capitulo dos

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Sarada despertó con los rayos del sol filtrándose a través de las cortinas. Se encontraba sola, y una sensación de alivio la invadió. Había pasado la noche temiendo el momento en que el príncipe Boruto entraría en la habitación y consumaría su matrimonio. Pero ahora, se dio cuenta de que eso no había sucedido.

Una sonrisa se dibujó en los labios de Sarada mientras se levantaba de la cama. Se sentía feliz de que su matrimonio no hubiera sido consumado.

Decidida a comenzar el día con buen pie, Sarada se dirigió al baño. El agua caliente de la ducha la envolvió, relajando sus músculos tensos. Mientras el agua caía sobre su cuerpo, dejó que sus pensamientos vagaran. ¿Qué pasaría ahora? ¿Podría encontrar la felicidad en algún otro lugar?

Después de la ducha, Sarada se vistió con un vestido sencillo pero elegante. Quería lucir hermosa, incluso si solo era para sí misma. Se miró en el espejo y se sorprendió al ver una chispa de determinación en sus ojos oscuros. No permitiría que un
matrimonio sin amor la definiera.

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Era una soleada mañana en el majestuoso palacio real. La doncella, María, se apresuraba por los pasillos, llevando en sus manos las sábanas limpias para cambiar la cama de los recién casados, La Princesa Sarada y el Príncipe Boruto. María era una joven amable y curiosa, siempre atenta a los detalles.

Al llegar a la habitación de los recién casados, María se detuvo frente a la puerta. Sabía que debía ser discreta y respetuosa, pero también tenía la responsabilidad de asegurarse de que todo estuviera en orden. Con un suspiro, tocó suavemente la puerta y esperó a que alguien le diera permiso para entrar.

"Adelante", se escuchó la voz de la princesa Sarada desde el interior de la habitación.

María entró con cautela, llevando consigo las sábanas limpias. Al ver la cama intacta, su curiosidad se despertó. ¿Acaso los recién casados no habían consumado su matrimonio?  Era un asunto delicado, pero María sabía que debía informar a la ama de llaves, Ana, sobre lo que había descubierto.

La doncella se dirigió rápidamente hacia la oficina de Ana, la ama de llaves del palacio. Ana era una mujer de confianza, leal a la familia real y conocedora de todos los secretos de la corte. María sabía que Ana sería la persona adecuada para abordar este asunto.

"Ana, necesito hablar contigo", dijo María, entrando apresuradamente en la oficina.

Ana levantó la vista de los documentos que estaba revisando y miró a María con curiosidad.

"¿Qué sucede, querida? Pareces alterada", dijo con calma.

"Es el príncipe Boruto y la princesa Sarada. Fui a cambiar las sábanas en su habitación y descubrí que no han consumado el matrimonio. Además, el príncipe ha desaparecido durante la noche", explicó María.

Ana frunció el ceño, preocupada por la situación.

"Esto es inusual, pero no debemos saltar a conclusiones precipitadas. Necesitamos investigar más a fondo antes de sacar conclusiones. Ve y busca al príncipe Boruto en todo el palacio. Yo me encargaré de infórmale de esto a la emperatriz.

María asintió y se apresuró a buscar al príncipe. Recorrió los pasillos y las habitaciones, llamando su nombre en voz baja. Sin embargo, no había rastro del príncipe Boruto en ninguna parte. La preocupación se apoderó de ella mientras pensaba en las posibles razones detrás de su desaparición.

Mientras tanto, Ana, la ama de llaves, se dirigió a la habitación de la Emperatriz Hinata.

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El sol se alzaba majestuosamente sobre el Palacio Imperial, iluminando los jardines y las estatuas de mármol que adornaban los pasillos. En una de las habitaciones más lujosas, la emperatriz Hinata se encontraba sentada frente a su espejo, mientras su fiel ama de llaves, cepillaba su largo cabello oscuro.

Ana, una mujer de edad avanzada pero llena de sabiduría, había servido a la familia imperial durante décadas. Conocía cada rincón del palacio y cada secreto que se escondía entre sus muros. Sin embargo, había algo que había descubierto recientemente y que pesaba sobre su corazón.

"Su majestad, hay algo que debo decirte", dijo María con voz temblorosa, sin atreverse a mirar a los ojos a la emperatriz.

Hinata dejó de admirar su reflejo y se volvió hacia Ana, preocupada.

"¿Qué sucede, Ana? Pareces algo inquieta".

La ama de llaves suspiró profundamente antes de continuar.

"Anoche, mientras todos dormían, el príncipe Boruto abandonó el palacio. No consumó su matrimonio con la princesa Sarada y se marchó sin dejar rastro".

El corazón de Hinata se detuvo por un momento. No podía creer lo que estaba escuchando. Boruto, su amado hijo, había desaparecido en la noche sin una explicación. La emperatriz se levantó de su silla, con los ojos llenos de lágrimas.

"¿Cómo es posible, Ana? ¿Por qué haría algo así? ¿Dónde está mi hijo?", preguntó Hinata, luchando por mantener la calma.

Ana se acercó a ella y tomó sus manos entre las suyas.

"No lo sé, Su majestad. Pero he enviado a Shikadai, el mejor amigo de Boruto, en su búsqueda. Confío en que lo encontrará y nos traerá respuestas".

Shikadai, un joven valiente y leal, se encontraba en el patio del palacio, preparándose para su misión. Había sido amigo de Boruto desde la infancia y conocía cada uno de sus secretos. Si alguien podía encontrar al príncipe, ese era él.

"Shikadai, te encomiendo esta tarea con todo mi corazón", dijo Hinata, acercándose a él con una mirada llena de esperanza. "Trae a mi hijo de vuelta, sano y salvo".

El joven asintió solemnemente.

"No se preocupe, Emperatriz. Haré todo lo que esté a mi alcance para encontrar a Boruto".

Con esas palabras, Shikadai montó en su caballo y partió hacia el horizonte, decidido a encontrar al príncipe y desentrañar el misterio que envolvía su desaparición.

Después de días de búsqueda incansable, Shikadai finalmente encontró una pista que le llevó a un pequeño pueblo en las afueras del reino. Allí, en una modesta posada, se encontraba Boruto, sentado solo en una mesa, con la mirada perdida en el horizonte.

Shikadai se acercó con cautela y se sentó frente a su amigo.

"Boruto, ¿qué te ha llevado a hacer esto? Tu madre está destrozada, todos estamos preocupados por ti".

El príncipe levantó la mirada, sus ojos reflejando una mezcla de tristeza y arrepentimiento.

"Shikadai, no puedo con este matrimonio. Mi corazón pertenece a otra".

El joven amigo de Boruto frunció el ceño, confundido.

"¿A quién te refieres, Boruto? ¿Quién es esa persona que ha hecho que abandones todo?"

Boruto suspiró y miró fijamente a Shikadai.

"Es Sumire, la nieta de la ama de llaves.
Desde que la vi por primera vez, supe que ella era el amor de mi vida. Pero este matrimonio nos separa".

Shikadai quedó atónito ante la revelación de su amigo.

"Boruto, debes olvidarte de ella, eso será lo mejor. Tú estás casado con Lady Sarada y eso nunca cambiará. Su majestad el emperador nunca te permitirá divorciarte".

Continuará.

𝑬𝒎𝒑𝒆𝒓𝒂𝒕𝒓𝒊𝒛 𝑼𝒄𝒉𝒊𝒉𝒂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora