13| La serpiente

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No me sentía bien, estaba cansado y mi cuerpo pesaba, incluso era agotador estar de pie, pero aún así salí de la cama y me preparé.

En la tarde tendría que recibir a Daract y necesitaba terminar de aclarar algunos detalles con Veneno.

Me vestí con ropa negra, como había empezado a hacer últimamente, dejando el blanco de Balcé en el pasado y el rojo de Quirrot donde pertenece: con Herderis. Ya vestido, no salí de mis aposentos de igual manera, es más, me metí a la cama otra vez y agarré un par de cartas de Herderis.

La primera vacía, lo mismo con las siguientes, todas vacías.

Vacías.

¿A qué carajos estaba jugando con eso?

¿Acaso solo quería dañarme más? Porque es lo que lograba ignorándome de esa manera.

Aunque Herderis era la razón de que mi corazón sangrara, el cansancio de mi cuerpo se debía a Lunaris. Laya me explicó que toda la fuerza vital que tenía era gracias a las esferas en mi piel, pero no me había dicho que para que funcionaran se cargaban con la energía de la luna y sin diosa, la luna estaba vacía; sin ella se agotaban mis fuerzas. Además estaba el hecho de que mi vida estaba ligada a la diosa; y si yo estaba así de mal era porque algo le pasaba a Lunaris.

Estuve en cama toda el día, recién al atardecer Susurros fue a buscarme.

—Ya están aquí— dijo—. Veneno los está recibiendo.

Me ayudó a ponerme de pie y a colocarme todos mis aretes, yo me coloqué la corona y salimos rápidamente.

Habían puesto la mesa afuera en el patio, sin importar que durante las noches comenzaba a hacer más frío, ya que con Laya pensamos que quizás la luz de la luna nos ayudara.

Los esperé de pie y cuando los vi sentí el impulso de perder la civilización, pero no tenía las fuerzas suficientes y Daract tenía el vientre hinchado. No quería ser el monstruo que Herderis dijo.

—Sean bienvenidos a Kerios— fingí mi mejor sonrisa—. Por favor acompáñenos a cenar.

Daract se acercó a mí con una sonrisa engreída y cuando me extendió una mano para que la besara, mi caballero, Sir Urihn, sacó su espada y la interpuso entre nosotros.

Con una sola mirada mía él retrocedió y yo junté las manos en mi espalda, Daract, que seguía con la mano extendida, retrocedió con la cara teñida de vergüenza.

—Entenderá que las criadas no pueden acercarse al rey— le dijo Hurricane.

Yo contuve mis ganas de sonreír al ver su cara y la del sumo sacerdote.

—Por favor, ignoremos este malentendido y tomen asiento— insistí y así lo hicieron—. No es bueno para la madre del heredero hacer muchos esfuerzos.

Daract se sentó en un extremo con el sumo sacerdote a su derecha y yo me senté en el extremo contrario con Veneno a mi derecha.

Sirvieron la comida, pero ninguno comió más de un bocado ya que el ambiente era demasiado tenso y además yo por mi parte ni siquiera tenía la fuerza suficiente para levantar el tenedor, era un milagro que estuviera afuera.

—Creo que será mejor que empecemos ahora— habló el sumo sacerdote.

Hurricane le clavó la mirada y este la apartó rápidamente para mirarme a mí.

—Zahiredd Gingsred, estamos aquí en nombre del rey Herderis y solo porque nos ordenó pedirle que acepte el divorcio.

—Yo tenía entendido que se debía firmar algo, ¿estoy en lo cierto?

El retorno del Rey [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora