VI.

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Aegon entró en el gran salón del castillo, donde la familia real estaba reunida para la cena. Su madre, Alicent, lo recibió con una mirada expectante, indicándole con gestos que se sentara junto a Jacaerys, su futuro esposo. Aegon apretó los labios con disgusto, pero sabía que no podía desafiar abiertamente la voluntad del rey y de su madre en un evento tan público.

Con una mueca de resignación, Aegon tomó asiento al lado de Jacaerys, tratando de ocultar su desagrado detrás de una máscara de cortesía. Jacaerys le dirigió una sonrisa tranquila, pero Aegon apenas pudo devolverle una mirada fría y distante. La idea de casarse con él seguía siendo una carga que no sabía cómo soportar.

Mientras observaba a su alrededor, Aegon se dio cuenta de que su familia estaba dividida, con líneas de lealtad claramente trazadas entre aquellos que apoyaban a Rhaenyra y los que se alineaban con Alicent.

La mesa estaba repleta de miembros de la familia real, cada uno sumido en sus propios pensamientos y preocupaciones, cuando la puerta se abrió de golpe, revelando la figura imponente de Daemon, el príncipe canalla que había sido desterrado a las murallas hacía años.

El silencio se apoderó de la sala mientras todos se volvían para mirar a Daemon con una mezcla de sorpresa y consternación. Su presencia era inesperada y perturbadora, trayendo consigo un torrente de recuerdos y emociones reprimidas.

Daemon se acercó a la mesa con paso firme, su mirada desafiante mientras observaba a cada miembro de su familia con una mezcla de desdén y resentimiento.

-Perdón por interrumpir su cena, querida familia -dijo Daemon con una sonrisa sarcástica, su tono cargado de ironía-. Pero parece que he perdido mi invitación a esta pequeña reunión.

El rey Viserys frunció el ceño, su expresión tensa mientras miraba a su hermano menor con una mezcla de incredulidad y desconfianza.

-Daemon, ¿qué estás haciendo aquí? -preguntó el rey Viserys con voz grave, su tono lleno de autoridad-. Pensé que habíamos dejado claro que no eras bienvenido en Desembarco del Rey.

Daemon soltó una carcajada amarga, su mirada fija en el rey con desdén palpable.

-Oh, Viserys, siempre tan predecible -respondió Daemon con una sonrisa burlona-. Pero esta vez, tengo asuntos que discutir con nuestra querida familia, y no puedo permitir que tu falta de hospitalidad me detenga.

Los otros miembros de la familia real observaban la escena con una mezcla de incredulidad y nerviosismo, sin estar seguros de cómo reaccionar ante la presencia de Daemon, mismo que tomó una silla y se sentó, mientras los sirvientes empezaban a servirle sus alimentos.

Daemon, el hermano del rey Viserys, mantenía su mirada oscura y penetrante recorriendo a cada miembro de la familia con una intensidad casi palpable. Deteniendose en el rostro de la reina Alicent más tiempo del debido. Su presencia imponente era como una sombra que se cernía sobre la mesa, recordándoles a todos el pasado turbulento de la dinastía Targaryen.

Ser Vaemond, el principe de Marcaderiva, carraspeó, atrayendo la atención de todos en la mesa. Su mirada recorrió la sala antes de posarse en los hijos de Rhaenyra Targaryen, su tono de voz lleno de desdén.

-Perdónenme, pero no puedo dejar de notar que algunos de los presentes aquí no son más que bastardos, nacidos de una unión ilícita y vergonzosa -dijo Ser Vaemond con frialdad, sus palabras resonando en la sala con una intensidad que hizo que varios miembros de la familia se tensaran.

Las miradas se cruzaron en la mesa, algunos con indignación, otros con incomodidad. Pero antes de que alguien pudiera responder, los ojos de Ser Vaemond se posaron en Aegon, hijo de la reina Alicent, y una chispa de reconocimiento brilló en su mirada.

Ámame [Jacegon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora