23| El último día

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Avancé hasta que escuché algo similar al gruñido de un león, por compararlo con algo ya que no se parecían en nada. Este era mucho más fuerte, ronco y peligroso, pero podía apostar a que ni siquiera se estaba esforzando por parecerlo. Solo era una advertencia y le hice caso. Me quedé en el lugar sin siquiera respirar demasiado para no llamar la atención.

Entonces solamente porque no estaba pensando bien, hablé.

—No sé qué eres, pero soy Zahiredd Gingsred— mi voz temblaba al igual que mi cuerpo—. Soy hijo de la diosa Lunaris de la luna, soy... no soy un enemigo.

Pero si fuera una bestia dispuesta a comerme, quizás ahí si fuera un enemigo, aunque eso no lo dije.

No puedo decir cómo reaccioné cuando una llamarada de fuego azul creció y alumbró lo que creía imposible.

Un dragón escupió fuego hacia arriba y luego bajó hacia el costado y algo se encendió para no apagarse. Era enorme, muy, muy grande. Yo solo podía ver su cabeza y mínimo era el doble de alto que yo.

Me alejé lentamente y la escasa luz del fuego me permitió ver que sus ojos azules seguían cada uno de mis movimientos.

Tenía escamas blancas y amarillas, me mostró sus colmillos cuando pisé algo y se rompió así que me quedé quieto. Tenía lo que parecían picos en su cabeza del mismo color que las escamas y dos... cuernos a los lados.

Era aterrador, muy aterrador, pero lo era más el hecho de que no dejaba de mirarme; y claro también que no podía ver el resto de su cuerpo.

Emitió un sonido extraño, pero esta vez no me dio miedo, sentí que estaba pidiéndome ayuda. Aunque no puedo explicar bien porqué.

«No te acerques, por lo que más quieras no te acerques» me dijo una voz en mi mente, la voz de Herderis si soy sincero. Se había apoderado hasta de mis pensamientos el muy desgraciado.

Me acerqué, lentamente me acerqué a un dragón real que podía matarme de un mordisco con esos filosos y grandes colmillos.

Cuando por fin estuve a escasos centímetros del animal, lo sentí. Como un fuego en mi interior que se sentía a promesa. Un fuego demasiado cómodo y peligroso, un fuego que me daría poder si sabía equilibrarlo bien.

Entonces extendí mi mano y la coloqué entre sus fosas nasales con gran esfuerzo porque era alto, pero entonces apoyó toda su cabeza en el suelo y fue un poco más sencillo; a excepción de que me asusté cuando se movió.

Mi piel hizo contacto con la suya y una voz femenina me habló, así supe que tenía un nombre.

Insellier.

●○●

El cuerpo de Insellier estaba aún más adentro de la fosa y no estaba solo.

Cuando ella se adentró en sus profundidades y dejé de verla, sentí un tirón que me decía que la siguiera.

Luego de unos minutos caminando llegué al paraíso, era en verdad un hermoso lugar bajo tierra. Había un manantial, hierba verde, muchísimas enredaderas y enormes raíces.

No entendía cómo ese hermoso lugar podía existir bajo tierra, pero un dragón tan grande como una montaña pequeña estaba de pie observándome como si yo fuera patético así que ese paraje afrodisíaco pasó a ser menos importante. Aunque no tanto cómo el porqué seguía respirando.

Entonces otro dragón apareció volando, era aún más grande que Insellier y muy distinto, pues sus colores eran rojos y negros, tenía más cuernos puntiagudos en su cabeza y en la cima de sus alas también. Insellier era aterradora, pero al lado de este nuevo parecía inofensiva.

El retorno del Rey [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora