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Me dolía mucho el brazo derecho y la nariz me sangraba, podía sentir el líquido tibio mojándome los labios y tuve que resistir ese impulso estúpido de relamerme

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Me dolía mucho el brazo derecho y la nariz me sangraba, podía sentir el líquido tibio mojándome los labios y tuve que resistir ese impulso estúpido de relamerme. ¿De dónde había salido esa necesidad de limpiarnos las heridas así? Había dejado mi etapa de obsesión con los vampiros hacía años, pero igual quería sacar la lengua y saborear ese gusto metálico.

—Está despertando.

No, quise decir, no estoy despertando y no pienso abrir los ojos. Pero lo hice tan pronto como lo pensé, porque mantenerlos cerrados a propósito es como intentar dejar de respirar; mientras más lo evitas más ganas tienes de hacerlo y al final todo el esfuerzo no sirve de nada.

—Muévanse a un lado —pidió otra persona en seguida—. Necesitan aire.

Vuelve a cerrar los ojos, ciérralos, ciérralos. Pero ya me habían visto y ya no tenía excusa para perderme en mis pensamientos. Me quedé viendo un punto fijo entre las luces del techo; si no miraba a la multitud, no tendría que ver el rostro de Alondra entre todos los demás.

—¿Puedes sentarte?

Asentí, pero no me hablaban a mí. Solo entonces me percaté de que había otra persona tirada a mi lado. Era la chica de más temprano, Dara. Se sujetaba el pie con una mueca de dolor, pero no se le había desarmado un sólo tirabuzón, eso sí, le había manchado la blusa con sangre, excepto que fuera suya, pero realmente esperaba que no. Ya era lo suficientemente vergonzoso haberme desmayado y caído sobre ella, si encima le había hecho daño no podría mirarla de nuevo a la cara.

—¡Ibbie!

Oliver se abrió paso entre los mirones, que igual ya empezaban a perder el interés. Me tendió una mano y cuando la tomé, el dolor me subió desde la muñeca al hombro como un relámpago por lo que apenas tuvo tiempo de agarrarme antes de que volviera a caerme.

—¿Estás bien? —Por la forma en la que me miraba, sabía que también la había visto. Su pregunta tenía una doble connotación.

—La testosterona te ha hecho bien —respondí evitando la pregunta—. Antes no podías levantarme tan fácil.

—Qué testosterona ni nada, estos brazos son fruto de mi sacrificio.

—Ya suenas como esos adictos al gimnasio—Lo interrogué con la mirada y asintió levemente. En mi plano de visión apareció Alondra. Oliver me agarró la mano con fuerza.

—Déjenme pasar —exigió—. ¿Por qué no van a pedir ayuda en vez de molestar?

Oliver apretó la mano aún más. Aguanté para no retorcerme de dolor; sentía cómo me latía y la punzada había llegado hasta mi hombro, pero me había prometido jamás volver a mostrar debilidad delante de ella. Cuando pasó a mi lado, me pasó a llevar con el hombro como si no tuviera espacio para pasar, pero no me miró. El roce de su cuerpo contra mis pechos me hizo temblar; fue un movimiento calculado, disimulado y cruel como sólo podía serlo viniendo de ella. Sentí como Oliver se tensaba a mi lado, pero le apreté la mano como pude, aguantándome el dolor una vez más. No quería una escena.

[FINALISTA WATTYS '24] Llévate estas canciones viejasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora