Lady Sarada Uchiha, una joven hermosa e inteligente de carácter fuerte, era la única hija del Duque Sasuke Uchiha. Fue comprometida con el rebelde príncipe heredero Boruto Uzumaki. Esta unión estaba destinada a fortalecer el vínculo entre las dos fa...
Boruto entró en su habitación, los hombros caídos, la mirada perdida. El peso de la tristeza era palpable en cada movimiento. Sarada, observándolo con preocupación, se acercó.
"Sarada, ¿qué haces aquí?", preguntó Boruto, la voz entrecortada, intentando ocultar su dolor.
"Boruto, ¿qué te sucede? Pareces devastado," respondió Sarada, con genuina preocupación.
Boruto luchó por encontrar las palabras, pero finalmente, con un nudo en la garganta, dijo: "Mi padre... mi padre está muerto."
Sarada quedó sin aliento. La importancia del Emperador Naruto para todos era inmensa.
"Oh, Boruto, lo siento tanto. No puedo imaginar tu dolor."
Sarada se acercó y lo abrazó con fuerza, transmitiéndole todo su apoyo.
"Estoy aquí para ti, Boruto. No estás solo."
Las lágrimas de Boruto fluyeron libremente mientras se aferraba a Sarada, buscando consuelo en su abrazo. Ella lo sostuvo con firmeza, dejándole llorar.
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La habitación está iluminada por una vela en el escritorio. Himawari, está sentada en su cama, absorta en un libro. Sus dedos acarician suavemente la portada desgastada. Hinata entra en la habitación con pasos lentos y silenciosos. Su rostro está inexpresivo, pero sus ojos, ligeramente hinchados y con ojeras profundas, delatan la profunda tristeza que la consume. Intenta mantener una postura erguida, una máscara de serenidad que oculta el dolor que la destroza por dentro. Se sienta con cuidado en el borde de la cama, junto a Himawari. Hay un silencio cómodo entre ambas durante un momento.
"¿Qué estás leyendo, cariño?", dijo con una voz suave, casi un susurro.
Himawari levanta la mirada de su libro, una leve sonrisa se dibuja en sus labios.
"Es una novela de aventuras. Uno de los favoritos de papá."
Hinata sonríe débilmente, pero sus ojos se nublan al instante. El recuerdo de su esposo, la alegría que le producía ver a su hija disfrutar de una de las cosas que él más amaba, le causa una punzada de dolor aguda. Intenta disimularlo, tragando saliva con dificultad.
"Sí, recuerdo que le encantaba. Siempre decía que las mejores historias nos enseñan sobre valentía, sobre perseverancia… sobre el amor."
Himawari cierra el libro y lo deja a un lado. Mira a su madre con una expresión observadora. Nota la tensión contenida en su postura, la tristeza velada tras su aparente calma.
"Mamá… ¿estás bien?"
Hinata se fuerza a sonreír de nuevo, una sonrisa triste y forzada. Se pasa una mano por el cabello, tratando de disimular el temblor en sus manos.
"Sí, cariño. Estoy bien. Solo… estaba pensando en tu padre. En lo mucho que le encantaba leerte cuentos antes de dormir, en cómo te enseñaba a montar a caballo… en todas esas cosas pequeñas que ahora…"
Hinata no puede continuar. Las lágrimas se acumulan en sus ojos, pero ella las contiene con esfuerzo, apretando los dientes para evitar que escapen. Himawari se acerca a ella, con una expresión de preocupación.
"Tu padre… tu padre era un hombre excepcional, Himawari. Valiente, cariñoso, siempre dispuesto a proteger a su familia. Y… y ahora… ya no está con nosotros."
Las lágrimas finalmente brotan de los ojos de Hinata, cayendo silenciosamente por sus mejillas. Himawari la mira con una mezcla de sorpresa y dolor. Comprende al instante. Sin decir una palabra, se acerca a su madre y la abraza con fuerza, escondiendo su rostro en el hombro de Hinata. Hinata la abraza con igual intensidad, dejando que las lágrimas fluyan libremente, encontrando consuelo en el abrazo de su hija, en el calor de un amor que permanece a pesar de la pérdida.
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El sol se ocultaba, tiñendo el cielo de tonos dorados y anaranjados. El aire estaba cargado de tristeza mientras el pueblo se reunía en el Palacio Imperial para despedir al Emperador Naruto. Hinata, erguida a pesar de su dolor, estaba junto a sus hijos, Boruto y Himawari, rodeados de nobles y dignatarios que ofrecían sus condolencias.
Hinata, con los ojos enrojecidos, se aferraba a la mano de Himawari mientras observaba el ataúd cubierto de flores blancas. La pérdida de Naruto había dejado un vacío inmenso en su corazón.
Los nobles se acercaban, inclinándose ante Hinata, Himawari y Boruto. Las palabras de consuelo se mezclaban con el murmullo de la multitud, creando un ambiente sombrío y solemne. Hinata agradecía cada muestra de apoyo, pero sus pensamientos volvían a los momentos felices con Naruto.
De repente, un joven desconocido irrumpió en la sala. Su cabello oscuro y su mirada desafiante contrastaban con el ambiente de duelo. Era Kawaki, el hijo bastardo del Emperador Naruto, un secreto conocido por pocos. Su presencia causó un revuelo, rompiendo el silencio sepulcral.
Hinata, sorprendida, se acercó a Kawaki. "Kawaki, este no es el lugar ni el momento. Por favor, respeta el funeral de tu padre."
"¿Mi padre? No me hagas reír. Naruto nunca fue un padre para mí. Solo un estorbo en su vida perfecta," respondió Kawaki, con amargura.
Boruto, enfurecido, se adelantó. "¡Tú no eres bienvenido aquí! ¡Fuera de mi vista!"
Himawari, asustada, se acercó a Sarada. "Sarada, por favor, haz algo para evitar que esto empeore."
Sarada, con su cabello oscuro y sus ojos vivaces, se interpuso entre Boruto y Kawaki. "Boruto, entiendo tu enojo, pero este no es el momento ni el lugar. Respeta el funeral de tu padre."
Boruto miró a Sarada, frustrado. "¡No te metas en lo que no es de tu incumbencia, Sarada! Esto no es asunto tuyo."
Sarada, dolida por la falta de respeto de Boruto, se apartó.
"También soy hijo de Naruto... tengo derecho de estar aquí al igual que tú," insistió Kawaki.
"Tú no tienes ningún derecho aquí, Kawaki," replicó Boruto, con furia.
La tensión aumentaba. Los nobles, indignados por la insolencia de Kawaki, exigían que se fuera. Pero él permaneció impasible.
En medio del caos, Himawari corrió hacia Kawaki. Con lágrimas en los ojos, le suplicó que se marchara. Kawaki, sorprendido por la valentía de la niña, se detuvo y la miró con tristeza y arrepentimiento.
"Bien, me iré," dijo finalmente.
El Emperador Naruto fue despedido en medio de la discordia y la tristeza. Hinata, agotada, se retiró a sus aposentos junto a Himawari.