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Debió haber sabido que su increíble idea no iba a gustarle nada a su hermano y amigos, pero la verdad era que no estaba pensando con claridad. Tampoco se arrepentía, claro estaba.

La primera clase fue incómoda, Rosier lo notaba y lo disfrutaba, mientras que Hayley no sabía cómo comenzar y estuvo a punto de echarse para atrás. A la segunda, los Gryffindors se habían enterado y su enojo la impulsó a seguir adelante con las clases. Necesitaba entrenar y mejorar para que Diggory le devolviera su puesto como guardiana y le diera el de buscador a alguien que sea realmente bueno en ese puesto.

La última vez que Hayley agarró la Snitch dorada fue en el último partido que tuvieron contra Slytherin, pero las serpientes les habían anotado tantos puntos que ni siquiera los 150 otorgados por la Snitch les aseguraron la victoria. Slytherin llevaba una ventaja de casi doscientos puntos. Hayley logró atrapar la Snitch antes de que la derrota sea aún más humillante.

Si hubieran tenido un guardián como la gente esa goleada no hubiera pasado. Hayley era mucho más ágil y talentosa en los aros que el actual guardián.

Sin embargo, todo eso iba a cambiar ahora que tenía con quién practicar y mejorar su habilidad en los aros para que Amos no tuviese otra opción más que ponerla como guardiana nuevamente. Solo quedaba encontrar un buscador como la gente, pero de eso se encargaría más tarde.

Corrió su plato hacia adelante, dando por terminada la charla. James y Sirius, sentados en la mesa de Hufflepuff, inmediatamente dejaron de quejarse.

—No van a hacerme cambiar de opinión —espetó—. Este año voy a ganar la copa de Quidditch. Y se la voy a ganar a Slytherin.

—No hay un «yo» en el equipo, Hayley —replicó Amos, que estaba cerca de ellos oyendo lo que hablaban—. No puedes tomar decisiones por nosotros sin consultarnos antes.

Hayley sonrió y se levantó de la mesa. Acomodó su uniforme antes de darles una última mirada a todos.

—No haré nada que perjudique al equipo. Todo lo contrario.

—¿Piensas que papá estaría orgulloso de ti, donde sea que esté? —preguntó Frank, serio. Hayley borró su sonrisa inmediatamente.

Aquel era un tema terriblemente duro para la castaña, que amaba a su padre con todo su corazón y perderlo fue como perder una parte de su alma. Desde que era pequeña, Hayley todo lo que quiso fue hacerlo sentir orgulloso, y sabía que era así como él se sentía por su gran corazón, su personalidad trabajadora y amigable, sus buenas notas y su gran habilidad para jugar al Quidditch. Una habilidad que había heredado de él, que había trabajado y mejorado con él. Le partía el corazón que Frank insinuara que su padre podría sentirse decepcionado de ella por tener un poco más de ambición que su hermano.

HATE [rabastan lestrange]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora