Capítulo 19: Mi regalo para ti

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— Hermano, ¿que se supone que estamos haciendo en una herrería? —preguntó la quejumbrosa princesa que está junto a mi

— Vinimos a buscar algo importante, deja de quejarte. Tu puedes irte al palacio ya que esto tardará un poco —aprobó el Rey, mientras salía de la tienda—. Sin embargo, la señorita Longford, si tiene que quedarse

— ¿Yo...? —cuestione confundida—. ¿Por qué tendría que quedarme, su majestad?

— Porque es una orden directa del Rey —explicó sarcástico—. Aunque no sería nada nuevo que me desobedezcas, me voy acostumbrando con el pasar de los días

Sin nada que responder a eso, opte por la opción de guardar silencio luego de despedirme de Aine, quien decidió irse al palacio cuanto antes. Me di cuenta que para ella no era del todo agradable estar rodeada de personas a quien no conocía, mucho menos si este era recurrido por grandes grupos de personas, no es que no le agradan las personas, simplemente no está acostumbrada a estar rodeada de personas, situación que es irónica, ya que es una princesa y normalmente siempre está rodeada de gente-aunque para ella la mayoría son desagradable-, ella prefiere estar sola en vez de tener compañía no deseada y tener que fingir una sonrisa de agrado hacia los demás

Unos minutos después de que ella se fuera, el Rey me llevó hasta el palacio, específicamente al taller donde se forjan las armas. Estando confundida por la situación en la que estábamos, me tome la molestia de acercarse a él, y preguntarle lo que hacíamos en este lugar

— ¿Sabes que eres un poco impaciente? —dijo con una sonrisa ladeada—. Solo espera un poco mas y sabras a que vinimos, después de todo, es algo para ti

— ¿Para mí? —cuestione algo confundida e intrigada

— Así es, por eso te pido que tengas algo de paciencia

Curiosa y algo nerviosa por lo que sea que me esperara en este lugar, decidí tranquilizarme y no pensar lo peor, ya que, algo en mi interior me decía que no debía temer o preocuparme por que algo malo me pasara, no sé en qué momento deje de estar tan tensa, pero me alegra no tener que sentirme en peligro cada vez que esté junto al Rey, de cierto modo, es tranquilizante no tener que mantener mi mano en la empuñadura de mi espada o estar lista para soltar una flecha en fracción de segundos

No fue mucho el tiempo que tuve que esperar, hasta uno de los herreros se nos acercó con dos costales grandes y que a simple vista se veían bastante pesados, él los dejó frente al Rey luego de hacer una reverencia y retirarse sin decir una palabra, dejándome a solas con el soberano, quien les pidió a los soldados que nos acompañaban, que nos dejaran a solas. Impaciente por saber que estaba a punto de suceder, el tomo uno de los costales y lo dejó frente a mi

— Ábrelo —ordenó con una expresión calmada, yo lo mire dudosamente antes de arrodillarme para abrir el costal—. ¿Recuerdas el día que escapaste y te encontré en la herrería?

— Cómo podría olvidarlo, su majestad —dije obvia

— Olvidemos la parte en que me porte como un salvaje... ese dia, luego de que te llevaran al palacio, entre al lugar y pregunté qué era lo que habías preguntado, el hombre me dijo que mandaste a buscar unas libras de tectita —al escuchar eso, mi cabeza empezó a imaginar algo que probablemente el soberano había hecho—, supe que por la cantidad que pediste, probablemente era para hacer algo pequeño, algún dije o una pequeña daga, antes de que llegaras a mi habitación por la madrugada, le pregunté a Meliá, para que necesitas ese mineral... y, pues... Me dijo que, probablemente se tratara de la forja de tus flechas o una espada, ya que para ustedes era importante hacerlas después de que...

— Hiciéramos la apropiación de los dones —dije al ver que no recordaba lo que estaba diciendo

— Exactamente, gracias... Así que, me tomé la molestia de ordenar a buscar más del mineral, ya que con lo que te llegara no sería suficiente, con eso podrías hacer mínimo dos flechas, con estos dos costales, podrías hacer unas treinta y con el otro... una espada

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