Cazador

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Que delicia es poder disfrutar de los placeres que una mujer puede darte, una habitación a media luz, sábanas mojadas y almohada maltratada son los únicos testigos de esta pasión desenfrenada, dónde sus gemidos son como una orquesta que me anuncia que llego al cielo, mientras que yo recorro todo su cuerpo, no dejo ni un centímetro de piel al descubierto. Ella es mi dama, mi amante, quiero poder seguir alimentándome de su amor por toda la eternidad.

Pero hay algo que nos separa. Algo que ella quiere, y yo no. Algo que ella me pide, y yo le niego. Algo que ella sueña, y yo temo. Ella quiere que vivamos juntos. Quiere que compartamos un hogar, una cama, una vida. Quiere que demos el siguiente paso en nuestra relación, y que nos comprometamos más. Quiere que seamos una pareja de verdad, y no solo de fin de semana.

Yo no quiero. No porque no la quiera, sino porque no puedo, yo estoy casado, tengo dos niñas hermosas, mie esposa y mi hijas dicen que soy el mejor papá de todos los tiempos, si me vieran con la otra, si supieran lo siento, no quiero dejar de amarlas ni un solo momento.

Por eso, cada vez que ella me propone que nos mudemos juntos, yo le digo que no. Que no estoy listo, que no es el momento, que no hace falta. Que estamos bien así, que no hay que apresurarse, que no hay que cambiar. Que la quiero, pero que no quiero vivir con ella. Y ella se entristece, se enoja, o se resigna. Y yo me siento culpable, egoísta, o cobarde. Y así seguimos, en un círculo vicioso, sin avanzar ni retroceder.

Después de nuestra noche de pasión, el sol nos despertó así que decidimos ir a desayunar a un café de la ciudad. Era un lugar acogedor y tranquilo, con mesas de madera y sillas de mimbre. Pedimos dos cafés con leche, dos tostadas con mermelada, y dos jugos de naranja. Nos sentamos frente a frente, y nos miramos a los ojos. Ella me sonrió, y yo le devolví la sonrisa. Parecía que iba a ser un día bonito, y que íbamos a disfrutar de nuestra compañía.

Pero entonces, ella sacó el tema. El tema que siempre sacaba, y que siempre me incomodaba. El tema que nos alejaba, y que nos hacía sufrir.

-Gabriel, tenemos que hablar

-¿De qué?

-Ya sabes de qué.

-¿De nuevo? - le dije, con fastidio.

-Sí, de nuevo.

-Laura, por favor, no empieces.

-Gabriel, por favor, escúchame.

-¿Qué quieres que te escuche?

-Quiero que me escuches lo que te voy a decir.

-¿Y qué me vas a decir?

-Te voy a decir que te amo.

-Eso ya lo sé.

-Te voy a decir que eres el hombre de mi vida.

-Eso también lo sé.

-Te voy a decir que quiero estar contigo siempre.

-Eso me gusta.

-Te voy a decir que quiero que vivamos juntos - me dijo, con esperanza.

-Eso no me gusta.

-¿Por qué no?

-Ya te lo he dicho muchas veces

-Dímelo otra vez

-No puedo vivir contigo

-¿Por qué no?

-Porque no

-¡Eso no es una respuesta!

-Ya te lo he dicho, aun sigo casado y Gladys no quiere firmar los papeles, además las niñas no quieren las dejen

-Lo siento pero para no es suficiente

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