Problema 38

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La consulta de la doctora Keller está desierta a esta hora de la tarde.

Pensaba que no habría un hueco disponible para atenderme, sin embargo, la secretaria me ha llamado por teléfono en el último minuto, avisándome de que una de las pacientes ha cancelado su cita, dejando una vacante para mí. Todos los nervios que no he sentido a lo largo de esta mañana se han manifestado hace unos minutos, en cuanto me he sentado en la butaca azul. Estoy sudando tanto que no me sorprendería encontrar indicios de esas pequeñas manchas de sudor en la parte trasera de mi camiseta. Abro mi bolso y extraigo un abanico que me he traído de casa. Ya sospechaba que me ocurriría algo como esto.

—¿Qué estás haciendo? —inquiere Daisy, que está sentada a mi izquierda.

—Intentar no desfallecer en mitad de una clínica.

—Solo vas a descubrir cuántos monstruitos tienes en el vientre. No es para tanto.

—Claro. No eres tú quien va a cuidarlos —le recuerdo.

Me retiro la trenza de la nuca porque me está dando más calor. Me he recogido el pelo con la esperanza de sentirme menos agobiada, pero, al parecer, es todo lo contrario.

—Piensa que podrás preparar a Leopold para lo que se avecina. Quiero decir, imagina que le da alguna crisis de ansiedad mientras ambos estáis en la consulta.

—Hablas como si asumieras que hay más de un bebé en mi útero —le recrimino.

—Bueno, siempre cabe la posibilidad de que sean trillizos.

—No me estás ayudando en nada. Se supone que estás aquí para animarme, no para asustarme más de lo que ya estoy. —Aparto la mirada de ella al apreciar que la puerta de la consulta se abre. Una embarazada con un vientre descomunal se abre paso al exterior a la vez que intenta caminar sin separar mucho las piernas—. Recuérdame que, en cuanto dé a luz, nos apuntemos en ese célebre gimnasio que tanto mencionas —le digo.

—Vaya. Me asombra que la señorita Ivanova quiera visitar zonas de los mortales.

—Que no haya tenido tiempo hasta ahora no significa que en un futuro no pueda invertir horas de mi nueva libertad en otros pasatiempos. —Me doy cuenta de la sandez que he dicho antes de que Daisy pueda corregirme—. Estaré demasiado ocupada siendo madre a tiempo completo, sí. No hace falta que me lo recuerdes —le advierto.

Mi amiga pone los ojos en blanco, pero me da una suave palmada en el hombro.

Agradezco mucho que esté conmigo en este momento, no me hubiera atrevido a venir sola. Nos incorporamos de las sillas en cuanto la doctora pronuncia mi nombre, y acaricio mi vientre mientras contemplo la camilla en la que debo tumbarme. Sé que he dicho que no me haría más pruebas hasta que Leopold estuviera consciente, no obstante, me he visto en la obligación de cambiar de opinión después de la última llamada telefónica de mamá. Me ha dicho que, pese a entender los motivos por los que quiero que esto sea una sorpresa, debo tomar precauciones de cara al último trimestre. No es lo mismo portar una sola vida en tu vientre que dos. Los riesgos de complicaciones aumentan en proporción del número de bebés que haya. En mi familia hay historial de mellizos —mi hermana, Geraldine y el hermano al que no veré de nuevo—, por lo que sí existen posibilidades de que mis temores se hagan realidad. Me tumbo en la camilla y alzo la camiseta hasta ubicarla sobre la curva de mi barriga, viendo al mismo tiempo cómo Daisy toquetea el instrumental médico.

—Parece usted nerviosa —me dice Keller, acercándose a mí.

—Tengo buenos motivos para estarlo.

—No se preocupe. Independientemente del resultado, contará con mucha ayuda de su familia para sobrellevarlo. —Toma asiento en el taburete que hay a mi derecha y restriega la gelatina transparente sobre mi vientre—. Te mostraré la pantalla para que lo compruebes por ti misma. Te recuerdo que yo ya sé qué hay, después de las revisiones.

Cuarenta problemas [Los Ivanov 2] [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora