05| Un heredero en Quirrot

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Poco tiempo después la puerta se abrió, eran los guardias y Herderis. No necesité ni escucharlo para notar su enojo con todos por enviarme y dejarme allí.

—¡¿Quiénes se creen que son, eh?!— los hombres solo bajaron la cabeza—. ¡Respondan!

Estaba enojado, sus ojos cansados me mostraban que no durmió, pero el cansancio no opacó si ira.

Un criado fue el que habló.

—El sumo sacerdote ordenó este cambio, mi rey.

—El sumo...— soltó una maldición—. ¡Yo soy su rey y él es mi esposo!— volvieron a dar un paso atrás—. A nosotros nos deben obedecer, ¿entendieron?

—Sí, majestad— respondieron al unísono.

Pensé que después de eso volvería a mis aposentos, pero ya eran de Daract, así que le dije a Herderis que podía quedarme allí, de todos modos ya no tenía cadenas.

—No seas estúpido— soltó y supe que mejor me quedaba en silencio.

Al final me llevó a sus aposentos y le dijo a los criados que trasladaran todas mis cosas.

—Pero...— empecé—, no es propio.

—No me importa, estamos casados y ya me cansé de dormir lejos de ti.

—Pero... ¿qué pasará cuando quieras a tus mascotas?

Sentí un sabor agrio al preguntar eso, pero jamás admitiré que fueron celos.

Tomó mis manos entre las suyas con suavidad y me acercó a su cuerpo. El calor de su cuerpo compensó el frío de pasar una noche encerrado.

—Te tengo a ti, no quiero a nadie más; y no voy a dejar que te pasen por encima. Tú tampoco deberías.

Tenía razón; y lo intentaba pero no lo lograba. Me era difícil hacerme respetar cuando antes no tenía que hacer nada porque con mi nombre era suficiente.

Quería intentarlo con más ganas, pero tenía miedo de lograrlo.

●○●

El sol me dio directo en la cara y me desperté, pero no me moví porque estaba sobre el pecho de Herderis y si me movía seguro lo despertaba.

Unos segundos después se despertó y por fin me pude estirar a gusto para después volverme a acomodar en su pecho.

—Está embarazada— solté de repente.

—Lo sé, en seis meses tendrá al bebé.

Cierto. Herderis tenía sangre demoníaca, por lo tanto su hijo también, y los demonios crecían más rápido.

—El sumo sacerdote sugirió que nos divorciáramos.

—¿Qué? Ni en sus sueños.

Eso me hizo sonreír un poco.

—¿Por qué?— preguntó segundos después.

—Porque Daract es mujer, ella es mejor opción.

—¿Y tú crees eso?

Me acomodé en la cama para mirarlo a los ojos antes de responder con un rotundo no, luego me moví rápido para sentarme a horcajadas sobre él y besarlo.

—Aparte nunca será mejor que yo— dije aún sintiendo su aliento en mi piel y volví a atacar sus labios.

Él no se molestó en suavizar el rito del beso y yo mucho menos, pues solo quería eso. Sus manos recorrían mi cintura con suavidad y cuando clavó sus dedos una corriente eléctrica recorrió mi cuerpo.

El retorno del Rey [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora