Nostalgia

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Dentro del vehículo, un grupo de tres ocupantes dejaron de mirar las paredes de la casa de dónde recién Katze ingresó. Era como si esperaran que se hicieran traslucidas de pronto.
Con exactitud, Den y Uri sabían qué sucedería a continuación.
El comunicador de Den sonó, Raoul lo llamó a él porque sabía que Katze no lo elegiría como su acompañante; inmediatamente contestó.
- Entonces, debo asumir que ingresó solo.
Raoul estrechó los ojos, en su hermoso rostro la molestia fue notoria al ver que tres rostros le devolvieron la mirada. Para reducir el estrés de su Maestro, Uri apretó algunos botones en su brazalete de mueble y ejecutó, en altavoz, el programa de lectura que tenía la camisa azul.
- Maestro, conozco cuál es su punto de vista y lo entendemos. Pero, Katze estaba convencido de hacerlo solo. Ir en su contra, podía resultar contraproducente para sus reuniones. Considero que tener una constante vigilancia de su ritmo cardíaco es suficiente para saber que está bien.
- Manténganse pendientes. E infórmenme inmediatamente si algo anormal sucede.
Seguramente porque no había nada más que decir, Raoul cortó la llamada.
Taki miró por los alrededores, entre las calles de frondosos jardines y lindas casas.
- El Maestro Am está muy estresado. Eso que está sonando es…
- Sí… – respondió Den, cuando Uri no lo hizo, verificaba el pulso de Katze y cuantos minutos con exactitud llevaba adentro – Es el sonido de un corazón, bueno…
Den dudaba en si mencionar la tecnología de la camisa. Katze no debía enterarse y no sabía si era buena idea compartir la información.
Con más confianza, Uri miró a Taki directo a los ojos.
- Ahora mismo, Katze está usando una camisa que le dio el Maestro Am y, los botones del pecho tienen un sensor que proporciona una lectura de su pulso cardíaco. Así sabemos, sin estar presentes, cómo está él sin necesidad de verlo. Si su pulso se acelera, debemos intervenir, porque nada bueno resuelta de un corazón acelerado.
- Comprendo.
- Sí, Taki. Escucha, por favor. Katze no debe saber que tiene sensores en la ropa. Creemos que podría molestarse y no queremos eso.
Taki frunció el ceño. Miró a la casa dónde ingresó su jefe, unos segundos después, regresó sus pequeños ojos de vuelta a Uri. De fondo se escuchaba el latir acompasado y constante del corazón de Katze.
- Me parece una gran idea poder cuidarlo a distancia. De hecho, no estaría mal si tuviera más camisas como esa para usar en el futuro. ¿Se molestaría si lo supiera? – Taki lo pensó un poco – Sí, creo que es mejor que no lo sepa mientras no haya más alternativas para cuidarlo.
- Gracias por comprender.
- La salud del jefe es lo más importante ahora – dijo Taki, sonando notoriamente afectado – Sabemos que trabajando en el mercado negro existen riesgos, el peligro está ahí, pero yo estoy para mi jefe. El último día que lo vi, antes de que fuera prisionero… se supone que era seguro y nunca antes me preocupé de Mink.
Taki cerró los ojos con tristeza, quizá hablar del tema y desahogarse era algo que necesitaba. Uri llevó una mano sobre su fuerte hombro y compartió el sentimiento.
Den, que veía la escena, se asombró por la facilidad de expresión que tenía Taki para nombrar el pasado y demostrar su dolor. Bajando los ojos a sus manos juntas en su regazo, se preguntó si él, alguna vez podría hablar también… Básicamente, creía que mencionar algunas cosas que sucedieron durante el encierro, estaba prohibido.
Consideró que hablarlo con Uri era vergonzoso y punible, porque sabía que las órdenes que cumplió iban en contra de Katze. El maestro Raoul lo entendía, no lo juzgaba, pero la herida permanecía abierta mientras Katze no lo perdonara.
- Muchas veces pienso, si acompañándolo aquel día, algo hubiera sido diferente – continuó, al abrir los ojos, muchas lágrimas salieron – Tal vez le hubiera dado tiempo para huir o buscar ayuda del Maestro Am…
- ¡Oh! Taki, no es tu culpa, nadie podía anticiparse a que Lord Mink actuara de forma tan vil – dijo Uri, mortificado por el reproche en la voz de Taki.
Sacando un pañuelo del interior de su chaqueta, Taki se limpió la cara.
Den suspiró por sus propios pensamientos de reproche y culpa. Recordaba el abrazo que Katze correspondió de Taki, entonces, pensó Den, en la vida de Katze sólo él era el indeseado.
- Perdona, Uri. No te he visto durante mucho tiempo, tú también debiste sufrir la pérdida del joven Cal.
- ¡Oh! Sí, Taki, comprendo tu dolor. Cal era un buen amigo.
Desde el asiento del conductor, Uri se esforzó para que ambas manos se posaran sobre los hombros de Taki cuando su llanto silencioso se renovó. Unos segundos y logró tranquilizarse al repetir el gesto de Uri y colocar ambas manos con las palmas abiertas sobre los hombros.
Uri, podía sentir que Taki había logrado filtrar su pena, sin embargo, se preguntó si mencionar hechos específicos del pasado lastimaba a Den, era inevitable que, con la sola mención de Cal se sintiera involucrado. Involucrado en cómo terminó Cal.
- Entonces, ¿también conociste a Cal? – fue la inesperada intervención de Den.
-Sí, era un chico de corazón noble y, además muy listo. Vale decir que él me ayudaba a mí.
Uri sonrió ante esa tierna forma de describir la amable personalidad de Cal. La pérdida de su amigo había resultado doloroso y deprimente… y no sólo para él.
- Lamento lo que le sucedió – murmuró Den.
El rítmico latido del corazón de Katze llenó el silencio que vino después. 
Den, que miraba por la ventana, limpió con la manga de su chaqueta el cristal empañado por su aliento. Sin remedio, mencionar aquellos días que no estaban del todo alejados, dolía y, dolía mucho. 
- ¿Qué es lo que está vendiendo mi jefe? – rompió el silencio la voz de Taki – Uri, imagínate mi sorpresa, cuándo me lo explicó esta mañana por la llamada que me hizo, no entendí. ¿Son grillos? ¿Se llevó uno vivo en una cajita?
-Sí – Uri sonrió ante la energía renovada de Taki – Te contaremos cómo comenzó esto.


Dentro de la penumbrosa casa, que guardaba el silencio entre sus paredes y cortinas abultadas, bajo la fija mirada oculta con anticipación, Iason permaneció en su sitio. Apenas la delgada línea de sus labios dibujó una sonrisa al contemplarlo.
Katze… no era el despojo que vio en las pantallas de Júpiter que el anterior Iason aplastó. El joven alto y pelirrojo, elegantemente vestido, se parecía más al que recordaba de sus últimas reuniones en su oficina en Midas.
Su Katze.
Sin embargo, tenía algo diferente en su expresión ¿Inocencia? ¿Miedo? Solo como estaba, de tanto tiempo lejos de la protección de Raoul, era lo mínimo que debía sentir.
De todas formas, Iason esperó.
Guardando sus gafas oscuras en el bolsillo del pecho, Katze aprovechó para que en su mano quedara el bolígrafo plateado, capaz de convertirse en un arma. Controló su expresión facial y sólo dirigió sus ojos con atención.
Se percató que, el ocupante de la silla, estático y misterioso, estaba ataviado con elegantes prendas en color blanco o crema, era difícil distinguir el color exacto por la cantidad de sombras que caían sobre él; el tono puro de su cabello era visible, lo tenía trenzado como una serpiente roja, que caía con elegancia sobre un hombro hasta terminar en un fino mechón sobre el pecho.
El Rubí, que observaba desde su privilegiado y ornamental asiento, no se movió y no hizo nada para demostrar que tuviera otra intención que permanecer estático.
También estaba el mueble pelirrojo, del que todavía no conocía su nombre porque no se presentó, como era de esperarse. En realidad, a Katze le pareció, que el niño olvidó todo lo aprendido y echó los códigos de conducta por la ventana.
Que el Rubí permaneciera en un extremo y la conducta ligera del mueble, que jamás, ni en sus pesadillas, Katze soñaría que Iason se permitiría tanta insolencia por parte de un mueble, le aseguraron a Katze que ésta casa era segura.
Que el Rubí no era Iason.
Dejó sobre una mesa cercana la caja que contenía al grillo e hizo una reverencia de protocolo en dirección al Rubí, ofreciéndole un saludo elegante y hablando de sus servicios.
Esperó alguna respuesta, mientras mantenía la cabeza inclinada.
Katze notó que, el mueble pelirrojo se había puesto de rodillas en el suelo, con las manos sobre la mesa y la nariz cerca a la pecera para mirar mejor al grillo contenido, lo miraba con curiosidad infantil. Parecía que el silencio iba a extenderse indefinidamente, pero un sonido, proveniente del Rubí, que hizo sonar su garganta, rompió con la ensoñación de su mueble.
Se puso delante de Katze y lo miró, sus brazos delgados los cruzó sobre el pecho.
- A mi Maestro no le gusta mantener conversaciones, o nada que tenga que ver con simples humanos. Pero me dio instrucciones claras y precisas de lo que busca para el jardín.
Su voz era pretenciosa y segura, al igual que su postura de hombros firmes y rectos. Katze miró al Rubí y no hubo reacción a las palabras cero ortodoxas para tratar con un invitado.
- Está bien. Entonces, qué indicaciones te dio tu Maestro.
El pequeño pelirrojo regresó su vista al grillo, su expresión curiosa delataba su joven inexperiencia. No fue difícil para Katze esbozar una ligera sonrisa a pesar de las circunstancias. Era la primera vez que veía a otro mueble con ese tono de cabellos igual al suyo ¡Y tan diferente en educación!
Sin embargo, Katze estaba saliendo al mundo y sentía que tenía que aprender los conceptos básicos nuevamente y, delante de él, había un niño que tenía que aprender lo mismo. Y físicamente se parecían.
Una feliz coincidencia. 
- ¿Puedo preguntarte tu nombre? – Katze caminó hacia él, quizá el cliente era el mueble y no el Élite, resultaba raro y extraño, pero no iba a esperar que la hora avanzara para hacer negocios. Debía asumir que tenía el control.
- ¿Mi nombre? – percatándose recién que no se presentó como acordaron con su Maestro Iason, contestó – Es… Luciel.
Lowe, por poco reveló su verdadero nombre, pero no iba a olvidar las indicaciones de su Maestro. Volvió a inclinarse sobre la caja y observó al grillo de cerca, con la punta de un dedo tocó el cristal algunas veces.
- ¿Cómo lo pusiste en la caja? – dijo, sin mirarlo. Estaba fascinado viendo al grillo saltar y estrellarse contra las paredes de cristal.
- ¿Es una pregunta de tu Maestro? ¿Quiere saber si es posible contenerlos?
- Es una pregunta mía, claro. ¿Sabes algo acerca de los Élites? Creo que son tan rápidos que cazarían a los grillos sin problemas, gracias a sus  sentidos súper desarrollados.
Katze parpadeó algunas veces, queriendo entender la respuesta. Cuando se preparaba para abrir la boca y decir algo, nuevamente el sonido de la garganta del Rubí sonó, como carraspeando. Lowe, que parecía entrenado para ese sonido, recordó lo que debía hacer.
- Toma, esto es lo que mi Maestro preparó para tu visita. Quiere que le expliques estos puntos.
Katze recibió en sus manos, un folder azul que contenía algunas hojas. Al abrirlo leyó rápidamente, se suponía que había acudido a su residencia para la presentación del producto. Pero, al parecer, el Élite esperaba más de él.
Por el tipo de información que requería, parecía no muy interesado en los grillos en específico, más bien en la experiencia que tenía como comerciante o si tenía la capacidad para defenderse en la materia.
Por los puntos que solicitaba explicación, se parecía más a un plan de ventas. Pedía informe sobre quiénes eran los clientes potenciales, su estrategia de ventas, cuál era su análisis del mercado, el precio, cómo estaba estructurado su equipo, qué recursos tenía, si planificaba expandir el negocio ofreciendo productos similares y cuáles eran los plazos responsables que proponía. 
- Mi Maestro me informó que necesitará una explicación de todos esos puntos para tu siguiente visita, dentro de dos o tres días, a la misma hora. Hasta mientras, hoy, puedes comenzar con la presentación de porqué mi Maestro debería comprar grillos para el jardín.
Katze regresó sus ojos a las letras de las hojas y de nuevo a Lowe, que no cambió su expresión pretenciosa. Como no hubo una interrupción por parte del Rubí, Katze asumió que eso era exactamente lo que se esperaba de él. Rápidamente pensó, que tenía la opción de rechazar este circo y retirarse de ahí. Parte de su negocio también incluía el beneficio de escoger a sus clientes.
- No me dijiste como lo metiste dentro de la caja – repitió Lowe, otra vez estaba inclinado sobre el grillo.
Pero, con honestidad, Katze esperaba algo mucho más formal y estructurado como solían ser sus reuniones de negocios. El aire misterioso del Rubí y su inusual mueble, que también era pelirrojo, lograron que Katze aceptara este pequeño reto.
¿Con qué objetivo el Rubí quería conocer tantos detalles del negocio de los grillos? Eso se respondería una vez que llegara al fondo de esto.
Katze utilizó su tableta para proyectar su presentación mientras asumía la postura indicada y empezaba con sus argumentos de venta. Tenía un nudo de nerviosismo atado en el estomago pero a medida que hablaba, cada frase estudiada fue fluyendo con más naturalidad que la anterior. El leve temblor que tenía en los dedos, desapareció y su voz, sonó más segura.
Las interrupciones no reprimidas de Lowe, lo hicieron más entretenido de lo esperado y también, mucho más fluido el hablar sobre bichos.
- Viven muy poco, habrá que comprar más dentro de cuatro meses ¡Este negocio es redondo! – protestó Lowe.
- De hecho, no es así, Luciel. Se reproducen rápidamente. La cantidad de tiempo que viven, asegura que no existiría una sobrepoblación.
- ¡Claro! No me gustaría preocuparme de que entren a la casa y se metan en la sopa.
- Contenerlos en el jardín es importante para que no existan imprevistos. Los grillos son capaces de atravesar las barreras de la casa y entrar. Son criaturas indefensas pero escurridizas. Sin embargo, mantener puertas cerradas cuando no hay nadie cerca, es suficiente.
La presentación se terminó, y la habitación quedó por unos instantes, silenciosa.
- ¿Alguna pregunta más?
Dijo Katze, mientras guardaba su tableta. Sentía, debajo de su piel, toda su sangre calentarse de emoción. El hueco en su estómago por la cantidad enorme de estrés y malos presagios se había retirado para dar lugar al sentimiento de satisfacción. Katze, estaba contento con su propio desarrollo y avance, se esforzó para llegar a este punto de ser capaz de hablar y desenvolverse. Aún le faltaba mucho para recuperar todo su talento, pero el camino ya no parecía imposible de atravesar. 
El Rubí no se había movido más que para cruzar una pierna, beber su vino algunas veces en sorbos medidos y esperaba en las sombras.
- ¿Terminaste?
- Sí, Luciel.
El niño se acercó, tomando entre sus manos la caja que tenía al grillo y, se la alcanzó a Katze.
- Mi Maestro me informó que, una vez que concluyeras te mandaría sus comentarios a tu dirección de correo electrónico al respecto de tu presentación. De todas formas, te citó dentro de unos días. No lo olvides. 
- Entiendo – Katze volvió a arreglarse el cabello. Y se dirigió al Rubí haciendo una reverencia – Me retiro, Sir. Estaré esperando la respuesta. Que tenga un excelente día por delante.
Estando tan cerca, Lowe admiró por primera vez a Katze mientras se inclinaba en la despedida. Que fuera tan alto hacía más difícil apreciar sus rasgos.
- ¿Quién se supone que eres? Eres tan alto, ¿una mascota jubilada con algo de cerebro?
Preguntó, cuando se dirigían al fondo de la habitación.
- ¿Es una pregunta de tu Maestro? ¿Quiere saber quién soy?
Lowe giró su cuerpo para mirar desde esa dirección, o intentar hacerlo, entre la penumbra que caía sobre su Maestro. Pero también para él, descifrar alguna mueca era imposible.
- No, es mía.
- Bien, en ese caso, no tengo que contestarte.
Katze sonrió por un extremo ante la mueca de fastidio de Lowe. Incluso, que fuera tan gesticular, levantaba una gran curiosidad por parte de Katze. Era difícil imaginar que un Élite aguantara una personalidad tan estridente por parte de su mueble.
Un Rubí con un mueble pelirrojo. Era, sin duda alguna, algo extraño.
De pronto, algo llamó su atención, levantó la mirada y movió sus ojos lentamente acompañando los suaves movimientos cuando el Rubí se puso de pie, y se retiró detrás de las cortinas, apenas con un audible sonido, como un murmullo del roce de las telas de su ropa fina. En ningún momento su rostro se pudo ver.
Katze había conocido algunas excentricidades de los Élites, pero la actitud misteriosa del Rubí, definitivamente entraba en su ranking personal. 
- Hay una solicitud final por parte mi Maestro – dijo Lowe colocándose detrás de la puerta, no era un lugar natural para abrirla, pero tampoco levantaba sospechas, desde esa posición su cuerpo no sería visible para los ocupantes del vehículo que esperaban afuera a Katze.
- De qué se trata.
- Mi Maestro mencionó que el negocio de los grillos se ha puesto de moda a causa de tu Maestro, Raoul Am, y ha llamado positivamente su atención. Lo que pide es discreción de tu parte. La situación de invitarte a reuniones no es convencional y de hecho, si llegara a saberse por otros Élites, ellos malinterpretarían la situación y tendríamos que limitarnos a una simple compra, y quiere evitar eso, así que es mejor que estas reuniones sean confidenciales.
Katze no iría a decir que sí, era extraño y la frase “poco convencional” no describía las conductas que presenció, se limitó a asentir con la cabeza y dejar una leve reverencia a Lowe que tuvo el buen gusto de imitar el gesto.
- Gracias por venir, Katze. Te estaremos esperando.
Cerró la puerta con calma y mirando por una ventana cercana, siguió la silueta que se alejaba por el camino de piedras blancas, en dirección al vehículo que lo esperaba. Vio a un alto y fuerte hombre salir del auto para abrirle la puerta del copiloto. Lowe no perdió detalles.
Escuchó pasos detrás de él, al girarse vio a su hermoso Maestro de pie, a poco pasos de él, observando lo mismo.
- ¿Todo salió como quería, Maestro?
Antes de contestar, largos dedos, con habilidad y calma, desataron el intrincado entrelazado de su cabello rojo. Una vez suelto, apenas con un parpadeo, su tono cambió por uno más sutil, pálido como luz marfil de la luna.
- ¡Súper!
Iason Mink apenas le devolvió el gesto de emoción. Pero levantó la mano, a la altura de su cabeza y, como esperando que Lowe entendiera el gesto, lo miró con complacencia.
Iason Mink no dudó que todo saldría como quería, no por nada estaba construyendo éste plan desde hace mucho tiempo atrás, la oportunidad de acercarse a Katze era fundamental. Y se presentó felizmente facilitada por el mismo Raoul.
Iason se divirtió cuando Lowe logró chocar palmas al tercer intento.
- ¿Entonces, está feliz, Maestro? ¿Cómo sabía que Katze vendría solo?
Iason se acercó a la ventana, enganchó un dedo en la cortina y la deslizó unos centímetros para poder vislumbrar el lujoso vehículo de Raoul alejándose.
- Porque conocer el escenario y construirlo, es mi fuerte. Me dijiste que los muebles de Raoul Am te vieron ¿Verdad?
-Sí. Era el objetivo que me dio.
- Raoul cuida a Katze, entonces no le diría que, posiblemente, estoy cimentando el camino para verlo. Pero se pondría protector y hostigador… Katze no lo soportaría.
La mueca de interrogación no pasó desapercibida por Iason, Lowe era un libro abierto de fácil lectura. Pero no iba a compartir más.
Pero Iason dijo la verdad. Raoul tenía una sola premisa por la que actuaba y vivía: cuidar y proteger a Katze. Incluso ocultándole información como la de Iason Mink repitiendo el pasado y tomando como mueble, a un niño pelirrojo.
Lowe, en sus rondas de inspección, tuvo dos objetivos fundamentales, hacerse visible para los muebles de Raoul y conocer cuál era la habitación de Katze. Vino el plus de conocer algunos horarios y rutinas de la casa.
Entonces, lo siguiente fue ver a Katze de cerca. No era sencillo hacerlo cuándo salía, porque siempre tenía custodia y no se apreciaban sus rasgos o el estado de su humor.
Iason necesitaba verlo seducido por el pasado, solo y vulnerable.
Fumar cerca a su ventana, fue cuestión del destino, porque delató más de lo evidente; plausible para alguien que conocía al Katze del pasado.
Y Katze cayó, siguiendo el olor a tabaco, Iason se aseguró de escoger su favorito.
Iason lo vio, no tan de cerca pero era lo más aproximado a tenerlo vulnerable y exponía cómo se sentía, o cómo era su día a día.
Reconoció, con facilidad, que lucía bastante bien, físicamente estaba compuesto y con los rasgos saludables. Raoul estaba cultivando su belleza natural, pero sus largas pestañas abanicaron unos ojos tristes, sus labios llenos delataban su pena. Que fuera un fumador pasivo tan nostálgico confirmaron a Iason, que Raoul lo limitaba y restringía.
A tempranas horas de la noche, vestía ropa abrigada y ancha, como una pijama, vestido así lo hacía ver frágil; para Iason, Katze nunca representó fragilidad.
Fue sorprendente que todos esos pensamientos salieran a la luz de su psique.
Esa noche, desde la ventana de su auto, Iason tuvo la fortuna de presenciar un momento de su intimidad cuando Raoul ingresó, iluminando la habitación. El beso que compartieron fue limitado y breve; Raoul demostró su devoción al abrigar a Katze con ropa gruesa.
No hubo pasión, no fue un momento erótico. Parecía que Raoul estuviera preocupado y cauteloso por algo y, Katze, triste.
Iason tenía tantas conjeturas.
Pero también tenía hechos reales, como a Katze que estaba siendo cuidado y mimado por el amoroso Raoul, pero la pregunta de Iason detrás de esta afirmación era ¿Qué tenía a Raoul tan infeliz con esto? Tanto como conocía a Katze, también conocía a  Raoul.
Y ésta situación representaba para Raoul y Katze, quizá, un glorioso sueño de convivir juntos, como pareja, con la bendición de Júpiter. Incluso, Iason pensó con practicidad, que el antiguo Iason abrió las puertas del cielo a Raoul a pesar de todo.
Entonces, Katze le dio la respuesta.
Raoul era infeliz porqué Katze no era feliz con esto.
¿Qué quería Katze? Y más complicado aún ¿Cómo conseguir la respuesta?
Si conocía a Katze, entonces Iason siguió su instinto y, pensó qué la nostalgia de Katze también estaba en el trabajo. Las personas no cambiaban sus pasiones y menos después de atravesar el infierno. Un humano volvería a su versión antigua de felicidad y seguridad.
Cuando era el líder del Mercado Negro.
Tal vez, Katze no podía trabajar por las secuelas del encierro. Eso explicaba porqué Raoul era tan sobreprotector con Katze y agresivo con él, pensaba Iason, todavía lo culpaba porque Katze no estaba del todo bien.
Para recuperar la amistad de Raoul…
Iason suspiró.
Tanto camino recorrido para llegar a Raoul y era a través de Katze.
Con completa honestidad, Iason también extrañaba a Katze.
Fue tan acertado para sus planes que Raoul tuviera la iniciativa de iniciar el negocio de los grillos y poner a Katze al mando. Esto sólo confirmaba sus sospechas, que para regresar a su vida, Katze tenía que hacerlo con pasos de bebé.
Entonces, tal vez, quizá, recuperar a Raoul Am como su amigo no era algo imposible… podía, primero ayudar a Katze a recuperar sus habilidades de comerciante y su seguridad de desenvolvimiento, de esta extraña y anónima forma.
Para conocer el panorama de su estado mental, Iason pidió esta cita.
Mandarle el sobre con un nombre falso, pero sugerente a su verdadera identidad, fue un paso peligroso, pero necesario para saber si Katze tenía el coraje de salir de casa y afrontarlo. Mediría su capacidad de desenvolverse bajo estrés y sobre todo, cuánto miedo le tenía. Por supuesto, Iason no perdió el detalle de su arma parecida a un bolígrafo. Katze fue audaz. También, sugería que Raoul lo asfixiaba con su manto protector. Y si Katze compartía información…
Iason fue cauteloso al buscar que la identidad que usaba, sí existiera. El verdadero Rubí con nombre de iniciales I. M. con un mueble llamado Luciel, le facilitó su casa.
Un pequeño favor que recibió y debía pagar después, lamentablemente. Entre las filas de su hermanos Élites, todavía habían algunos ansiosos de ser útiles a Iason Mink.
¿Y si Katze llegaba a la reunión con compañía? Incluso estaba Taki, su guardaespaldas, en el auto.
Entonces, los planes cambiaban ligeramente. Sólo Lowe debía permanecer fuera de la vista después de liberar las cerraduras de la entrada. Katze y su acompañante ingresarían y él, desde las sombras debía dejar fluir la reunión. Sería incómodo, pero Katze como un ex mueble, conocía la actitud excéntrica de algunos Élites. Podía también representar una dificultad para medir la capacidad de exposición de Katze.
Había sido un camino largo y con la constante interferencia de sus anteriores conocimientos sobre Katze y Raoul para apostar en el juego.
Tuvo a Katze con él y salió ileso. Ahora podía revolotear nuevamente al cálido nido de Raoul y contarle sobre sus avances.
Iason necesitaba mucha concentración y tolerancia para imaginar a su amigo Raoul, su confiable Raoul, en medio de un romance con Katze, en específico con su Katze. Pero después de revalorizar lo que tenía, lo que quería y porqué lo quería, dejó a un lado sus interrogantes y se concentró en sus objetivos.
Recuperar a Raoul y su amistad.
Habría tiempo para interrogarse más adelante.
Por supuesto, Lowe era una espontánea distracción que sirvió para relajar un poco el ambiente y ayudó a Katze a desenvolverse en una situación extraña. La personalidad de Lowe, fue suficiente para que Katze, no llegara a la conclusión de que Iason era su amo, y ver su cabello pelirrojo una razón para desconfiar o entrar en pánico.
Lowe…
Mientras apreciaba a Lowe en la cocina, desenvolviéndose con gracia y rapidez, Iason disfrutó de su vino, se sentó en un cómodo sofá, en un extremo del salón mientras el sol le daba en la cara.
Lowe era un buen mueble, dedicado, detallista, enérgico, inteligente y quizá, apuntaba para sus virtudes, la irreverencia que demostraba. Natural y espontánea.
Se había dicho que escogería a un niño pelirrojo para llamar principalmente la atención de Raoul, como un preludio para sus planes. Pero no era del todo cierto.
Tampoco buscaba un reemplazo para Katze, porque Katze, como mueble, fue bastante apegado a las normas. Entonces, ¿el atractivo de Lowe para él, estaba en su personalidad estridente y juvenil? Iason todavía no lo sabía.
Todavía había muchas dudas y pendientes por resolver. Iason se relajó un poco al pasar sus largos dedos entre el cabello azabache de su mascota, que estaba tranquilamente sentado a sus pies.
Grandes ojos oscuros lo miraron desde su posición y sus labios coqueteos dibujaron una sonrisa.
- Maestro, ¿puedo preguntarle algo? – Lowe se acercó con una bandeja en mano y depositó sobre una mesa baja un platillo con bocadillos de queso y jamón.
- ¿Qué sucede?
- ¿Quién es Katze?
- ¿Sería una sorpresa muy grande para ti, si te dijera que él, era mi mueble?




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