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El ambiente incómodo que Regulus Black estaba generando podía sentirse desde antes que Hayley ingresara a la biblioteca. El chico estaba sentado solo en la mesa más alejada del lugar con un libro en la mano y esperando la llegada de la castaña, quien un poco incordiosa se acercó a él. Agarró el respaldar de la silla y la arrastró para sentarse, pero la mirada filosa del chico la hizo frenar cualquier movimiento.
—¿Tienes que ser tan ruidosa?
—¿Por qué me tratas así? —inquirió la chica con genuina confusión.
Black nunca había sido demasiado desagradable con ella. Era, sarcástico, siempre tenía una mueca de molestia en su rostro y nunca lo había visto sonreírle genuinamente a ella o por algo que ella haya dicho, pero nunca había sido grosero o cruel como era con otras personas, por lo que su cambio de actitud la tomaba desprevenida.
—Te trato normal. Cuanto antes terminemos con el trabajo, mejor. Encontré estos libros.
Sin decir nada, Hayley terminó de sentar (siendo lo más ruidosa posible), tomó uno de los libros que el chico había dejado sobre la mesa y con mucho pesar sacó algunas cosas de su mochila. Historia de la Magia podía llegar a ser una de sus materias favoritas si no fuera por la aburrida y monótona manera de dar las clases que tenía el profesor Binns. Su voz pausada le provocaban ganas de dormirse sobre el banco al igual que cómo abordaba los temas, sin esforzarse en hacerlo un poco más interesante.
Por suerte, aquel era un tema de los que más le interesaban a Hayley: la quema de brujas. En Salem, alrededor de los años 1400 la gente les tenía tanto miedo a lo desconocido, a lo que no tenía explicación que lo asociaban con la magia. No estaban equivocados, los magos y brujas existían, pero esta gente estaba segura de que se trataba de cosas del Diablo.
Regulus leía en silencio, pero la joven no podía evitar hablar y hablar sobre el tema y dar todas sus teorías y opiniones, así que hubo un momento donde Black dejó caer su máscara de desinterés y se resignó a que Hayley no iba a parar de hablar por más que se lo pidiera, ni siquiera le importaba que estuviesen en la biblioteca, porque ni Madame Prince logró callarla. Regulus la oyó hablar todo el rato mientras tomaba apuntes de lo que decía hasta que se hizo la hora de cenar.
—Vamos a tener que seguir mañana. Es la hora de la cena y luego tengo entrenamiento.
Cuando la vio levantarse, Regulus pareció recordar que la odiaba, porque su ceño volvió a fruncirse.
—Deberías posponer el entrenamiento. Esto hay que entregarlo el lunes.
—No puedo perderme la clase. Mañana lo terminamos. O déjame el trabajo, lo termino yo...
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HATE [rabastan lestrange]
أدب الهواةEl odio era un sentimiento horrible. La palabra "odiar" a Hayley le parecía demasiado fuerte. No le gustaba sentirlo. Pero cuando se trataba de él no podía evitarlo. Su sonrisa de lado, su manera tan sucia de jugar Quidditch, su superioridad al trat...