06| Una despedida más

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Salimos durante la mañana del primer día del tercer mes. La única que sabía dónde estaba Yrin era Licomory porque ella los ayudó a escapar. Le pedí que no me dijera, solo por si alguien lograba sacarme esa información antes de llegar al lugar.

No nos encontramos con ningún inconveniente físico en el camino de cinco días, pero durante todo ese tiempo yo sí tuve uno.

Cada vez que cerraba los ojos para dormir escuchaba la voz de Arbat. Me pedía que volviera a mi hogar, que volviera a Balcé. Que debía hacerle caso si no quería que miles murieran.

No le dije a Laya lo que me pasaba, pero no fue necesario. Ella tomó un poco de tierra, hojas secas, el jugo de belladona y los mezcló todos en la palma de su mano mientras susurraba cosas inentendibles.

—Come— extendió su mano y la mezcla olía y se veía asquerosa.

Comí cosas peores mientras estaba cautivo en Balcé, así que cerré los ojos y tragué esa asquerosidad tratando de ignorar que me dio algo venenoso, pero confiaba en ella, aún más que en mi mismo. No tardé mucho en sentirme mareado y un calor horrible en el estómago.

Di un paso atrás cuando los árboles comenzaron a ondularse a mi alrededor, sentía mi cuerpo caliente, el rostro de Laya estaba borroso, y no podía entender lo que dijo Licomory.

Volví a retroceder, pero esta vez me caí, no sé si me golpeé con algo, pero todo oscureció lentamente; cuando abrí los ojos estaba en mi cuarto. En Balcé.

Supe que era un sueño porque tenía una iluminación extraña y las cosas parecían estar por momentos y luego no.

Era un sueño, pero podía sentir el olor a incienso y la luz del sol que se colaba por la ventana calentaba mi rostro. Era extrañamente real.

—Aquí está, príncipe, vamos a sus clases.

Entonces un pequeño yo me atravesó para lanzarse a los brazos de la criada. Los seguí rápidamente por los pasillos, pero la criada se descuidó un momento, y el pequeño yo se fue corriendo.

Di un solo paso para seguirlo, pero el sueño cambió y aparecimos en el pasillo de cadenas. Sabía lo que pasaría a continuación porque aún recordaba ese día a la perfección.

No pude hacer nada cuando el niño cayó al agua... pero entonces la vi. Las cadenas no se estaban moviendo solas, la criada las manejaba con sus manos, y no las tocaba, éstas ni siquiera emitían sonido alguno.

Me acerqué lo suficiente como para poder ver la sombra de sus ojos, alguien la estaba controlando. Arbat, lo supe porque la criada tenía un sol tallado en su piel, aún sangraba así que la bruja tenía que estar cerca.

Quise buscarla, pero apenas me moví aparecí en otro lugar, era el salón del trono y mi madre estaba furiosa caminando de un lado a otro discutiendo con Laya.

¡¿Cómo es posible que esa bruja haya matado a mi hijo?!— la bruja elevó el mentón—. ¡Se supone que la diosa lo cuida y ahora me dices que la mitad de los dioses quieren matarlo!

Reina, es el precio de cargar con tantas profecías...

—¡No se van a cumplir!— se acercó rápidamente y la señaló con el dedo índice a centímetros de distancia—. Fallaste protegiendo a mi hijo, así que ahora te vas a asegurar de que el hijo de la luna no cumpla ninguna profecía.

No comprendí del todo la situación, solo sé que mi corazón se aceleró cuando Laya de giró y me vio directamente a los ojos.

Entonces la situación volvió a cambiar, pero parecía ser el mismo día porque mi madre estaba en sus aposentos con la misma ropa tarareando una canción.

El retorno del Rey [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora