capitulo 4

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—¡¿Por qué carajos no llegan?! —la voz de Bakugo resonó en el cruce, cargada de frustración. Habían pasado toda la mañana esperando, pero no había ni rastro del carruaje.

—De seguro hicieron un cambio de planes, ¿no? —intentó calmarlo Kirishima, aunque sabía que era una tarea casi imposible cuando Bakugo estaba así.

—Es lo más probable. No creo que supieran de la emboscada —concluyó Sero, cruzado de brazos, tratando de racionalizar la situación.

—Este era el momento perfecto... —Bakugo apretó los dientes, conteniendo su furia—. Ahora tendremos que regresar a ese maldito reino. ¡Ah, maldito seas, Endeavor! —Cada día que pasaba, su odio hacia el reino crecía como un veneno dentro de él.

—Calma, hermano. Tenemos mucho que preparar para mañana —dijo Kirishima con suavidad, dándole una palmada en la espalda, intentando mostrarle apoyo.

—No me des órdenes, pelos de mierda —Bakugo lo rechazó de inmediato, sacudiéndose el contacto con un desprecio que no pretendía ocultar.

—Sí, sí... eso lo sé —respondió Kirishima con resignación, retirando su mano sin más discusión.

—¡Vámonos! —ordenó Bakugo con autoridad, girando sobre sus talones. La ira aún ardía en su interior, pero sabía que tenían que seguir adelante.

—¡Sí, señor! —respondió el grupo al unísono, siguiendo a su líder con determinación. Aunque las cosas no habían salido como esperaban, aún quedaba mucho por hacer, y Bakugo no permitiría que un contratiempo los detuviera.

 Aunque las cosas no habían salido como esperaban, aún quedaba mucho por hacer, y Bakugo no permitiría que un contratiempo los detuviera

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—Envíen esta carta a los Iida. Justifica el percance que tuvimos al ir —ordenó Enji, entregando la carta a uno de sus sirvientes en cuanto llegaron al castillo.

—Sí, majestad —respondió el sirviente con una profunda reverencia, sus ojos fijos en el suelo. Sabía bien por qué evitaba cualquier contacto visual; incluso el más mínimo gesto podía ser malinterpretado en la presencia de Enji.

Mientras el sirviente se retiraba rápidamente, Shoto se acercó a su padre con una mezcla de agotamiento y respeto.

—Padre, pido permiso para retirarme —dijo con voz controlada. Aunque no había hecho mucho físicamente, el viaje había sido agotador para él, alguien que lo emprendía por primera vez.

—Concedido, pero luego te quiero en el salón del trono —respondió Enji sin mirarlo, su tono autoritario, como siempre.

—Sí, padre —contestó Shoto con la formalidad de quien sabe que no tiene opción. Se dio media vuelta y se encaminó hacia su habitación, sintiendo el peso de la frustración en cada paso. ¿Quién habría pensado que jóvenes de su edad desearían acabar con su padre? La idea le resultaba a la vez desconcertante y perturbadora.

La noche comenzó a caer, y con ella, el único consuelo de Shoto: admirar el cielo. Se quedó por horas en el gran ventanal de su habitación, contemplando el firmamento sin ser molestado. Nadie se atrevía a interrumpirlo en esos momentos de introspección, especialmente después de haber presenciado la crueldad con la que su padre despachaba a sus súbditos desde el trono.

《un pasado no retornable》|| todobaku ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora