Los invitados comenzaron a llegar a eso del mediodía, así que alrededor de las dos el patio ya estaba lleno, con mi papá asando carne en la parrilla y mi mamá revoloteando como una mariposa entre los diferentes grupos que había esparcidos en la terraza. También estaban mis primos, mis tíos y otras personas que siempre se veían en ese tipo de reuniones pero que no tenía claro que parentesco tenían con nosotros.
Me había revelado un poco poniéndome la ropa que siempre usaba, con unos cuantos accesorios extra para molestar más a mi mamá. De todas formas lo estaba pasando pésimo al igual que todos los años. Los pasteles muy dulces no me gustaban, pero ahí había uno enorme de tres leches con mi nombre encima. Tampoco comía cordero, pero habían encendido el asador temprano en la mañana, y ni hablar de los invitados, personas que no tenía interés en ver y que no sabían nada de mí. Las amigas de ellos miraban mi atuendo con extrañeza mal disimulada, y en vez de fabulosa estaba comenzando a sentirme como un payaso de circo.
—¿Estás disfrutando tu fiesta? —me preguntó mi mamá cuando pasó cerca mío.
No. Ya sabes que odio los cumpleaños. Asentí para ahorrarme la conversación.
—Me alegro, los decoradores dejaron todo muy elegante.
Pero yo de elegante tenía poco, al menos de la forma en que ella lo veía. La terraza estaba hermosa con la estufa en medio del patio, las mantas para los invitados y los globos color champaña, pero no tenía mi nombre por ninguna parte. Lo miraba todo y no me reconocía, me deprimía entender que así me veían ellos, que no eran capaces de captar lo más mínimo de mi esencia después de tantos años.
Me quedé sentada allí mucho rato, con una copa de espumante en la mano, dando sorbitos y mirando a todo el mundo. ¿Qué pensarían de mí? ¿Lo hacían en absoluto? La mesa estaba repleta de regalos que no me interesaba abrir. Para qué, si no tenían idea de qué regalarme. Ni siquiera debían saber cuántos años cumplía. Literalmente no había una sola persona allí con la que quisiera pasar ese día, de hecho, mi único deseo habría sido que me dejaran en paz.
Saqué mi teléfono como por costumbre y me puse a revisarlo olvidándome de que por regla general lo ignoraba todo el día cuando era mi cumpleaños. Tenía varios mensajes de Ibbie, por un ínfimo momento albergué una esperanza infantil de que me hubiera saludado, pero por supuesto no tenía idea de qué día era: no estaba publicado en ninguna parte y yo nunca se lo había dicho. Lo que sí había eran muchísimos audios y varios gifs y stickers que no tenían ningún sentido sin el contexto necesario.
Alcé la vista y vi que nadie estaba pendiente de mí, así que fui a encerrarme en el baño y me senté en el borde de la tina a escuchar sus grabaciones. No tenían mucha coherencia entre ellas; sólo me estaba contando sobre su mañana, cosas que veía en la tele o cómo se le habían caído al piso las tostadas porque todavía le costaba usar la mano enyesada. Le contestaba los mensajes a la velocidad de la luz para que no se me escapara ningún detalle; sin querer capté mi reflejo en el espejo y me pillé sonriéndole al celular como una tonta. Me di cuenta en ese momento que la única persona con la que quería celebrar estaba al otro lado de la pantalla y que esa distancia mínima en realidad tenía un arreglo muy simple.
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[FINALISTA WATTYS '24] Llévate estas canciones viejas
Teen FictionIbbie es la cantante de The Ultimate, una banda punk que toca en bares durante las noches del fin de semana. Los días los pasa intentando no volver a hundirse en la depresión de la que acaba de salir, causada por una situación de abuso que se extend...