Lady Sarada Uchiha, una joven hermosa e inteligente de carácter fuerte, era la única hija del Duque Sasuke Uchiha. Fue comprometida con el rebelde príncipe heredero Boruto Uzumaki. Esta unión estaba destinada a fortalecer el vínculo entre las dos fa...
El sol se ocultaba, tiñendo el cielo con tonos dorados y rosados. En el Palacio Imperial, la emperatriz Hinata caminaba con paso firme hacia la habitación de su esposo, el emperador Naruto. Su corazón latía con fuerza, un torbellino de amor y preocupación.
Al llegar a la puerta, Hinata respiró hondo y llamó suavemente. La puerta se abrió, mostrando a Naruto, pálido y frágil, recostado en la cama. Sus ojos azules, antes llenos de vitalidad, ahora reflejaban la tristeza de una batalla perdida.
"Hinata," susurró Naruto, con una sonrisa débil. "Has venido."
"Siempre estaré a tu lado, mi amor," respondió Hinata, acercándose y tomando su mano. "No importa lo que suceda."
Naruto asintió, con gratitud en la mirada. "Sé que no tengo mucho tiempo, Hinata. Pero quiero que sepas que cada momento contigo ha sido un regalo. Eres mi fuerza, mi inspiración."
Las lágrimas brillaron en los ojos de Hinata, pero se mantuvo firme. "Y tú eres mi razón de ser, Naruto. Eres el sol que ilumina mi vida."
Mientras el crepúsculo envolvía la habitación, hablaron del futuro de sus hijos, Boruto e Himawari, quienes habían heredado la valentía y la determinación de sus padres.
"Nuestros hijos son fuertes," dijo Naruto, con orgullo. "Debemos asegurarnos de que estén preparados para cualquier desafío."
Hinata asintió, con determinación. "Debemos guiarlos, pero también permitirles que sigan sus propios caminos."
Naruto sonrió, acariciando la mejilla de Hinata. "Confío en que encontrarán su propio camino. Pero siempre estarán unidos por el amor y el legado que les dejaremos."
El tiempo pasó rápidamente mientras compartían recuerdos, risas y lágrimas.
"Nuestro amor es eterno, Hinata," susurró Naruto, con emoción. "Aunque mi tiempo sea limitado, nuestro amor trascenderá."
Hinata asintió, con amor y tristeza. "Siempre serás mi amor, Naruto. Nuestro vínculo nunca se romperá."
Naruto tomó la mano de Hinata y la llevó a sus labios. "Prométeme que seguirás adelante, que encontrarás la felicidad y que cuidarás de nuestros hijos. Eres la persona más valiente y amorosa que he conocido."
Hinata asintió, una lágrima rodando por su mejilla. "Te lo prometo, Naruto. Siempre te llevaré en mi corazón."
El sol se puso, sumiendo la habitación en la oscuridad. Se abrazaron, encontrando consuelo en el calor del otro. Su amor se volvía eterno, trascendiendo la vida y la muerte.
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Sarada yacía en su cama, incapaz de dormir. Pensamientos sobre Boruto la atormentaban. Temía el momento en que él entrara y consumara el matrimonio.
Mientras se revolvía entre las sábanas, escuchó el sonido de la puerta. Su corazón se aceleró. Boruto estaba allí, en el umbral.
Boruto se acercó lentamente a la cama. Sarada notó su figura imponente, pero su mente estaba llena de dudas y miedos. "¿Por qué te estás quitando la ropa?", preguntó Sarada, con confusión y preocupación.
Boruto, con calma, respondió: "Solo quiero dormir, Sarada. No hay nada más en mi mente."
Las palabras de Boruto resonaron, dejando a Sarada aún más confundida. "¿Qué estabas pensando, eh?", continuó Boruto, con una sonrisa burlona. "¿Crees que vine aquí por ti? No te preocupes, no cumples con mis estándares."
Las palabras de Boruto la golpearon como un puñetazo. Se sentía humillada y avergonzada. "Estúpido," murmuró para sí misma.
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Al día siguiente, en el Palacio Imperial, la emperatriz Hinata estaba sumida en un profundo pesar. Naruto había fallecido.
Hinata, con su sabiduría, sabía que debía cumplir con su deber. Boruto se convertiría en el nuevo emperador, y era hora de comunicarle la noticia.
Desde su habitación, Hinata llamó a Kenta, un sirviente leal. Kenta se presentó con una reverencia.
"Kenta, necesito que vayas en busca de mi hijo, Boruto. Dile que venga a mi habitación. Hay algo importante que debo comunicarle," dijo Hinata, con tristeza y determinación.
Kenta asintió y se apresuró a cumplir la orden. Encontró a Boruto en su habitación, sumido en sus pensamientos.
"Príncipe Boruto, la emperatriz Hinata le solicita su presencia inmediata. Hay algo de vital importancia," anunció Kenta.
Boruto, sorprendido, siguió a Kenta. ¿Qué podía ser tan importante?
Al llegar a la habitación de Hinata, Boruto se encontró con su madre, cuyos ojos reflejaban tristeza y determinación.
"Boruto, mi amado hijo, tengo una noticia que darte. Tu padre, el emperador Naruto, ha fallecido," anunció Hinata, con voz entrecortada.
Boruto quedó atónito. Su padre, su guía, ya no estaba. El peso de la responsabilidad cayósobre sus hombros.
"Boruto, como hijo del emperador, te corresponde asumir el trono. El destino del imperio descansa ahora en tus manos," continuó Hinata.
Boruto asintió lentamente. "Madre, haré todo lo que esté a mi alcance para llevar adelante el imperio con honor y sabiduría. Me convertiré en el emperador que mi padre siempre quiso que fuera."
Hinata sonrió con orgullo. Sabía que, a pesar de la tristeza, el futuro del imperio estaba en buenas manos.