Me pasé toda la noche hablando con Oly. Estaba trabajando en una canción nueva, y como siempre, quería mostrármela a mí antes que a Coco y Ame. La letra hablaba sobre una transformación dolorosa pero deseada, y me encontré sonriendo para mí misma al leerla mientras Oly la tarareaba para mí después de tocar la batería un rato. Me alegraba que pudiera expresarse a través de la música, porque su transición no había sido la más fácil del mundo. Solo pude quedarme dormida cuando el sol estaba por salir, y únicamente gracias a la convicción de que pondría todo de mí para hacerle justicia cuando fuera mi turno de cantarla. Me sumergí tanto en sus sentimientos que olvidé mis propias preocupaciones, pero con eso también olvidé que había quedado de ir a la casa de Dara temprano en la mañana, y para cuando hube despertado, el sol ya estaba alto, sonriendo burlesco en la mitad del cielo.
—Mierda.
Tomé una polera limpia del clóset y el pantalón que había usado el día anterior, después corrí a lavarme los dientes y a disimular la falta de delineado con un poco de sombra morada en los ojos, porque me incomodaba un poco verlos tan desnudos. Mi madre ya se había ido al trabajo, y no estaba segura de si mi padre estaba en casa, así que aproveché para salir sin que nadie me dijera nada, acordándome al último momento de tomar mis llaves y mi billetera de la mesa. No me percaté del frío que hacía hasta que llevaba caminadas varias cuadras y las miradas de los otros transeúntes tuvieron sentido; tenía el vello de los brazos erizado y de mi boca salía ese vaho blanco que te hace parecer un dragón. Ni siquiera consideré devolverme: la micro ya venía y estaba muy atrasada. Si no hubiera tenido tantas ganas de distraerme, habría inventado una excusa por el retraso y me habría quedado en casa, pero estaba volviéndome loca, y no tenía ensayos hasta dos días más, así que Dara era mi única opción. Además, me sentía muy culpable por haberle roto la pierna...
El en trayecto, terminé de aplicarme rubor y labial. Entraba el aire por una de las ventanas abiertas, pero estaba muy lejos como para ir a cerrarla. Siempre me ponía inquieta en espacios pequeños, y la sensación de estar acaparando mucho me mantenía pegada al asiento, donde también sentía que molestaba si alguien se ponía a mi lado. Quedarme quieta era mi forma de hacerme pequeña: si mi tamaño y mi apariencia no me ayudaban, mi presencia tenía que ser lo suficientemente débil como para que yo desapareciera de la vista. Y por eso me gustaba tanto cantar, porque era el único momento donde sentía que mi corporalidad dejaba de existir: mi voz era más impresionante, más llamativa, mucho más grande que yo. Solo entonces me permitía moverme con libertad y a mis anchas.
Me bajé cantando por lo bajo, de un humor increíble para el frío que hacía. Dara me ponía un poco nerviosa, pero quería conocerla más. Oly había insistido mucho en que ya no le pidiera disculpas, porque parecía el tipo de persona que se cansa rápido de ese tipo de cosas, así que opté por comprar un pie de limón y dos mochas grandes como ofrenda, pensando que al menos a mí eso me habría subido el ánimo inmediatamente. La voz me salió apenas cuando le agradecí a la vendedora y entonces entré en pánico. Si me enfermaba y no podía cantar estaría en grandes problemas; ahí sí tendría verdaderas razones para quedarme encerrada en casa sintiéndome culpable. Prácticamente corrí a la casa de Dara, que era una de esas que parecen un cubo, muy modernas y ordenadas, iguales a la del vecino y la del vecino del vecino.
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[FINALISTA WATTYS '24] Llévate estas canciones viejas
Teen FictionIbbie es la cantante de The Ultimate, una banda punk que toca en bares durante las noches del fin de semana. Los días los pasa intentando no volver a hundirse en la depresión de la que acaba de salir, causada por una situación de abuso que se extend...