"Algo malo está a punto de pasarme.
No sé que es, pero lo siento venir.
Solo espero que ella no se manche de rojo sangre."
Después de un suceso traumático, Rusia se pierde en si mismo dentro de la culpa palpitante. Esto lo lleva al filo de un puente...
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———Mariel———
El aire hoy es ligero, lo suficientemente frío para estar en un ambiente fresco.
—Has estado muy callada. —la voz de Liosha me saca de jaque—. ¿Quieres volver con la señorita Shin?
Busco su mano con la mía y le palmeo.
—Quisiera dar una vuelta.
Sujeta mis dedos en su palma y se levanta para ayudarme. Alzó la correa de Octavio para que se levante y comenzamos a andar.
—Mariel...—vuelve a tomar la palabra, como dudoso—¿En qué piensas?
En qué está a mi lado cada que puede. No lo entiendo. Si fuera yo, sería entendible, es mi único amigo.
Su caso es diferente.
—Por lo regular ya...
Entonces me doy cuenta.
—¿Que tono tiene el cielo el día de hoy?
Lo escucho reír brevemente. Entrelaza sus dedos con los míos y responde.
—Es un azul triste—suspira—. Culpa de esos matices grises.
—Vaya, ¿Y el sol?
—Bueno, —detiene la caminata— apenas es visible, el otoño se hace notar, tan solo son unos pocos rayos los que salen y preguntan... ¿Qué tienes que no me quieres decir?
Aprieto con fuerza la salida de una bocanada de aire.
—Vale...
—¿Te rindes?
Ríe triunfal.
—No podemos ir a casa juntos por un tiempo.
Suelta mi mano lentamente, como si procesará palabra por palabra lo que le he dicho.
—Niña...
—No estoy enojada o algo así. Mi padre, platicó conmigo y se niega a que continúe caminando sola a casa.
—Ya no vas caminando y mucho menos sola.
Vuelve a sujetar mi mano.
—No le he dicho sobre eso. No tengo idea de cómo va a reaccionar.
Ríe.
—Vale niña, no hacemos nada malo como para ocultarselo.
—No entiendes, él nunca me ha visto con amigos. Simplemente... No le puedo decir que un amigo me lleva a casa en moto. No te conoce.
—De acuerdo...—suspira con resignación y retomamos el camino.
No sé, estoy segura que piensa en algo para persuadirme.
