capitulo diciocho.

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La luna proyectaba largas sombras sobre el jardín, creando un ambiente íntimo y misterioso. Boruto se sentó en el borde de la fuente, sus dedos jugando con el agua que brotaba con un suave murmullo. Estaba solo, pensando en la conversación que había tenido con Sarada.

De pronto, un sollozo le hizo girar la cabeza. Sumire estaba sentada en un banco, con la cara escondida entre sus manos. Sus hombros se sacudían con cada sollozo, y Boruto sintió un nudo en el estómago.

-Sumire...-murmuró, acercándose a ella con cautela.

Ella levantó la cabeza, sus ojos estaban rojos e hinchados.

-Boruto... -dijo, su voz apenas un susurro.

-¿Qué pasa?

-No me dejes... -suplicó, las lágrimas volviendo a brotar de sus ojos-. No me abandones como todos los demás.

Boruto se sentó a su lado, sin saber qué decir. Nunca había visto a Sumire tan vulnerable, tan frágil. Le dolía verla así, y le dolía aún más saber que él era la causa de su dolor.

-No te voy a abandonar, Sumire -dijo con voz suave, tomando su mano-. Nunca lo haría.

-Lo único que me importa es estar a tu lado. No me importa nada más. -sollozó Sumire, aferrándose a sus manos con fuerza-. Siempre te he amado y lo haré hasta que de mi último aliento.

Boruto se quedó en silencio ante las palabras de Sumire, no sabía qué decir ante su confesión.

...

Un hombre de baja estatura, vestido con un uniforme negro sin adornos, se arrodilló ante Karin. Su rostro estaba oculto bajo una capucha, pero sus ojos, que brillaban con una astucia felina, eran visibles.

-Princesa Karin, he llegado para informarle sobre el Emperador Boruto. -Su voz era un susurro, apenas audible.

Karin sonrió.

-Habla, sirviente. ¿Qué has descubierto? -Su voz era suave, pero tenía un filo de impaciencia.

-He estado observando al Emperador. Parece estar muy apegado a una doncella llamada Sumire. -El espía hizo una pausa, esperando la reacción de Karin.

-Ah, Sumire. -Karin frunció el ceño, una sombra de desdén cruzó su rostro. -Una niña sin importancia.

-Sin embargo, parece que el Emperador la aprecia. -El espía continuó, sin dejarse intimidar por la frialdad de Karin. -He visto cómo la mira, cómo se preocupa por ella. Es un afecto genuino, Princesa.

Karin se echó a reír, una risa seca y sin alegría.

-Un afecto genuino. -Repitió, con una mueca. -Qué divertido. ¿Y qué más has visto?

-He visto como la cuida y protege. Hace unos instantes la estaba consolando en el jardín secreto. -El espía continuó, sus ojos fijos en la cara de Karin. -Al parecer tienen un vínculo fuerte, Princesa.

Karin se levantó de su asiento, su mirada era fría y calculadora.

-Un vínculo fuerte, dices. -Se acercó al espejo, observando su reflejo
.
-Sí -asintió con la cabeza.

El espía se inclinó, esperando instrucciones.

-Continúa observándolos. -Karin ordenó, con un tono de voz que no dejaba lugar a dudas. -Quiero saber todo sobre su relación. Quiero que me informes cada paso que dan. ¿Entendido?

El espía asintió, sintiendo un escalofrío recorrer su columna vertebral. Karin era una mujer peligrosa, capaz de cualquier cosa para conseguir lo que quería. Él sabía que debía tener cuidado, pues su vida dependía de su lealtad a ella.

𝑬𝒎𝒑𝒆𝒓𝒂𝒕𝒓𝒊𝒛 𝑼𝒄𝒉𝒊𝒉𝒂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora