Soulmates V

Capítulo 11. La lujuria solo es pecado cuando implica romper corazones

----- ADVERTENCIA: a parte de escenas de sexo (no es que sean muchas, pero las hay, y son importantes), ese capitulo igual es un poco confuso, porque parece que hay bastantes saltos temporales, pero en realidad sigue el hilo del libro de la Orden del Fénix. Es confuso porque a fin de cuentas Ron y Hermione empiezan con el ED sin Gia y por su plan de aislarla de sus amigos para que vuelva. Espero que os guste y que no sea demasiado confuso. Si tenéis alguna recomendación, dejadla en comentarios y trataré de ajustarla. Dicho eso, relájense para leerlo, porque viene drama. MUCHO DRAMA -------------------------

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- ¿Qué te mandó hacer? - le preguntó Ron al día siguiente en el desayuno. Gia miraba fijamente su tostada, ausente.

- Me puso a copiar - contestó Gia sin alzar la vista. De reojo, pudo ver como Ron arrugaba la frente. Gia apartó la mirada. Sabía que le estaba mintiendo, pero también sabía que era mejor no insistir, y que solo cuando estuviera lista, hablaría.

- Pues no esta tan mal - comentó.

- No...

- ¿Te levantó el castigo? - Gia negó con la cabeza y Ron se solidarizó con ella con un gruñido.

En realidad no tenía ni idea de por qué les había mentido a Ron y Hermione, solo sabía que no quería ver sus caras de horror, porque solo provocaría que se pusiera aun mas furiosa y que acabará saltandole a Umbridge a la yugular. Además, sabía que era algo personal, por alguna extraña razón, y no quería darle esa satisfacción.

- No puedo creer la cantidad de deberes que tenemos - comentó Ron con abatimiento.

- ¿Y por qué no los hiciste anoche? - le preguntó Hermione -. ¿Dónde estabas, por cierto?

- Estaba... Me apetecía dar un paseo - contestó Ron con evasivas.

Gia y Ron se miraron de reojo. Estaba claro que no era la única que ocultaba cosas, y casi se sintió animada por eso.

El jueves, Gia se sintió agotada todo el día. Ron también parecía adormilado. Pansy y Blaise consiguieron convencerla de salir al jardín a tomar el aire, y casi se lo agradeció, aunque no consiguieron sacarle en qué consistía el castigo de verdad. El tercero fue igual que los anteriores, solo que, tras dos horas copiando, las palabras «No debo decir mentiras» dejaron de desaparecer del dorso de su mano y permanecieron grabadas allí, rezumando gotitas de sangre. La pausa en el rasgueo de la afilada pluma hizo que la profesora Umbridge levantara la cabeza.

- ¡Ah! - dijo en voz baja, y pasó junto a su mesa y fue a examinarle la mano -. Muy bien. Esto debería servirle de recordatorio, ¿no cree? Ya puede marcharse.

- Le recuerdo que mañana no pienso venir - le dijo Gia, desafiante.

- Y yo le recuerdo que si no lo hace, se atiene a ser expulsada - replicó. Gia apoyó las manos en la mesa y le miró a los ojos.

- ¿Quiere ver como consigo exponerla ante toda la comunidad mágica por sus torturas medievales? ¿De verdad cree que Fudge seguirá apoyándola incondicionalmente cuando se entere de lo que hace a los alumnos de este colegio? - le previno. Umbridge la miró a los ojos y se echó para atrás. Gia supuso que un brillo ambarino había aparecido en sus ojos.

- Mañana no tiene castigo, señorita Potter - dijo, muerta de miedo -. Puede marcharse.

Gia sonrió con suficiencia y se marchó.