El esposo

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El despertador sonaba a las 5 de la mañana, anunciando el comienzo de un nuevo día. Sofía se removió en la cama, tratando de ignorar el ruido, pero finalmente se resignó a levantarse. Se giró hacia mi, ya estaba sentado al borde de la cama, y me sonrió


-Buenos días, amor -dijo Sofía, acercándose para darme un beso en la mejilla.


-Buenos días, mi vida


devolviéndole el beso.


-¿Listos para otro día en el trabajo?


Sofía asintió, y juntos nos dirigimos al baño para comenzar nuestra rutina matutina. Mientras me cepillaba los dientes, mire a Sofía a través del espejo.


-¿Te imaginas que llevamos más de veinte años haciendo esto juntos?


Dije con una sonrisa.


-Sí, es increíble cómo el tiempo vuela, pero no lo cambiaría por nada del mundo. Eres mi compañero de vida, y estoy agradecida por cada día que pasamos juntos.


Terminamos de arreglarnos y nos dirigimos a la cocina, donde nos preparamos un par de tazas de café antes de salir de casa. Mientras tomábamos un desayuno, hablamos sobre lo que nos esperaba en el trabajo ese día, compartimos nuestras preocupaciones y alegrías como lo habíamos hecho tantas veces antes.


-Sabes, Sofía, a veces me sorprende lo bien que nos llevamos, después de todo este tiempo, seguimos siendo los mejores amigos y amantes.


-Es verdad, nuestro amor ha resistido la prueba del tiempo, y cada día me siento más afortunada de tenerte a mi lado.


Nos levantamos de la mesa y en eso llegaron nuestros hijos.


-Buenos días papá, bueno días mamá.


Alex nuestro hijo mayor, ya es todo un hombresito hoy comienza a trabajar como mecánico. Tan pronto nos acompaño en la mesa llegó mi segundo hijo.


-Que rico huele, tengo hambre.


-Rubén, da los buenos días.


-Cállate Álex.


-Ya Rubén, no le respondas así a tu hermano.


-Si papá.


-Anda a bañarte se te va hacer tardé.


Después de desayunar nuestros hijos se vistieron y se arreglaron, Rubén se fue a la escuela con sus amigos pues queda muy cerca de la casa, Alex lo pasaron buscando en el transporte de su trabajo. Mientras que mi esposa y yo nos preparamos para salir, nos dirigimos hacia la puerta, pero antes de salir, la detuve y la tomé de las manos.


-Sofía, quiero que sepas que eres lo mejor que me ha pasado en la vida, no importa cuántos años pasen, siempre serás mi amor eterno.


Vi su rostro de alegría, y un par de lágrimas se deslizaron por sus mejillas.


-Ale, yo también te amo con todo mi ser, eres mi roca, mi apoyo, mi todo. No sé qué haría sin ti.


No abrazamos con ternura, disfrutando del calor y la familiaridad del otro. Después de unos minutos, nos separamos y salimos de casa, listos para enfrentar el día que nos esperaba.


Durante el trayecto en coche hacia nuestros respectivos trabajos, continuamos conversando sobre todo tipo de temas, desde los planes para el fin de semana hasta los proyectos que teníamos en mente. No reíamos juntos, compartiendo chistes y anécdotas, disfrutando de la compañía del otro como si fuera la primera vez que nos encontrábamos.

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