer sobre sus rodillas o codos cuando intentó subir por un árbol.
Era inútil.
Fue entonces que pensó que Iason Mink no llegó caminando.
Como sospechó, en la vereda de la calle, a solo unos metros de la casa, un elegante auto estaba estacionado.
Mientras más se acercaba, más reconocible era. El mueble que estaba detrás del volante era el niño pelirrojo.
Fue una suerte que Iason dejara la puerta de las rejas abiertas y Uri salió corriendo en dirección al auto. Sin ceremonias golpeó el cristal del conductor para llamar su atención.
Lowe no estaba mirando, ajeno a todo, jugaba en la pequeña pantalla de su brazalete de mueble.
Al ser interrumpido por golpes insistentes, miró asustado a Uri. Tenía rastros de tierra y hojas secas en varias partes de su uniforme de mueble y su rostro.
Lo reconoció.
Y alarmado por ver a otro mueble en esas condiciones, se bajó del auto.
- ¿Estás bien?
Pero Uri vociferó – Llama ahora mismo a mi Maestro, a Raoul Am ¡Ahora!
Tomó a Lowe del brazo después de que marcara. Raoul no contestó, quizá estaba en camino y al no ser un número conocido no perdería tiempo en otros asuntos. De todas formas, Uri insistió.
- Raoul Am.
- ¡Maestro! ¡Iason se metió a la casa!
Los ojos verdes ardían de rabia y no pudieron arder más, cruzando la línea de lo inimaginable.
- ¡Lo sé! Den me llamó. Llego en un minuto.
Lowe se quedó de pie al lado del auto que conducía, confundido y preocupado. Uri no le había agradecido su favor y parecía muy molesto mientras regresaba al interior de las rejas.
El nombre de su Maestro, Iason, había sido pronunciado, y eso era lo más inquietante ¿Qué estaba pasando?
- Eres Uri ¿Verdad? Soy Lowe, el mueble de Iason Mink, ¿puedo ayudarte de alguna forma? – se animó a preguntar, cuándo decidió seguirlo a una distancia prudente.
-¡No! – una parte de Uri entendía que era irracional molestarse con Lowe, pero en ese momento todo lo relacionado a Iason le provocaba el huracán que contenía en su pecho.
Después de intentar escuchar a través de la pesada puerta, Uri volvió a temblar. Era la primera vez que sentía tanta impotencia y miedo.
De un momento a otro y sin aviso, la pesada puerta se deslizó y Uri se fue hacía delante, recuperando su verticalidad en milisegundos. El elegante e imperturbable Blondie de hielo pasó delante de él y durante esos pocos segundos que lo tuvo cerca, lo perforó con su mirada molesta, yendo en contra de años de acondicionamiento y reglas.
- Usted no vuelva, no es bienvenido.
La voz no le tembló pero sí las piernas; Iason no se inmutó, sin embargo, su joven mueble pelirrojo que estaba cerca y escuchó la afrenta, se sorprendió mucho.
Uri estaba a punto de adentrarse a la casa, para buscar a Katze, pero el sonido del vehículo de Raoul Am estacionándose, dominó la paz del residencial vecindario de Apathi.
Raoul Am salió de su auto, y enfocó a Iason desde un inicio con sus mortales ojos que relampagueaban de odio.
Iason, que permanecía en el umbral de la casa, colocó ambas palmas de sus manos entre ellos, como un gesto conciliador cuando fue Raoul, que con velocidad y fuerza, lo sujetó de la ropa a nivel del pecho y sin soltarlo, lo acorraló contra la pared detrás de su espalda.
Las respiraciones de ambos chocaron, pero sin duda, Iason no tenía intenciones de medir su fuerza. Además, la expresión violenta, tanto física como verbal por parte de Raoul, era un destino obvio de todas formas. Sólo esperaba que Katze lograra hablar con Raoul después que se asimilaran sus palabras.
- Uri – dijo Raoul, sin dejar de mirar a Iason – Asegúrate que Katze esté bien.
- Sí, Maestro.
- No lo lastimé.
- ¡Cállate! ¡Tenías que venir! Tenías que buscarlo ¡¿Por qué no puedes dejarlo en paz?! ¡Qué mierda quieres!
- Ayudarte.
- ¡¿Qué?!
Hablaron casi al mismo tiempo.
- Lo ideal sería que tuvieras la experiencia de Katze para sobrevivir a la subasta, pero no es posible. Vine a decirle lo que te sucederá si no alcanzas a superar la línea de tolerancia de Júpiter.
Iason sintió la furia de Raoul en el agarre que sufría su ropa. Los puños se apretaron y su espalda sintió la presión contra el muro.
- ¡¿Quién te pidió intervenir?! – las palabras se formaron entre dientes apretados – ¡¿Crees que estamos esperando tu aprobación para conseguir que Katze regrese al trabajo?! Insensato. Es por tu maldita culpa que Katze está trabajando duro para recobrar su intelecto. Hace algunos meses atrás, ni siquiera intentaba hablar y no me reconocía ¡Crees que sabes algo de él! ¡No sabes nada!
- He intentado conversar contigo, Raoul, pero con todas tus evasivas me reduces a actuar así. Lo que intento es ayudarte y salvarte de Júpiter.
- ¡¿Por qué lo harías?!
Iason hizo una pausa, logrando aumentar el suspenso, aún cuándo esa no era su intención. Miró a Raoul a los ojos, a su antiguo incondicional y los cerró, solo para no ver el desprecio como respuesta.
- Porque eres mi amigo.
Raoul lo soltó de inmediato y se alejó un paso, repelido por la simple idea.
- Nunca más.
Superado por el momento y la gran cantidad de estrés en su torrente sanguíneo, Raoul tomó la parte completamente racional de su cerebro y lo puso al frente para lidiar y atender cualquier consecuencia que Iason hubiera dejado en su casa.

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