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Por más que lo intentaba, no era capaz de tocarme bajo la ropa interior

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Por más que lo intentaba, no era capaz de tocarme bajo la ropa interior. Había logrado cierto avance con el asunto de... de la masturbación. Cómo odiaba esa palabra. Era tan fea. Pero en realidad no lo era, así como lesbiana tampoco y siempre nos habían hecho creer que era algo sucio. Si había superado uno de esos prejuicios, podía superar el otro.

Pero ser lesbiana no me hacía sentir pecaminosa; mi sexualidad sí.

Trataba de no pensar en nada cuando metía la mano bajo mi pantalón de pijama, pero encontraba todo seco allí y me dolía. Si visualizaba a Dara, lo sentía humedecer, pero mi mente se paralizaba pensando en que estaba usándola, haciéndola parte de una actividad sexual sin su consentimiento. Probé a imaginarme que mis manos eran las manos de otra persona, alguna extraña que me quería, que no me tenía asco, que incluso podía llegar a desearme, pero no me tardaba mucho en que esas manos tuvieran la manicure que ya conocía tan bien, los anillos delicados en esos dedos que se entrelazaban con los míos. No la ensucies, no la ensucies, no la ensucies, Ibbie. Pero lo hacía, y la única forma de que no ocurriera era frotando sobre la ropa interior: la fricción era más grande y el tacto menos visceral. Podía enfocarme sólo en eso, así no sentía la viscosidad y no tenía que pensar en las implicaciones de lo que estaba haciendo. Eso sí, no tenía la fuerza para dejarme llevar: cada vez que estaba cerca del orgasmo, sacaba la mano como si mi piel quemara y me hacía bolita bajo las mantas, como si estas pudieran protegerme de la vergüenza.

Me vibró el celular y me arrancó completamente de la angustia. Sabía que era Dara porque le había puesto un tono de mensaje diferente, lo más 'kawaii' que encontré en la zona de descargas gratis, para que me recordara a ella.

—¿Puedo dormir en tu casa? —fue lo único que me dijo cuando le contesté. Podía escuchar los sonidos de la calle a través del teléfono.

—¿Dónde estás? —apuré, no me gustaba su tono de voz.

—¿Puedo o no? Necesito saber a dónde caminar.

—Claro que puedes venir. Pero mándame tu ubicación, voy por ti.

Me vestí a la velocidad de la luz, dándole tirones a las mangas para que el yeso no se quedara enganchado. Grité que salía rápido y no alcancé a escuchar si alguno de los dos me respondió, tampoco importaba: sólo podía pensar en lo quebrada que había sonado la voz de Dara a través del teléfono.

No estaba lejos, ya venía en camino cuando se le ocurrió preguntarme si podía quedars. En vez de molestarme, me sentí halagada de que en el fondo supiera que podía contar conmigo. Recorrí la distancia que nos separaba corriendo, y aunque sentía que se me iba a salir el corazón por la garganta y las pantorrillas me quemaban de forma horrible, no me detuve hasta que vi su cabello rosa al otro lado de la calle, iluminado por la luz roja del semáforo. Crucé tan rápido como pude y tuvo que frenarme porque iba con demasiado ímpetu. Me apoyé un segundo en ella porque apenas podía respirar, sabía que tenía la cara como un tomate y sentía el sudor caerme por las sienes, pero al verle los ojos vidriosos supe que la carrera había valido la pena.

[FINALISTA WATTYS '24] Llévate estas canciones viejasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora