10| Fin a las ilusiones

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Estaba en lo cierto. Herderis haría una fiesta esa misma noche en honor al pronto nacimiento del heredero, aunque era una excusa porque todavía faltaban dos meses y un poco más.

Eso reforzó mi sospecha de que él no estaba haciendo todo eso por voluntad propia, pero de igual manera llevaría a cabo mi plan.

Mercial tuvo que ir al mercado de Quirrot a comprar toda una lista de cosas que le pidió Susurros para usar en la noche.

Le tendría que pagar bien porque el pobre no había parado ni un poco.

Cerca del medio día llegó con todo, le pagué y fui a ver lo que compró.

—¿Telas y vestidos? ¿Lo mandaste a comprar eso como si fuera urgente?

—Ay tú no entiendes, ¿acaso crees que los señores van a dejar entrar a unas chicas que parecen vagabundas?

—¿No?— dije con cuidado aunque sonó a pregunta.

—¡No!— me dio la razón—. Por eso vamos a ir bien vestidas.

—Bien, mejor no te digo nada.

—No, cállate.

Sacó un hermoso vestido violeta de seda, con mangas abiertas y un cinturón dorado. Ese debe haber sido el más caro porque en Quirrot no hay ropa de esos colores, por lo general son rojos, cafés y negros. Como los demás vestidos. Lo dejó con cuidado a un lado y sacó otro aún más hermoso de color gris.

—¿Cómo me queda?— preguntó modelando el vestido sobre su ropa.

—Hermoso, resalta tus ojos— la miro un poco más—. Sí, definitivamente ese es tu color.

—Al fin alguien que lo ve, todos mis vestidos en Pirro son blancos o negros, pero yo siempre quise uno de este color.

—¿Y por qué no solo lo usabas?

—Porque no venden telas de este color.

Era cierto, si me ponía a pensar los colores de vestidos eran pocos.

—Quizás porque no se vende mucho.

—Pues yo la compraría toda.

●○●

Estaba frente un espejo viéndome, tenía que seguir el ejemplo de Susurros así que me puse una camisa negra y una pantalón de cintura alta del mismo color, también me puse un corsé con detalles dorados y todos mis aretes. Dos colgantes con un rubí en la punta, un pequeño rombo azul y plateado, Herderis tenía uno igual ya que demostraba nuestra unión, y otro rombo negro en la otra oreja; pensé en sacarme el anillo, pero aparté la idea de mi mente.

Herderis no me estaba engañando, solo hacía las fiestas porque alguien lo obligaba. Estaba seguro. La manera en que me besaba y sonreía no era la de alguien lleno de odio.

—Ya es hora— me dijo Licomory.

Ella no iría, pero seleccionó a sus mejores hombres para que nos acompañaran.

Pensé en no ponerme la corona de la antigua reina, pero cambié de opinión porque al terminar todo, iría a que Herderis me escuchara, por lo qud metí las dos a mi bolsa.

●○●

El sol apenas se había ocultado y la casa de placer ya estaba abriendo. Salí de las sombras pero no me saqué la capa que ocultaba mi rostro ya que estaba lloviendo fuerte, los soldados también estaban disfrazados de simples personas, pero llevaban la insignia de Balcé para poder prohibirle el paso a todo aquel que quisiera entrar.

Entré rápidamente con dos de mis hombres, los demás estaban en todas las entradas ya que yo las conocía muy bien puesto que fue esa casa donde trabajé.

El retorno del Rey [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora