Lady Sarada Uchiha, una joven hermosa e inteligente de carácter fuerte, era la única hija del Duque Sasuke Uchiha. Fue comprometida con el rebelde príncipe heredero Boruto Uzumaki. Esta unión estaba destinada a fortalecer el vínculo entre las dos fa...
El sol brillaba sobre los jardines del Palacio Imperial mientras la emperatriz Hinata caminaba con paso firme hacia la sala de audiencias. Su rostro reflejaba una profunda preocupación, sus ojos perla llenos de una determinación férrea. La noticia de la fuga de su hijo, el príncipe Boruto, la había impactado profundamente, y ahora debía tomar una decisión difícil.
Al entrar en la sala, Hinata encontró a los sirvientes ocupados en sus tareas. Se acercó a ellos con una mirada seria y les pidió que se reunieran. Los sirvientes, sorprendidos, dejaron sus quehaceres y se agruparon a su alrededor.
"Buenos días. Les he convocado porque necesito su ayuda en un asunto de suma importancia. Como saben, el Emperador Naruto ha estado enfermo. Su salud es frágil, y no quiero que esta noticia le cause más preocupación," dijo Hinata, con voz firme pero contenida.
"¿De qué se trata, Su Majestad?", preguntó un sirviente, con evidente inquietud.
Hinata suspiró, el peso de la situación visible en sus hombros. "El príncipe Boruto ha escapado del palacio. No sabemos dónde está. Debemos encontrarlo antes de que su padre se entere."
Un murmullo de sorpresa recorrió al grupo. "¿Cómo ha podido suceder esto, Su Alteza?", preguntó otro sirviente, incrédulo.
"Boruto ha estado inquieto últimamente. Siente que su vida está limitada por sus responsabilidades como heredero," explicó Hinata, su voz cargada de tristeza.
"¿Pero cómo ocultamos esto al Emperador Naruto?", preguntó una sirvienta, preocupada.
"Debemos proteger a Naruto de cualquier preocupación adicional. Su salud es demasiado delicada. Les pido que guarden silencio sobre la fuga del príncipe. Si alguien pregunta, digan que Boruto está ocupado con sus estudios y entrenamientos," ordenó Hinata, con autoridad.
"Entendido, Su Alteza. Haremos todo lo posible para mantener esto en secreto," respondieron los sirvientes, con solemnidad.
"Gracias por su lealtad. Confío en que encontraremos a Boruto y lo traeremos de vuelta sano y salvo. Ahora, regresen a sus tareas. Recuerden, el destino de nuestro reino depende de nuestra discreción," concluyó Hinata, con una mirada intensa.
Los sirvientes asintieron solemnemente y se dispersaron, cargados con el peso del secreto.
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El sol se ocultaba, pintando el cielo con tonos dorados y rosados. En una lujosa habitación del palacio, la emperatriz Hinata, junto a sus hijas, las princesas Himawari y Sarada, esperaban el regreso de Boruto.
Hinata, serena pero preocupada, caminaba de un lado a otro. Himawari, con el cabello oscuro y los ojos de su padre, miraba con ansiedad a su madre. Sarada, con su mirada intensa y cabello negro azabache, mantenía una silenciosa preocupación.
"¿Crees que Boruto esté bien, madre?", preguntó Himawari, con voz trémula.
"No lo sé, hija. Me preocupa que haya huido sin decirnos nada. Debe estar pasando por un momento difícil," respondió Hinata, sentándose en el sofá, su rostro reflejando su angustia.
"¿Crees que volverá, madre?", preguntó Sarada, su voz suave pero firme.
"Por supuesto que volverá, hija. Él nunca nos abandonaría," respondió Hinata, con una mezcla de esperanza y preocupación.
Un suave golpe en la puerta interrumpió la tensa espera. Hinata y Himawari se miraron, con una chispa de esperanza.
Al abrir la puerta, Boruto fue recibido por la alegría de Himawari. Ella corrió hacia él y Boruto la levantó en el aire, girándola mientras ella reía con inocencia.
"¡Boruto, hermano mayor!", exclamó Himawari, sus ojos azules brillando de felicidad. "¡Te extrañé tanto!"
Boruto sonrió, aliviado. "Yo también te extrañé, pequeña Himawari."
Abrazando a Himawari, Boruto se acercó a su madre y besó su mejilla. "Madre, estoy de vuelta."
Hinata acarició su cabello. "Bienvenido a casa, Boruto. Estoy feliz de tenerte de vuelta a salvo."
Boruto se sentó junto a su madre. "Gracias, madre."
Hinata, con una mirada comprensiva hacia Sarada y Boruto, intervino. "Bueno, ahora que has regresado, creo que es hora de cenar. ¿Qué les parece?"
Boruto y Sarada asintieron, la tensión del momento aliviada por la presencia de la familia. El sol se había puesto, dejando paso a una noche estrellada, llena de promesas y esperanzas.
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Sumire entró corriendo a la cocina, donde su abuela Ana preparaba la cena. Con una mirada de emoción, se acercó a Ana.
"Abuela Ana, ¿ha regresado el Príncipe Boruto?"
Ana dejó las papas y miró a Sumire con sorpresa. "Sumire, ¿por qué preguntas por el Príncipe Boruto?"
Sumire se mordió el labio. "He oído rumores... solo quería saber si era cierto."
Ana dejó las papas y se acercó a Sumire. "Sumire, entiendo tu curiosidad, pero debemos recordar que somos simples trabajadores. No debemos preocuparnos por los asuntos de los nobles."
Sumire bajó la mirada, avergonzada. "Lo siento, abuela Ana."
Ana la abrazó con cariño. "No tienes por qué disculparte, mi niña. Ahora, ¿por qué no me ayudas a terminar la cena?"