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Oly vino a buscarme el viernes después de almorzar con el amable recordatorio de que Ame y Coco se iban a enfadar muchísimo si no llegaba a la presentación de esa noche

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Oly vino a buscarme el viernes después de almorzar con el amable recordatorio de que Ame y Coco se iban a enfadar muchísimo si no llegaba a la presentación de esa noche.

—Pues parece que lo único que sé hacer es enojar a la gente —me quejé.

Esperaba que no me entendiera con la almohada sobre la cabeza, pero cuando lo sentí presionarla contra mi cara me di cuenta de que lo había oído fuerte y claro.

—Me vas a ahogaaaaaar —grité, y entonces aflojó y se estiró a mi lado en la cama, empujándome con la cadera para que hiciera espacio.

—A ver si así te reseteas —gruñó—. Sabes que me preocupo si no respondes mis mensajes y pasas dos días sin hacerlo como si nada.

El resentimiento en su voz era evidente y eso solo me hizo sentir peor.

—Perdón —dije sin mirarlo—. Se me pasó el tiempo sin darme cuenta...

Oly suspiró pesadamente. Lo último que quería era cansarlo, por eso había decidido esconder el teléfono después de la llamada fallida a Dara; sabía que si tenía la oportunidad estaría toda la noche lamentándome y mareándolo sin poder detenerme, así que me abstuve.

—No querías preocuparme —me delató.

—Mmm...

—Pero terminaste preocupándome más —siguió.

—Ya sé, ya sé —dije volteándome para verlo por fin—. Ya te pedí perdón.

—No necesito eso, tonta —Sus palabras eran duras, pero su expresión mostraba lo contrario: su preocupación era amable a pesar de todo—. Lo que necesito es que aprendas de una buena vez a pedirme ayuda en lugar de pretender que no te pasa nada y luego desaparecer.

—Un puñetazo habría dolido menos —bromeé.

—Hablo en serio, Ibbie. ¿Cuándo vas a entender que estoy aquí para ti?

Me sostuvo la mirada cuando lo dijo. Oly no era muy dado a bromear, mucho menos con ese tipo de cosas, pero me costaba tanto... no era que no confiara en él, sino que en el fondo no me sentía lo suficientemente importante como para que alguien me quisiera tan desinteresadamente. La única vez que creía que había encontrado a una persona que supuestamente se preocuparía por mí, la vida se había vuelto aún peor.

—Basta de pensar que no mereces que nadie te quiera —imploró.

—¿Cómo hiciste eso? No lo hagas.

—¿Hacer qué?

—Leerme la mente.

—Ibbie, no necesito leerte la mente, te conozco demasiado bien.

Desvié la mirada hacia el techo, avergonzada de ser tan transparente.

—Ya, dime, ¿qué fue lo que pasó?

Se lo dije y me quedó mirando sin expresión alguna.

—¿Eso es todo? ¿Estás así porque te besó? —preguntó incrédulo.

—No seas insensible —Lo golpeé con la almohada—. Nunca había besado a nadie que no fuera...

—Esos no fueron besos —me cortó—. Tienes razón, es importante pero ¿no deberías estar feliz? Creí que te gustaba.

—Yo nunca he dicho eso —me alarmé.

—Por favor.

Barajé la posibilidad de negarlo, pero al final no pude.

—Ya, ¿crees que se diera cuenta?

—Ibbie, te besó, y espero por su propio bien que fuera porque lo tienes escrito en toda la cara y no porque nunca le importó tu interés en primer lugar. Oye no te pongas así —apuró al ver cómo me agriaba—, estoy seguro de que no tiene que ver con eso.

—¿Cómo lo sabes? —Para entonces ya me había desinflado completamente.

—Porque he visto cómo te mira desde el primer día.

—Estás mal de la cabeza.

Se encogió de hombros.

—Desde la batería se ve todo y tu cierras mucho los ojos al canta... ¡AY!

Lo golpeé más fuerte que otras veces, pero no me dijo nada. Me había puesto muy nerviosa de repente y ya no quería escuchar nada más. Resignado, se levantó y comenzó a buscar entre mi ropa como siempre hacía cuando quería obligarme a salir. Tampoco es que tuviera otra opción si no quería despedirme de The Ultimate, así que acepté mi destino y fui a ducharme. Mamá apenas me había molestado durante los últimos días, pero sabía que estaba atenta a mis movimientos porque la escuchaba detenerse junto a mi puerta por largos ratos cuando pasaba por el pasillo. Me la 'topé' a la entrada del baño y se hizo la sorprendida; no tenía claro cuánto había escuchado de esta y todas las conversaciones que había tenido en mi pieza, pero no dijo nada entonces así como tampoco lo había hecho cuando Dara y yo nos encerramos en mi habitación toda la noche.

Era como si mi lesbianismo fuera la única zona que estaba fuera de su alcance, siendo que era quizás la única a la que habría preferido que le prestara atención. Quizás si, en vez de pretender que Alondra no revoloteaba celosamente sobre mí todo el tiempo con todas las implicaciones que eso tenía me hubiera preguntado al respecto, podría haberme abierto con ella en algún momento, ahorrándome meses o quizás años de sufrimiento innecesario. Pero desde que había salido del clóset a los catorce jamás habíamos vuelto a tocar el tema, ni para bien, ni para mal, simplemente era algo que no existía, la mancha de vino en la alfombra sobre la que colocas el sofá para olvidarte de que está allí porque es imposible de quitar.

Abrí el agua caliente al máximo y me desnudé con la mirada fija hacia el frente para no verme ni por casualidad. Era una de las pocas costumbres que mantenía de cuando las cosas habían estado muy mal justo después de que todo terminara, nunca pude dejarla, y con el regreso de Alondra a mi vida, dudaba que pudiera hacerlo pronto. El chorro chocó agresivo sobre mi piel, aunque no lo suficiente: ese calor nunca llegaría a hervir y, por lo tanto, nunca podría limpiarme por completo. A veces fantaseaba con que podía quitarme la piel en medio del vapor.

Enrabiada, me enjaboné entera, desde la punta de los pies hasta lo alto de la frente, pero me detuve justo antes de pasar la espuma sobre mi boca. Todavía sentía cosquillas en los labios, justo dónde Dara me había besado. Sólo me debatí un momento antes de apartar la mano; era el único lugar de mi cuerpo que otra vez estaba limpio.


[FINALISTA WATTYS '24] Llévate estas canciones viejasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora