Ibbie lloró mucho, tanto que creí que me iba a ahogar en sus lágrimas. En algún momento la abracé, muy torpemente poque no se me daba hacerlo, pero no sabía que más hacer. Estábamos sentadas en la cama y de un momento a otro dejó de sollozar y cuando me fui a fijar resultó que se había quedado dormida. Tenía todo el maquillaje corrido y el pelo enmarañado de haberse apoyado en mi hombro, pero de cierto modo parecía menos consternada que cuando comenzó a hablar.
La dejé ahí un rato, todo lo que aguanté hasta que el frío me hizo buscar cobijo en otra parte. Como pude la terminé de recostar sobre la cama y la tapé con todas las mantas que encontré, porque vi que tenía la piel de gallina. Sin saber dónde meterme, decidí entrar bajo el cubrecamas también, pensando que comprar el Soju había sido una pésima idea. La cama era pequeña e Ibbie ocupaba más de la mitad, así que no me quedó otra opción que pegarme un poco a ella; el alivio fue inmediato, su cuerpo emanaba el calor que me faltaba en esa habitación sin calefacción, así que me tragué el pudor y me acerqué un poco más. Ella se removió un poco, pero no llegó a despertar. Cerré los ojos, confiando en que la calidez y lo bebido terminarían por hacerme dormir a mí también.
Pero resultó que el frío que sentía lo tenía dentro, y que la historia de Ibbie había evaporado cada gota de alcohol de mi sistema. Oía un reloj en alguna parte de la habitación, aunque en las paredes no había ninguno; lo sentía avanzar y avanzar mientras se me escapaban los minutos de sueño. Repasé las palabras de su relato, la forma en la que se le había quebrado la voz tantas veces que me sorprendía que no se hubiera roto la garganta con las astillas. Quise preguntarle por qué no había denunciado, pero me callé porque ya sabía la respuesta: si no les creían a las chicas que eran abusadas por hombres, ¿cómo iban a creerle a ella? Lesbiana, de apariencia rebelde, sin pruebas y con una atacante que pretendía ser su novia: se habrían reído en su cara. Habría perdido más que el puñado de supuestas amigas que la abandonaron tan pronto su bote comenzó a hacer agua.
Me volteé a verla. Sus cortinas eran delgadas como el papel, así que nos llegaba la luz de la calle. Sus lágrimas se habían secado del todo mientras las mías no habían alcanzado a brotar. Me sentía un poco culpable por haber estado tan aterrada con lo ocurrido esa mañana, porque comparado a lo que había sufrido Ibbie parecía una tontería. Aún así, me llevé la mano a los labios para protegerlos de una amenaza que ya no estaba allí y sobre la que esta chica me había advertido varias veces. ¿Cómo se suponía que le iba a pagar eso? Preocupándose por mí cuando apenas me conocía, guardando mi bolso sin saber quién era y haciéndome mermelada para disculparse por algo que debía de haber sido terrible para ella por más de una razón... no me sentía preparada para devolver todo eso, y lo que me angustiaba más era que de ninguna manera me lo estaba pidiendo: lo había hecho de forma desinteresada y yo no podía comprenderlo porque llevaba años convenciéndome de que la gente así no era real, de que las dobles intenciones eran la norma y de que si no aprendía a comportarme de la misma manera entonces arrasarían conmigo.
Tuve que voltearme. Me había desarmado sin siquiera tocarme.
Revisé mi celular en la oscuridad. No tenía ni una llamada de mi mamá, ni un mensaje de mi papá, solo infinitos Whatsapps de Alondra pidiéndome disculpas, jurando y re-jurando que no sabía qué la había poseído y preguntándome cuándo podíamos hablar. Borré sus mensajes y archivé su chat, pensando que si la bloqueaba podía sumar uno más uno y seguir acosando a Ibbie todavía más. El labio comenzó a temblarme un poco como cada vez que quería llorar, pensé en mordérmelo igual que siempre, pero me detuvo la idea de que ya habían sufrido demasiado en un sólo día. Primero cayeron un par de lágrimas silenciosas y antes de darme cuenta estaba hipando, Ibbie se incorporó con brusquedad, maldiciendo otra vez porque seguía olvidándose de que no podía apoyarse en la mano derecha. Me decía algo, pero mi llanto lo inundaba todo; es que se me había olvidado lo que era llorar, estaba borrado por completo de mis recuerdos, y todavía no podía decidir si la sensación era más asfixiante que liberadora o al revés.
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[FINALISTA WATTYS '24] Llévate estas canciones viejas
Fiksi RemajaIbbie es la cantante de The Ultimate, una banda punk que toca en bares durante las noches del fin de semana. Los días los pasa intentando no volver a hundirse en la depresión de la que acaba de salir, causada por una situación de abuso que se extend...