capítulo diez

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Sarada estaba sentada en el trono, absorta en sus pensamientos, cuando un mensajero entró apresuradamente en la sala del trono.

"Su Majestad, he traído una carta para usted", dijo el mensajero, extendiendo un pergamino sellado con el sello real.

Sarada tomó la carta con manos temblorosas y rompió el sello con ansiedad. Sus ojos recorrieron rápidamente las líneas escritas por su esposo, el Emperador, quien había partido hacia el norte en una misión secreta hacía semanas.

"Querida Sarada, espero que esta carta te encuentre bien. Quiero informarte que he llegado sano y salvo al norte y que la misión está progresando según lo planeado.
Espero volver lo antes posible a la capital. Con cariño, tu esposo, el Emperador Boruto".

Sarada cerró los ojos y suspiró aliviada, guardó la carta en su pecho, cerca de su corazón. Temía profundamente que a Boruto le hubiese sucedido algo de camino al Norte, pero ahora que sabía que se encontraba bien, podía estar tranquila.

Mientras seguía leyendo la carta, su segunda doncella alysa se acercó a ella con una expresión preocupada en su rostro.

"Emperatriz, tengo algo que decirte. He tomado una decisión que cambiará mi vida para siempre."

Sarada levantó la mirada de la carta y miró a Alysa con curiosidad.

"¿Qué sucede, Alysa? ¿Por qué estás tan preocupada?"

"He decidido casarme y mudarme lejos de la capital. No podré seguir sirviéndote como doncella, Emperatriz."

Sarada sintió un nudo en su garganta al escuchar las palabras de Alysa. La joven doncella había sido su fiel compañera durante años, y la idea de perderla le causaba un profundo dolor en el corazón.

"Comprendo, Alysa. Tu felicidad es lo más importante. Te deseo lo mejor en tu nueva vida."

Alysa se arrodilló frente a la Emperatriz, con lágrimas en los ojos.

"Gracias, Emperatriz. Siempre te estaré agradecida por todo lo que has hecho por mí."

Sarada se levantó de su sofa y abrazó a Alysa con cariño.

"Eres como una hermana para mí, Alysa. Siempre tendrás un lugar en mi corazón, sin importar dónde estés."

Alysa se secó las lágrimas y se levantó, con una sonrisa en el rostro.

"Gracias, Emperatriz. Nunca olvidaré todo lo que has hecho por mí."

Sarada volvió a sentarse, con la carta de Boruto en la mano. A pesar de la tristeza por la partida de Alysa, leer las palabras de su esposo la reconfortaban.

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La ama de llaves, Ana, se dirigió a pasó firme a la habitación de la emperatriz Sarada. Al llegar, tocó la puerta y cuando escucho algo, entró.

Al entrar, se acercó a Sarada, que parecía estar absorta en sus propios pensamientos, mirando hacia la ventana.

"¿Me ha mandado a llamar, su majestad?", preguntó Ana, haciendo una reverencia ante ella.

"Asi es. Necesito que me ayudes", respondió Sarada, girándose hacia ella.

"Por supuesto, majestad ¿En que puede servirle?"

"Alysa, mi segunda doncella, en unos días más se casará y se irá de la capital con su esposo", explicó Sarada. "Por eso, necesito que busques una nueva doncella para mí."

"Entiendo, emperatriz ¿necesita algo más en que la pueda ayudar?"

"No necesito nada más, Ana. Puedes retirarte."

𝑬𝒎𝒑𝒆𝒓𝒂𝒕𝒓𝒊𝒛 𝑼𝒄𝒉𝒊𝒉𝒂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora