Problema 6

48 6 0
                                    

Harold se detuvo frente a las puertas blindadas.

El edificio de diecinueve plantas se alzaba con majestuosidad entre el resto, destacando por sus cristales ahumados (gracias a los cuales nadie podía observar lo que sucedía en el interior de sus concurridas oficinas) y los jardines que lo rodeaban. No supo con seguridad si había tomado la decisión más acertada. American Shield ('Escudo Americano') le había salvado la vida en más ocasiones de las que había estimado y, tras ser elegido presidente, puede que esa fuera su única salida. Aguardó pacientemente frente a la cámara de seguridad; una que realizaba un análisis ocular y facial de todo aquel que se detenía.

Sin un permiso específico, ningún hombre o mujer podía adentrarse en el edificio. En el caso de Harold, gracias a su nueva y privilegiada posición, no precisaría de uno. Estaba de pie en un prolongado pasillo de paredes acolchadas y luces blancas, un tanto inquieto. De repente, las puertas se abrieron automáticamente y una mujer le recibió con una peculiar sonrisa. No transmitía ningún tipo de emoción. Le recordó a un robot programado.

—Buenos días, señor Bowman. —Le tendió una mano, que él aceptó al instante.

—Buenos...

—Acompáñeme a esta sala. —Puso fin al corto apretón para entrelazar las manos sobre su vientre, caminando hacia otra puerta revestida en un extraño aparato—. Antes de pasar a nuestras instalaciones, debemos asegurarnos de que no porta ningún elemento ofensivo. Este reconocimiento detectará cualquier objeto metálico —explicó, pulsando varias teclas en una pantalla digital—, así como otras sustancias en la sangre —agregó, sonriente.

Harold frunció el ceño, asombrado por la habilidad de esa tecnología. Dubitativo, miró rápidamente al metal negro, creyendo que distinguiría una aguja dispuesta a pincharle.

—Es una técnica no invasiva —esclareció ella al atisbar su expresión.

—Disculpe mi desconfianza, señorita...

—Señora —le corrigió, acomodándose la camisa blanca.

—Por supuesto —murmuró, cruzando a la sala con pasos lentos.

La desconocida desvió la vista de su inmaculado traje de tres piezas a la pantalla. Apenas cinco segundos más tarde, el ordenador incrustado en la pared mostró que Harold no llevaba ningún tipo de químico ni arma. Solo detectó las llaves en el bolsillo izquierdo y un teléfono móvil en el interior de su chaqueta. Esperó en la pequeña sala, contemplando su alrededor como si realmente le llamara la atención. La única decoración que encontró fue una silla acolchada y un cuadro completamente blanco, que contrastaba con la pared.

—Le acompañaré a su despacho. —La mujer se adentró por uno de los pasillos.

Harold tuvo que apresurarse para no perderla de vista.

—Su teléfono móvil no funcionará hasta que abandone las instalaciones —desveló. Se dirigió a Harold sin mirarle, concentrada en los caminos que debía tomar—. Igualmente, si está esperando una llamada importante, nuestro sistema la desviará a recepción y se le avisará inmediatamente. —Se apartó el cabello castaño de la frente, continuaba caminando como si un monstruo de varias cabezas les estuviera persiguiendo—. ¿Tiene alguna duda?

—¿Cómo es posible que poseáis esta seguridad y que nadie tenga constancia de...?

American Shield trabaja desde el anonimato. Exteriormente, el edificio aparenta ser un simple bufete de abogados. Sin embargo, nuestro oficio no mantiene ninguna relación con la tapadera. Operamos en los cincuenta estados, además de en otros países. Contamos con una financiación privada y nuestros propios investigadores e ingenieros. —Giró hacia la izquierda y aparecieron ante un ascensor—. Solo aparecemos cuando nos necesitan.

Cuarenta problemas [Los Ivanov 2] [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora