X.

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Aemond Targaryen, desde su más tierna infancia, fue marcado por la tragedia. La pérdida de su ojo izquierdo en un accidente cuando era apenas un niño cambió su vida para siempre. Pero en lugar de dejarse consumir por la amargura y el resentimiento, Aemond demostró una valentía y determinación inquebrantables.

A pesar de la discapacidad que lo acompañaría de por vida, Aemond se negó a permitir que eso definiera su destino. En cambio, se dedicó con fervor al entrenamiento militar, convirtiéndose en un guerrero formidable a pesar de su pérdida.

Su determinación y coraje lo llevaron a convertirse en uno de los combatientes más respetados de su generación.

Pero más allá de su habilidad en el campo de batalla, Aemond siempre se ha distinguido por su devoción hacia sus hermanos y madre. Como el hijo menor de Viserys y Alicent, Aemond ha sentido la responsabilidad de proteger y cuidar a sus hermanos en todo momento.

A lo largo de los años, ha demostrado una lealtad inquebrantable hacia sus hermanos, dispuesto a sacrificarlo todo por su seguridad y bienestar.

Ahora, en la adolescencia, Aemond se encuentra en una encrucijada crucial de su vida. Con la sombra de la guerra acechando en el horizonte y la incertidumbre amenazando con desestabilizar el reino, Aemond está más decidido que nunca a proteger a sus hermanos y asegurar un futuro seguro para ellos.

Su pérdida de un ojo no ha hecho más que fortalecer su resolución y su determinación. Aemond Targaryen, con su coraje, su lealtad y su espíritu indomable, se ha convertido en un bastión de esperanza y fortaleza en tiempos turbulentos, dispuesto a enfrentar cualquier desafío que se interponga en su camino.

°°°°

Aegon ingresó a su habitación con paso decidido, Aemond notó que se miraba perturbado. Su hermano había interrumpido su concentración cuando limpiaba su espada.

Aegon se dejó caer pesadamente en una silla, su expresión sombría reflejando el torbellino de emociones que lo agitaba.

-Aemond -dijo Aegon con su voz entrecortada, su tono marcado por la preocupación y la incertidumbre.- Tengo miedo, Aem.

Aemond dejó la espada a un lado y se giró hacia su hermano mayor, su ojo brillando con preocupación.

-¿Por qué, Egg? -preguntó Aemond, poniendose de pie para acercarse a su hermano mayor.

Aegon suspiró, sintiendo el peso abrumador de la responsabilidad sobre sus hombros.

-Jacaerys -explicó Aegon, su voz llena de pánico- Me preocupa, ha estado actuando demasiado raro, cuando me mira, se siente como si estuviera planeando algo, y me dijo que tenemos sangre de dragón, y nuestro destino es arder juntos como tal.

Aemond frunció el ceño, su mente trabajando rápidamente para procesar la información.

-¿Ese bastardo se atrevió a eso? -preguntó Aemond, con la bilis subiendo por su garganta.

Aegon asintió.

-Sí, y eso no es todo. También mencionó que no le interesa en lo más mínimo si lo llego a amar o no. Que si no podía amarlo, se aseguraria de que no pueda amar a nadie más. -continuó Aegon, su voz temblorosa por el miedo y la ansiedad que lo consumían.

Aemond apretó los puños con rabia contenida, su rostro endurecido por la determinación.

-No permitiré que nadie te haga daño, Aegon. Estaré aquí para protegerte, siempre -declaró Aemond con voz firme, su mirada ardiente con la promesa.

Aemond se acercó a Aegon y lo abrazó con fuerza, tratando de transmitirle seguridad y protección en medio de la incertidumbre.

-Estoy aquí para ti, Egg. No dejaremos que nada malo te pase, te lo prometo -dijo Aemond con determinación, sintiendo el latido acelerado del corazón de su hermano contra su pecho.

Aegon se aferró al abrazo de su hermano, sintiendo un atisbo de alivio al saber que no estaba solo en sus temores y preocupaciones.

-Gracias, Aemond. Eres el mejor hermano que podría pedir -respondió Aegon con sinceridad, sintiendo un nudo en la garganta mientras luchaba por contener las lágrimas que amenazaban con escaparse.

Aemond separó el abrazo y miró a Aegon con determinación en sus ojos.

-Vamos a enfrentar esto juntos, Egg. Si Jacaerys representa una amenaza, encontraremos la manera de protegernos. No dejaremos que nada ni nadie nos dañe, no de nuevo -declaró Aemond con firmeza, su voz resonando con la promesa de lealtad inquebrantable hacia su hermano.

Aegon asintió, sintiendo un rayo de esperanza brillar en medio de la oscuridad que los rodeaba.

-Sí -respondió Aegon.

Aemond asintió, su mandíbula apretada con determinación.

-Estoy contigo, Aegon. Lucharemos juntos, como siempre lo hemos hecho, para proteger a nuestra familia y nuestro legado -declaró Aemond, su voz firme y resuelta.

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Aemond se dirigió al patio de entrenamiento con determinación, buscando un escape momentáneo de las preocupaciones que lo agobiaban. Al llegar, encontró a su tío Daemon inmerso en su entrenamiento, blandiendo su espada con destreza y gracia.

Observó en silencio durante un momento, admirando la habilidad de su tío en combate, pero también sintiendo un peso en su corazón al recordar las palabras de ser Vaemond.

Mientras veía a Daemon, una pregunta persistente rondaba en la mente de Aemond: ¿era posible que él y sus hermanos mayores fueran en realidad bastardos? La insinuación de ser Vaemond había sembrado una semilla de duda en su interior, y ahora esa duda crecía como una sombra oscura sobre su identidad y su legado.

Si Daemon fuera su padre, tendría sentido en cierto modo. Después de todo, él y sus hermanos no eran realmente nada significativo para el Rey Viserys. Siempre habían estado en la sombra Rhaenyra y sus sobrinos. La sospecha de que su verdadero linaje podría ser diferente a lo que siempre había creído comenzaba a tomar forma en su mente, y la idea lo llenaba de una mezcla de incredulidad y desesperación.

Tal vez hasta de esperanza, después de todo, Daemon no los habría dejado por gusto, recordaba haber escuchado en las cocinas, cada que iba con Egg, que su madre había tenido un amorío con el príncipe canalla y por eso lo mandaron al muro, y que cuando lo habían desterrado, el había luchado con su abuelo Otto para intentar informarle a su madre de aquello.

Aemond apretó los puños con furia contenida, luchando contra la oleada de emociones que amenazaban con abrumarlo.

Quería creer en la honestidad y la integridad de su familia, pero las palabras de ser Vaemond seguían resonando en su mente, alimentando sus temores y sus sospechas.

Finalmente, decidió abordar el tema con su tío Daemon, sintiendo que necesitaba respuestas para calmar las tormentas internas que lo atormentaban.

Se acercó a él con paso decidido, esperando encontrar la verdad en las palabras de su pariente.

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