capitulo ocho

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Después de la ceremonia de coronación, en el banquete real, el Duque Sasuke y su esposa Sakura se acercaron a su hija Sarada. Sasuke, con una mirada seria en sus ojos, le dijo a Sarada:

"Sarada, es hora de que cumplas con tu deber como emperatriz y le des a Boruto un heredero. Necesitamos que asegures tu posición como emperatriz".

Sarada frunció el ceño, sintiendo la presión de sus padres sobre ella.

"Padre, madre, no puedo simplemente dar a luz a un heredero solo porque ustedes lo desean. Mi matrimonio con Boruto fue un acuerdo político, no un acto de amor. No puedo forzar mis sentimientos".

Sakura intervino suavemente, tratando de calmar a su hija.

"Sarada, entendemos que esto no es lo ideal, pero es parte de tu deber como emperatriz. Necesitas asegurar la estabilidad de nuestro reino y la única forma de hacerlo es dando a Boruto un heredero".

Sarada se levantó de su asiento, sintiendo la ira burbujeando dentro de ella.

"¡No me presionen más! No puedo hacer algo que va en contra de mis principios y mis sentimientos. Si quieren una emperatriz sumisa, busquen en otro lado".

Con lágrimas en los ojos, Sarada se alejó de sus padres, sintiendo el peso de su posición como emperatriz consorte. Sabía que su decisión de desafiar a sus padres tendría consecuencias, pero no podía traicionar su propia integridad por el bien del imperio.

Mientras tanto, en otra parte del banquete, Boruto observaba la escena con preocupación. Nunca había visto a Sarada tan mal.

Sarada caminaba por los jardines del palacio, se detuvo frente a un estanque, mirando su reflejo en el agua. Se prometió a sí misma que seguiría siendo fiel a sus convicciones, incluso si eso significaba enfrentarse a sus propios padres y a todo el imperio.

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Al día siguiente, Boruto, con su cabello rubio y sus ojos azules brillantes, se preparaba para asistir a su primera reunión del consejo. Sabía que tendría que tomar decisiones difíciles y estaba determinado a hacer lo mejor para su pueblo.

Por otro lado, Sarada, se preparaba para salir a las calles y ver de primera mano los problemas que aquejaban a los habitantes de Konoha. Sabía que debía estar cerca de su gente para entender sus necesidades y poder ayudarles de la mejor manera posible.

Mientras Boruto se dirigía al consejo, Sarada salió a las calles. Se encontró con personas que luchaban por sobrevivir, con familias que no tenían suficiente comida para alimentar a sus hijos, con ancianos que no tenían acceso a la atención médica que necesitaban.

Sarada se sintió abrumada por la magnitud de los problemas que enfrentaba su pueblo. Sabía que no podía resolverlos todos de la noche a la mañana, pero estaba decidida a hacer todo lo posible para mejorar la vida de aquellos que más lo necesitaban.

Mientras tanto, en la reunión del consejo, Boruto escuchaba atentamente a los consejeros discutir sobre temas de seguridad, comercio y diplomacia. Se dio cuenta de que las decisiones que tomaba tendrían un impacto directo en la vida de sus súbditos y se comprometió a ser un líder justo y compasivo.
 
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Sarada se encontraba en su habitación del palacio, contemplando el paisaje desde la ventana. Había pasado poco tiempo desde que se había cambiado al palacio de emperatriz.

En ese momento, su madre, Sakura, entró en la habitación. Sarada la miró con una mezcla de sorpresa y desconfianza. Desde que había llegado al palacio, su relación con su madre había sido tensa.

"Sarada, necesitamos hablar", dijo Sakura con seriedad.

Sarada asintió, invitando a su madre a sentarse. Se preguntaba qué era lo que quería decirle esta vez.

"Sarada, sé que esta es una posición difícil para ti. Pero necesitas asegurarte de que tu posición como emperatriz esté asegurado", comenzó Sakura.

Sarada frunció el ceño, sin entender a dónde quería llegar su madre.

"¿A qué te refieres, mamá?"

Sakura suspiró, buscando las palabras adecuadas.

"Necesitas tener un hijo de Boruto. Eso es lo que te asegurará tu posición como emperatriz. Necesitas asegurarte de que haya un heredero legítimo en el trono".

Sarada se quedó sin palabras. ¿Cómo podía su madre pedirle algo así? ¿Cómo podía reducir su papel como emperatriz a simplemente tener un hijo?

"No puedo creer que me estés diciendo esto, mamá", dijo Sarada con voz temblorosa.
"¿Es eso todo lo que importa? ¿Mi posición como emperatriz?"

Sakura parecía sorprendida por la reacción de su hija.

"Sarada, entiende que esto es importante. Necesitas asegurarte de que el linaje de la familia Uzumaki continúe".

Sarada se levantó de su asiento, sintiendo una mezcla de enojo y tristeza.

"No puedo creer que estés diciendo esto. No puedo creer que estés reduciendo mi papel como emperatriz a simplemente tener un hijo. No quiero escucharte más, madre. Por favor, vete".

Sakura se levantó, con lágrimas en los ojos.

"Sarada, hija, por favor, entiende que solo quiero lo mejor para ti".

Pero Sarada ya no quería escuchar más. Había tomado una decisión. Se giró hacia la ventana, mirando hacia el horizonte. Sabía lo que tenía que hacer.

Sakura salió de la habitación, dejando a Sarada sola con sus pensamientos. La joven emperatriz sabía que su camino no sería fácil, pero estaba decidida a seguir adelante, sin importar lo que su madre o cualquier otra persona pudiera decirle. Era su momento de brillar como emperatriz, y no permitiría que nadie le quitara eso.

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Boruto estaba en una encrucijada. No sabía en quién confiar y la presión de ser el emperador estaba comenzando a pesarle. Había considerado a varios de sus consejeros, pero ninguno parecía ser la elección correcta. Finalmente, decidió que solo había una persona en la que podía confiar: su mejor amigo, Shikadai.

Boruto llamó a Shikadai ante su presencia en el gran salón del palacio. Con una mirada seria en sus ojos azules, le dijo:

"Shikadai, quiero que seas mi mano derecha. Quiero que estés a mi lado en todo momento, como tu padre Shikamaru lo estuvo con el mío".

Shikadai se quedó sorprendido por la petición de Boruto. Sabía que ser la mano derecha del emperador significaba asumir una gran responsabilidad y estar siempre en el centro de la acción. Se resistió al principio, argumentando que no estaba preparado para tal tarea.

Pero Boruto insistió, recordándole todas las veces que habían luchado juntos, tanto en la batalla como en la vida cotidiana. Le recordó la confianza que tenía en él y la lealtad que siempre había demostrado.

Finalmente, Shikadai cedió. Aceptó ser la mano derecha de Boruto, sabiendo que no podía negarle nada a su mejor amigo y emperador.

Continuará...

𝑬𝒎𝒑𝒆𝒓𝒂𝒕𝒓𝒊𝒛 𝑼𝒄𝒉𝒊𝒉𝒂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora