Saliendo de casa por primera vez

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- ¿Estás seguro que no quieres que te acompañe? – Raoul depositó con calma su elegante taza de desayuno sobre el platillo. Acababa de escuchar el plan de Katze de salir por las calles de Apathy a responder algunas cuestiones de los clientes – ¿Cuántas casas tienes pensado visitar? Recuerda que ayer no te hizo bien cansarte.
Katze intentó mantener el perfil bajo de sus verdaderas intenciones. Una sola palabra mal expresada y le podría costar su más reciente y no aprovechada independencia. Además, ambos muebles, desayunando también, lo miraban expectantes esperando la respuesta.
- Solo a dar una vuelta a responder algunas preguntas del negocio. Obviamente, Uri y Den vendrán ¿Verdad? No es necesario que te angusties.
Por su lado, Raoul imaginó a Katze completamente expuesto en las calles de Apathy sin enterarse que Iason podría estar a su acecho. Compartió una mirada preocupada con Uri y Den que conocían su inquietud.
- ¿Cuál es el problema? Era algo previsible que tendría que hacer negocios, Raoul – Katze hizo espacio entre su taza vacía y un pocillo de frutas para colocar su tableta, que antes apoyaba sobre su regazo, y la encendió – Estoy preparando la presentación ¿Vas a decirme que hablar con los clientes, no es un paso importante para vender el producto?
- Tal vez, Maestro, si le entregamos un mapa del recorrido, ¿usted estaría más tranquilo? – ofreció Uri.
-Sí, es una buena idea – concedió Katze.
- El GPS del auto estará encendido también, así sabrá cuánto tardamos en recorrer cada casa en tiempo real – fue la colaboración de Den.
- Bueno, supongo que no tengo razones para preocuparme – dijo Raoul, no vio el momento en que Katze perforaba a Den con la mirada. Él, Raoul, todavía estaba preocupado, pero sin argumentos para sostener su negativa. De hecho, el interés de Katze en salir de casa y hacer negocios era una señal muy alentadora.
Katze, miraba a Den con reproche, no quería que Raoul lo tuviera vigilado en su trayecto en tiempo real durante todo el día. Inevitablemente, sentir que estaba siendo controlado estrictamente, lo limitaba en sus capacidades. Y más, si no quería que Raoul se percatara, que en realidad, iba a tardar más tiempo en su exposición con el Rubí que pidió una cita, no quería que tuviera su atención por ese lado.
Llegado el momento se le ocurrirá algo para distraer a los muebles, lo principal era que se enfocara en tener todo cubierto y preparado.



Katze tardó más en prepararse para salir que otros días. Esta vez, no irían a su nuevo departamento en Midas, si no a las citas de trabajo que había planificado. Para disfrazar y no levantar sospechas que únicamente el Rubí había pedido una presentación del producto, ofreció lo mismo a otros clientes y hubo algunas respuestas positivas.
Mientras se ajustaba la camisa azul oscuro, pensaba en porqué hacía esto… En síntesis, un cliente menos no ponía en riesgo el negocio. Él no tenía la obligación de responder positivamente a todas las solicitudes. Pero, con el Rubí, sí lo hizo.
Pidió una presentación del producto y, como negociante debía fortalecer sus armas y, sin duda, una buena labia era necesaria. Katze veía los caprichos del particular Rubí, como una oportunidad de practicar sus habilidades.
El calentamiento no sería útil si todos fueran clientes fáciles.
Aún tenía la sensación de tener algo enroscado en el estómago, hasta la garganta. El miedo que sintió la noche anterior, al ver las iniciales de Iason Mink, todavía persistía a flor de piel. Pero se había convencido que se trataba de una coincidencia. De otra forma, no podría poner un pie fuera de la casa.
Y lo mas importante, tenía un plan de respaldo si Iason intentaba vengarse de Raoul firmando su cadáver con el nombre de un Rubí. 
Pero el plan de Katze dependía mucho del destino… ¡Por Júpiter!
Sus caóticos y enredados pensamientos se mitigaron cuando sintió que la piel de su estómago empezaba a picar.
Algo molesto, se arregló la cremallera del pantalón y ajustó nuevamente los botones. También verificó que no hubiera nada malo con sus zapatos elegantes.
Toda su ropa era nueva.
No se había dado cuenta de lo acostumbrado que estaba a su pijama cómoda y al chándal que usaba para los ejercicios o salir a Midas. Ahora, la ajustada y elegante ropa de oficina se sentía demasiado rígida e incómoda.



Den y Uri esperaban a Katze en el salón, sentados en los cómodos sofás. Reconocían que Katze había almorzado bien, pero era plausible su nerviosismo. Sentían empatía al presenciar de cerca su esfuerzo y valor por recuperar su vida.
Pero tenían sus propias cuestiones como muebles de Raoul Am.
Por ejemplo, días anteriores, si estuvieran preparándose para salir a Midas, uno de ellos debía verificar que el mueble pelirrojo no estuviera por los alrededores de la casa. Raoul Am no quería que se filtrara información de la ubicación de su nuevo departamento.
En caso que vieran a Lowe merodeando, Katze no sabía que tenían un protocolo de distracción para que el mueble de Iason Mink no supiera que abandonaban la residencia todos los días.
Resultaba bastante conveniente que el pequeño pelirrojo, fuera joven y de poca experiencia. Uri usaba una peluca del color de los cabellos de Katze y se acercaba al balcón de su habitación sin salir por completo. Mientras Den y Katze se alejaban rumbo a Midas (explicar el retraso de Uri no era sencillo, él debió inventar un terrible dolor de estómago una vez y la siguiente, que se cortaría un poco el cabello antes de salir).
Como método de distracción funcionó, para que creyera que Katze permanecía en casa y ninguno de los dos pelirrojos sospechaba de nada. Era algo muy bueno.
Ahora, debían estar pendientes en todo el recorrido y alertar a su Maestro si algo, al menos un poco, por mínimo que fuera, llamara su atención por las razones incorrectas.
Era obvio que Raoul Am también tomaría precauciones.
- Sólo espero que Katze use la camisa azul que el Maestro dejó – rogó Den – No sé qué le dirás para que, caso contrario, acepte ponerse el reloj, en reemplazo.
- Sí, un reloj es bastante obvio ¿Verdad? – dijo, empezando a armar argumentos en su cabeza, Uri dejó escapar un profundo suspiro desde su pecho – Espero que Katze no se de cuenta.
- ¿Qué hace exactamente la camisa? ¿Tiene un micrófono incorporando? ¿Tal vez una cámara?
- No, según tengo entendido, mide el ritmo cardíaco de Katze. Me parece fabuloso que el Maestro establezca límites, por fin.
- Aún me pregunta, en el reporte diario, cuántas veces Katze visita el baño.
- Está bien, olvida lo que dije.


Katze apareció por el pasillo, se ajustaba los botones de las mangas de su chaqueta de color café claro. Fue imposible para los muebles no quedarse mirando lo diferente que se veía con la ropa elegante y lo bien peinado de su cabello.
Fueron largas semanas que sólo vestía ropa ancha y parecida a pijamas. El cabello, sin su pulcro peinado. La ropa formal favorecía alta su figura de espalda ancha y largas piernas. Sin duda, lucía más alto y apuesto.
También fue un alivio que usara la camisa azul.
- ¿Tenemos todo listo?
Se refería, principalmente, si colocaron en el auto una pequeña caja de vidrio, parecido a una pecera,  que contenía un pequeño jardín dentro y, obviamente, un grillo, que Katze había cazado poco antes de comenzar a alistarse.
- Sí – respondieron al unísono. Uri continuó – Te ves genial ¿Toda es ropa nueva?
- Sí, gracias Uri – Katze se arregló una vez mas el cabello y miró la hora en su celular.
- ¿Estamos esperando a alguien?
El suave sonido de un motor estacionándose frente a la casa fue la respuesta. Unos segundos marcados y el timbre sonó.
Katze se aproximó a la puerta, tomó aire mientras cerraba los ojos y luego alisó su chaqueta.
La abrió y por unos segundos, Uri y Den notaron la imponente silueta marcándose a contraluz, antes que se escuchara una profunda risa y Katze fuera abrazado por unos fuertes brazos.
Katze se había convencido que dentro de él, su personalidad innata de jefe, sólo estaba fuera de práctica, llegado el momento, de manera natural y sin esfuerzos podría relacionarse nuevamente con su equipo sin pretender nada. Ser el mismo de antes.
Pero ese mismo Katze de antes, también podía llenarse de emoción, así que no se sintió mal al no reprimirse. Se dejó estrechar por un abrazo que no midió su fuerza al apretarlo.
No se resistió, no luchó.
Sonrió, entre el roce de la ropa aplastando su cara y, también correspondió, aunque sin la misma efusividad.
Dedos, igual de duros, se apretaron en sus hombros y lo alejaron del amplio pecho.
- Jefe.
Había algunas lágrimas acumuladas en los ojos conocidos, pero su gran sonrisa delataba que eran de felicidad.
- Taki, hola.
Uri también sonreía, presenciaba desde el sofá el nuevo abrazo que Taki se permitió dar. No cabía duda, Katze era muy apreciado para él y había extrañado a su jefe. Y viceversa.
Uri conocía a Taki, por los trabajos que realizó alguna vez para su Maestro. Antes de que Katze fuera prisionero de Iason, el musculoso hombre de Ceres desempeñaba su papel de guardaespaldas o, si se requería, asistente personal del jefe del Mercado Negro.
Para no interrumpir el reencuentro, Uri informó en voz baja a Den sobre quién era Taki, pero no necesitó de muchas explicaciones. El fuerte, alto y musculoso cuerpo delataban su profesión y seguramente por qué Katze lo había elegido para el puesto. Sin embargo, sólo Katze tenía en su corazón, las razones de porqué hacer de Taki su asistente.
- Estoy tan feliz de verte jefe, me emociona mucho. Me llena de alegría verte bien y, también, estoy muy feliz de ser capaz de cumplir con tu primera solicitud.
Taki estaba, como había dicho, contento, feliz y muy emocionado. Delante de sus ojos tenía a Katze, y lo veía increíblemente bien. Sutilmente diferente a cómo lo recordaba, pero al abrazarlo… Taki podía respirar nuevamente, así se sintió. Como si recuperara el camino.
Todo comenzó mas temprano durante la mañana de aquel día, cuándo sonó su comunicador. Número desconocido. Pero al contestar la llamada, esa voz no era para nada desconocida y escucharla lo emocionó hasta las lágrimas. Sólo le pedía una cosa, una. Taki podía con eso.
Sacó, dentro de un bolsillo interno de su chaqueta de cuello alto, un estuche negro. Era mediano y de forma ovalada.
Katze sonrió, llenándose de emoción también. Sus ojos dorados viajaban entre el estuche y Taki.
- Lo tienes.
- Sí, jefe. Siempre lo dejabas en mi auto, fue una suerte ya que… – Taki, que tenía sus pequeños ojos iluminados, continuó hablando con pena – Lo que le sucedió a tus departamentos… Logré rescatar del saqueo algunas cosas… Lo lamento, jefe. No pude hacer más… – recordaba el evento con impotencia y culpa. No fue fácil de ver que se llevaban y destruían los espacios de vida de Katze. Era como un presagio maldito que nunca volvería a verlo. Pero, lo tenía delante de él y viéndose bien. Saludable y… hermoso. No había otra palabra más exacta que esa.
Katze, tomó el elegante estuche cubierto de una fina tela negra, lo abrió y al ver el contenido, sintió en el pecho, la cálida sensación de tener entre sus manos algo de su anterior vida.
- Por pequeño que sea, que tengas esto contigo es muy significativo para mí. Gracias, Taki.
Temiendo entorpecer la agradable aura de amistad que fluía entre ellos, Uri y Den miraban con curiosidad el estuche que le fue entregado a Katze. Rogaban internamente que no se tratara de cigarrillos o algo parecido, si fuera así, debería ser confiscado. Katze hizo un ademán con las manos y se giró a verlos.
- Vamos a hacer negocios – sobre su rostro, una sonrisa tiraba por un lado de su mejilla, cubriendo sus ojos, tenía unas gafas de cristales oscuros, rodeadas de un marco fino y elegante. Era el complemento perfecto para su atuendo. 
Detrás de Katze, todavía cerca de la puerta, Taki se cruzó de brazos sobre su amplio pecho. Fue una forma de desviar sus crecientes ganas de llorar al tener cerca y tan lindo a su jefe.
Conocía la razón de porqué su jefe estuvo ausente y quiénes fueron las víctimas que pagaron con sus vidas la locura desatada de Iason Mink. Tanto dolor y sombras se desvanecieron al verlo, lleno de vida.
También sabía que estaban en medio de una misión, así que guardó un poco sus ganas de conversar y se concentró en lo que podía ayudar. Por eso vestía, no su habitual ropa de Ceres, cambió sus pantalones anchos y gastados por uno negro y planchado, su chaqueta de estilo militar, por una formal de traje.
Camino a subir al auto preparado para ese día, uno de los de Raoul, Katze escuchó que Uri presentaba a Den y Taki. Mientras se subía al asiento del copiloto, aprovechó esos segundos de privacidad para sacar el estuche negro de su bolsillo y abrirlo nuevamente.
Sólo él manipulaba sus pertenencias y era tan bueno que eso siguiera siendo así. Taki, nunca había husmeando en su interior, este estuche tenía un doble fondo. Retiró hábilmente la cubierta aterciopelada y se cercioró que dentro estuviera la razón del porqué adelantó su reencuentro con Taki y le pidió el estuche.
Era difícil para él mostrarse a sus compañeros del mercado negro, pero tuvo que medir sus prioridades. Además, Taki había desempeñado el papel de su guardaespaldas durante años. Podía confiar en él.
En el estuche, guardaba un arma para misiones peligrosas y donde su seguridad era primordial.
Sólo tenía el aspecto de un bolígrafo plateado, pero era capaz de proporcionar una terrible descarga eléctrica, que lograría aturdir hasta a un Blondie por la cantidad suficiente de tiempo, para llamar a Raoul o salir corriendo. 
Dejó su comunicador en marcado rápido para llamar a Raoul y el bolígrafo, en el bolsillo de su camisa.
La sola idea que Iason Mink pretendiera llevarlo a una casa con falsas excusas y otra identidad para continuar donde dejó su tortura… aceleraba su corazón y le daba náuseas; estaba rogando en silencio que sus sospechas no fueran nada, sólo eso.
Pero, también era molesto y decepcionante paralizarse de miedo ante el simple escenario de tener a Iason Mink cerca… Era por esa razón mas, que hacía planes para no sufrir ni por un segundo nada de lo que vivió.
Interrumpiendo todo, su comunicador sonó. Solicitaba una video llamada. Antes de contestar, se sacó las gafas.
- ¿Raoul?
- Katze, ¿todo está bien? – en el bello rostro y en la voz de su Blondie, había una nota muy notoria de preocupación. En ése momento Den, Uri y Taki ingresaron al vehículo.
- Sí, ya estamos en camino.
Raoul parpadeó un par de veces, examinó a Katze y los alrededores con una intensa mirada, no perdió detalles. Por supuesto, el Blondie estaba atento al ritmo cardíaco de Katze que tenía acceso gracias a la camina azul.
- Veo que Taki está con ustedes – dijo. El mencionado, sentado en los asientos de atrás con Den, hizo una reverencia o el movimiento más cercano a una, por la posición en la que se encontraba.
- Maestro Am.
- Debía traerme esto – Katze enfocó ante la cámara del celular sus gafas oscuras – Se lo pedí por la mañana. Es una suerte que los tuviera.
Raoul, no profundizó en si Taki los acompañaría, o cómo llegó a Apathy para empezar, considerando la residencial zona y lo estricto que podía ser el control de ingreso. Dejó eso para después, entendía que estaban en el horario laboral de Katze y él, era el jefe ahí; habría tiempo para enterarse de los pormenores.
También se preguntó internamente qué aceleraría tanto su corazón.
- Está bien, amor. Cuídate mucho.
De todas formas, la fuerza de la costumbre era más poderosa en algunas ocasiones.
Raoul terminó la llamada, Katze no contestaría . El sonrojo que subió por sus mejillas respondía por él.
Para los muebles, mucho más acostumbrados a las muestras de afecto, sonrieron con complicidad al notar que Taki también se sonrojaba. Seguramente para él, era la primera vez que presenciaba que su jefe era llamado “amor”, y más al ver que Raoul, un Blondie, lo hacía.
Para ayudar a romper el denso aire dentro del vehículo, Uri lo puso en marcha y tomó el camino que habían decidido. Katze tenía la tableta en las manos y parecía absorto en su lectura.
En la parte de atrás, Taki ocupaba gran espacio en los asientos y miraba complacido a su jefe. Den, a su lado, se distraía observando el paisaje por la ventana.
Unos minutos transcurrieron, mientras daban vueltas por calles extensas y frondosos árboles, Uri, finalmente, se estacionó.
Suave y silencioso.
Casi se podía escuchar a Katze respirando en el interior del vehículo. O así le pareció a él.
Miró en dirección a la imponente casa;  a pesar de que todas las residencias Élites se parecían en el lujo, ésta casa en particular tenía un estético y agradable camino de piedras, todas de igual tamaño y perfectamente pulidas y de color blanco que terminaba en una elegante puerta de madera. Por delante, tenía un hermoso jardín y finas rejas.
- Bien, espérenme aquí – fue lo que dijo cuando miró de vuelta a Uri y Taki – No debería demorar. Pero si lo hago, no se preocupen. En todo caso, pueden llamarme también.
- Katze – comenzó Uri, se desajustaba los cinturones de seguridad – El Maestro indicó que uno de nosotros debe ingresar contigo cuando estés con el cliente.
Katze apretó los labios, Raoul también le dijo eso. 
- ¿Sucede algo malo, jefe?
Taki conocía muy bien a Katze, verlo dubitativo, activó su instinto.
Por su parte, Katze evitó tragar grueso. Quizá Taki lo leería fácilmente y no serviría de distracción a los muebles. Se colocó sus gafas oscuras y recuperó el control.
- Ábreme la puerta, por favor, Taki – antes de bajar, verificó que tenía su tableta y celular con él, tomó de la guantera la pequeña caja que contenía al grillo vivo y salió del auto. Uri también lo hizo; Den, que sabía por adelantado que no aceptaría su ayuda, no se movió de su asiento.
- ¿Quieres que te acompañe, jefe? – fue la pregunta una vez que Katze estuvo de pie. Los ojos dorados se elevaron un poco por la diferencia de altura para mirar a Taki – No te veo seguro de esto.
Uri también estaba al lado de Taki, esperando.
- Debo hacerlo solo – dijo, con tranquilidad – Gracias Taki, Uri. Si acepto su ayuda, significaría que no estoy listo para hacerlo, y debo estarlo.
- El Maestro dijo…
- Lo sé, Uri. Pero Raoul no está aquí y estos son mis negocios. Quiero hacerlo a mi manera.
Katze se alejó a paso medido, sin mirar atrás. Sabía que tres pares de ojos lo miraban intensamente. Tan fijo que parecían más.
Y lo eran. Desde adentro de la casa a donde se dirigía, estaba siendo milimétricamente observado.
Traspasó la reja que se abrió automáticamente cuando se acercó. Señal que lo esperaban. Caminó por el sendero de piedras y tocó el timbre, esperó aproximadamente veinte segundos en un silencio quedo y la puerta liberó sus cerraduras sin hacer sonido alguno. Se abrió, pero no había nadie que lo recibiera de inmediato.
Sólo una voz juvenil que saludó desde el interior con un corto y simple “Puede pasar” y Katze lo hizo.
Bastante acostumbrado a la opulencia Élite, descartó su alrededor. Su mente estaba ocupada en conocer al dueño de la casa.
Detrás de la puerta, que se cerró apenas cruzó la entrada, estaba un niño con uniforme de mueble; sin embargo, Katze estuvo bastante entretenido, no se percató de su falta de reverencia o su intensa mirada de escrutinio, sólo vio que tenía el mismo tono vibrante de cabellos que él.
Un mueble pelirrojo.
Fue bastante interesante ver una versión juvenil de sí mismo.
- Soy Katze, vengo…
- Sé quién eres – lo interrumpió, tenía una voz firme, elocuente y tenaz – De hecho, llegas dos minutos tarde. Mi Maestro te espera.
Mientras el niño, que vestía un traje color verde agua, se alejaba por una de las habitaciones, Katze no tuvo más alternativa que seguirlo, comprobó la hora y bueno, fue un minuto, pero no iba a discutir sobre eso. Además, el mueble no se había presentado adecuadamente… resultó tan extraño.
El niño se detuvo en medio de una habitación, por la indumentaria y la disposición de varias mesas y sillas, parecía ser un salón de espectáculos.
La habitación era menos iluminada que el resto que conoció de la casa, las cortinas permanecían cerradas, pero por la poca iluminación, Katze se percató que al fondo había una plataforma, parecida a la de un teatro. No era tan extraño, considerando que usaban el espacio para los espectáculos de mascotas. Al observar entre las cortinas cerradas y algunos cuadros de las paredes, Katze lo vio.
Había una silla ornamental de madera gruesa, parecido a un soleo, tenía partes recubiertas con terciopelo rojo, estaba en medio del escenario, al fondo, casi oculto por las elegantes telas que caían del techo. De la parte superior del soleo, con gracia, un suave dosel blanco se deslizaba por sus contornos.
Katze arrugó el entrecejo, parpadeó…
Había alguien ahí, sentado. Pero la oscuridad en la habitación, trasformó a su ocupante en una sombra de rostro indescifrable. Se distinguía los contornos de su silueta, y los reflejos destellantes de su cabello rojo, en el óvalo de su rostro solo se lograba vislumbrar sus finos labios, marcados por pesadas sombras en gris claro y la mandíbula filosa.
La apoyaba sobre su puño cerrado, mientras parecía que no iría a moverse. 
Atraído como por un imán, por su misteriosa forma de presentarse y lucir, Katze no pudo despegar sus ojos de los rasgos que apenas se apreciaban de su rostro.


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