Capitulo 12

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Nico


Es gracioso pensar que todo comenzó con una mentira y termino del mismo modo.

Aunque, a diferencia del comienzo, mi mentira termino dañándolo. Utilice mis palabras para clavar dagas en su pecho y hacer que se sintiera herido.

Ya no habían sonrisas ni miradas dulces de su parte, todo era incómodo y quería seguir escondido debajo de las sábanas haciéndome bolita y llorar con canciones depresivas de fondo, pero ser un adulto responsable con un trabajo, me hacía imposible cumplir con eso. Así que, aquí estaba, conteniendo mis lágrimas mientras atendía a los clientes con una sonrisa falsa.

Mi resfriado duro casi una semana y fingí un par de días más que seguía sintiéndome mal.

Pero luego mi tía lo descubrió y me obligó a venir, se sintió como cuando inventaba que me dolía el estómago para no ir a clases y que aún así me obligara a ir. Después de ese día en que encontré a mi tía besándose con ese hombre que se hace llamar mi papá, no volvió a presentarse, en cambio, esa mujer que cuando le conviene me dice hijo, seguía yendo cada maldito día.

Y aquí estaba, trabajando en el mismo sitio que mi ex.

¿Ex? Si nunca fue real esta relación.

Fui un idiota. Quise dejarme llevar. Me convencí que no importaba lo demás. Hice oídos sordos a mis pensamientos cuando estos me decían que terminaría saliendo herido. Debí huir cuando todo aún era color de rosa. Debí terminar con esta "relación" cuando todavía podíamos volver a ser amigos. ¿A quien engaño? No importaba si acaba bien o no, yo nunca podría ser su amigo. Mis sentimientos me lo harían imposible.

Al menos (habla mi yo masoquista) puedo verlo y tenerlo cerca. Si, una parte de mi (muy pequeña) quiere renunciar y vivir escondido en su habitación. La otra parte (la más grande) está contento de poder seguir viéndolo, de poder seguir escuchando su voz y por más dolor que eso me provoque, soy feliz. Tenerlo cerca me duele, pero puedo vivir con eso.

He pasado los últimos días llorando, mi rostro parece estar entumecido y mis ojos arden. La hinchazón ya casi ha desaparecido por completo, tengo la nariz rota de tanto sonarme. Creo que llegue a mi límite y agote mi cuota máxima de lagrimas, no sale ni una sola gota. No siento nada. Ni siquiera puedo seguir llorando. Solo me queda acostumbrarme a este vacío.

Tampoco es nuevo este sentimiento, cuando mamá me mando a vivir con mi tía Joana, los primeros meses me sentí casi de esta misma forma. Mi corazón estaba roto por el rechazo provocado por mi propia mamá. Sus palabras seguían resonando en mi mente y por más comprensible que fuese mi tía, seguía sin querer salir de ese pozo oscuro. Ahora ese sentimiento de vacío, de dolor y angustia, seguía existiendo, pero por una causa diferente.

Sigo queriendo llorar. Sigo queriendo poder sentir.

—¿Estas bien?

Josefina me mira preocupada y la miro sin comprender. Cuando me visito ese día, le expliqué tanto como pude y lloré abrazándola hasta quedarme dormido. Al otro día seguía conmigo, se ofreció para cuidarme y me escucho en silencio.

Desde entonces nuestra amistad se fortaleció. Hablar con ella era sencillo y te hacía sentir comprendido. No me juzgo. No me insistió. Simplemente se quedo. Sus palabras no eran repetitivas ni carecían de sentimientos. Cuando se fue por la tarde, me hizo prometer que le avisaría si me sentía mal o si necesitaba un hombro donde llorar o un oído.

La teoría de cómo amar. #pgp2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora