"Algo malo está a punto de pasarme.
No sé que es, pero lo siento venir.
Solo espero que ella no se manche de rojo sangre."
Después de un suceso traumático, Rusia se pierde en si mismo dentro de la culpa palpitante. Esto lo lleva al filo de un puente...
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Son las doce y media de la noche, cuando Eleazar se percató de que su paciencia se acababa, pues Sergei aún tenía la decencia de no querer hablar. Se declaró culpable de todo, como si resignarse fuera su mayor penitencia.
Iba camino a su oficina, al menos tener a Sergei declarándose culpable le servía para que la orden de investigación y espionaje terminara de ser aprobada.
Estaba por cerrar la puerta cuando las manos de sus mayores comandos lo irrumpieron.
— ¡Señor! — exclamó Dante casi estampándole la cámara en la cara a su superior—. ¡Tiene que ver esto!
En la mesa estaban desplegadas la evidencia fotográfica de los agentes.
— De tres a cuatro pareciera que el mundo revive, lo extraño es que no hay grandes cargamentos como lo que usted presenció en la zona gris, más bien son coches de alta gama.
— Está la teoría de que es un lugar subterráneo, ya que hay accesos de ventilación dentro de Roche que parecen no tener un uso.
— Y las coladeras en su mayoría, están mal selladas. Solo necesitamos la aprobación del caso para...
Eleazar salió de la habitación casi derribando a sus oficiales de confianza, el mundo entero se dio cuenta de la furia que emergía de él al caminar, rumbo a las celdas, en especial, la de Sergei Korolev.
— Necesito que hables ¿Qué tengo que hacer?
El rubio lo miro sin interés a sabiendas de que en verdad el sheriff requería de su confesión para la aprobación directa de la misión y búsqueda legal. Pensó en realidad si podría negociarlo.
— Hablar con mi mujer— dictaminó.
Dos inteligencias confrontadas, dos energías fuertes.
"En el vaivén de los alucinantes versos, no hay un futuro de claridad".
02:47 am.
La luz roja del interesante dispositivo en su poder le dió la afirmativa. Eleazar se estaba moviendo al jardín dorado.
— Se dirigen a Shutov y Roche...
— ¿Cómo sabes? —preguntó el francés asomándose bruscamente a la pantalla que sostenía Liosha en sus manos.
— Es la única vía.
— El sheriff me sorprende, no es por subestimarlo, —aludió Lumiere extendiendo un arma para el joven— creí que tardaría más en actuar por la vía legal.
