La asistente enamorado

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Yo siempre había admirado a mi jefe, el señor Cristian, desde que empeze a trabajar como su asistente hace un mes. Es un hombre inteligente, elegante, respetuoso y exitoso. Es el gerente de una importante empresa de distribución masiva, y tenía fama de ser exigente pero justo con sus empleados. Me siento muy atraída por su personalidad y su aspecto, además de que aunque algunos ven un macho alfa, yo he podido ver más allá, pero nunca me he atrevió a confesarle mis sentimientos. Se que él es mucho mayor que yo, y que probablemente me veía solo como una colega.
Pero esta noche, en la fiesta de la empresa, estoy decidida arriesgarme y tratar de seducirlo. Me había puesto un vestido azul que resaltaba mi figura y mi cabello castaño claro,  me había maquillado con discreción, pero con un toque de brillo en los labios. Me  siento hermosa y segura de mi misma.

La fiesta se celebrara en un lujoso salón de un hotel de cinco estrellas. Había música, comida, bebida y mucha gente. Yo busqué con la mirada al señor Cristian entre la multitud, y lo encontré en el escenario, junto a unos colegas. Mientras que poco a poco fueron llegando los invitados el los fue recibiendo, siempre de manera respuesta, alegré y elegante, entonces fue su momento de dar la bienvenida.
—Buenas noches, queridos amigos y compañeros. Es un placer estar aquí con ustedes, celebrando un año más para nuestra empresa. Quiero agradecerles a todos por su esfuerzo, su dedicación y su talento. Gracias a ustedes, hemos logrado superar los desafíos de este año, y hemos alcanzado nuestras metas. Estoy orgulloso de formar parte de este gran equipo, y estoy seguro de que juntos seguiremos creciendo y mejorando.

Cristian continuó hablando, elogiando el trabajo de cada departamento, y anunciando los planes y proyectos para el futuro. Yo escuchaba con atención, pero no podía apartar los ojos de el, me encontraba sonriendo y asintiendo. Lo veía tan guapo, tan distinguido, tan perfecto, que se me aceleraba el corazón.

—Muchas gracias, gracias a todos ustedes, por estar aquí, y por ser parte de esta familia. No voy a extenderme mucho, porque sé que quieren disfrutar de la fiesta, y yo también. Solo quiero decirles que estoy muy contento y satisfecho con el trabajo que hemos hecho. Hemos demostrado que somos una empresa líder, innovadora y competitiva. Hemos sabido adaptarnos a los cambios, y aprovechar las oportunidades. Hemos cumplido con nuestros clientes, y con nosotros mismos. Pero no podemos conformarnos, ni relajarnos. Tenemos que seguir esforzándonos, aprendiendo, y mejorando. Tenemos que mantener el nivel de excelencia que nos caracteriza. Y para eso, necesitamos contar con el apoyo, la confianza y la colaboración de todos. Por eso, les pido que sigan dando lo mejor de ustedes, que sigan creyendo en este proyecto, y que sigan siendo felices. Porque la felicidad es el motor de todo. Y yo, les puedo asegurar, que soy muy feliz de trabajar con ustedes, y de tenerlos como compañeros. Muchas gracias, y que disfruten de la fiesta.

El señor Cristian terminó su discurso, y la gente lo ovacionó con admiración y respeto. Yo también aplaudí, pero con más emoción y ternura. Me sentía conmovida por sus palabras, y por su forma de ser. El es el hombre ideal, y que lo amaba más que nunca.

El señor Cristian bajo del escenario, y se mezclo con los invitados. Yo decidí que era el momento de acercarme a él, y de intentar llamar su atención. Me dirigí hacia donde estaba él, y espere a que se desocupara de una conversación. Cuando lo vi solo, me le acerco con una sonrisa.
—Señor Cristian me encantó su discurso
—Mariana, gracias, bueno yo también tengo que agradecerte, tú me ayudaste a prepararme.
—Muchas gracias, señor Cristian. Pero yo no hice nada toda la magia la puso usted
—Gracias, Mariana. Es un halago viniendo de ti.
—Enserio Señor Cristian, su discurso. Fue muy emotivo y motivador. Me gustó mucho lo que dijo sobre la felicidad.
—Me alegra que te haya gustado, Mariana. La verdad es que hablé con el corazón. Creo que la felicidad es lo más importante en la vida, y en el trabajo.
—Yo también lo creo, señor Cristian. Y me siento muy feliz de trabajar con usted, y de aprender de usted. Usted es un gran líder, y una gran persona
—Eres muy amable, Mariana. Y yo te agradezco mucho tu trabajo, y tu lealtad. Eres una excelente asistente, y una excelente profesional.
—Gracias, señor Cristian. Eso significa mucho para mí.
—No hay de qué, Mariana. Es la verdad.

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