Problema 28

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De: SraIvanova

Para: LadyVictoriana

Asunto: ¡He vuelto!

Sí. Lo que has recibido no es un espejismo producido por las temperaturas tan elevadas que hay en los últimos días. Realmente se trata de mí, escribiéndote un correo electrónico después de ponerme al día con todos los que me has mandado. Una parte de mí se siente conmovida de que me hayas mantenido informada hasta del número de veces que entras al cuarto de baño (es todo un detalle que no hayas especificado lo que haces dentro), pero la otra siente ganas de estrangularte por haberme hecho leer más de cien mensajes.

Te he echado de menos. No puedo decir que no haya estado entretenida durante mis vacaciones, pero he echado en falta nuestras llamadas telefónicas a las tres de la mañana o nuestros paseos por la orilla de la playa. Si quieres, podríamos vernos esta semana para ponernos al día y comentar lo que nos ha sucedido en estos meses. Mi agenda ha quedado repentinamente liberada de todos los compromisos que tenía con la empresa de mi padre, y no me vendría nada mal perder de vista estas paredes. Sí, sí. Sé que acabo de llegar, que me aconsejas pasar más tiempo con mis padres y esas ñoñerías. Pero necesito hablar contigo de asuntos que no pueden esperar. ¿Qué te parece reunirnos el sábado? Mi hermano me ha dicho que han abierto un nuevo bar en el paseo marítimo, en el que se encuentra el mejor marisco de todo Houston. Si es así, te invitaré a unas cuantas langostas.

Quedo pendiente de tu contestación. ¡No te demores mucho!

PD: ¿cuándo piensas trasladarte del pasado al presente y comprar un teléfono móvil? Comprendo que seas una amante de la historia y que adores comprarte vestidos antiguos con tu paga extra. Pero un móvil es de vital importancia en nuestros días. Y no me refiero a ese fijo que tienes en casa, el que ya no usas. Quedas advertida de mis consejos.

Reviso el mensaje en busca de faltas de ortografía y lo envío en cuanto me aseguro de que ha quedado bien. Me reclino en el asiento y estiro los brazos por encima de la cabeza, desperezándome. Han pasado dos días desde que llegué a casa, y aunque las aguas hayan vuelto a su cauce, todavía me siento desconcertada en mi propio hogar. Me había olvidado de lo que se siente al estar con tu familia, despertar con los gritos de tus hermanos, con esas melodías antiguas que escucha mi padre, o las canciones que mamá entona mientras está cocinando. Me levanto de la silla cuando la pantalla del ordenador se apaga y paseo por mi dormitorio sin saber qué hacer. Mi padre ha insistido hasta la saciedad en que no vaya a la industria y me ponga a trabajar. Teme que abandone a la familia o cosas por el estilo. Si tan solo supiera que llevo sin pisar mi apartamento desde hace meses porque me aterran mis recuerdos, comprendería que no tengo ninguna intención de marcharme de aquí.

Abro las puertas del balcón y tomo asiento en la butaca. La brisa marina impide que mis mareos vayan en aumento, ejerce una influencia en mí que me amansa. Mi madre se ha dado cuenta de que me molesta más el oído de lo habitual y me ha concertado una cita con el médico que preparó la operación después del accidente. Llevo una mano hacia la zona afectada y la mantengo allí hasta que recobro el equilibrio. Mis ojos se pasean por la arena blanca hasta acabar en el mar y en las olas que llegan con suavidad, como mantas azules ondeándose con el viento. No entiendo por qué, pero cada vez que contemplo esa inmensidad azul me pregunto si Leopold estará en otro sitio con unas vistas similares.

Doy un brinco en el asiento cuando escucho la alarma de mi ordenador. La he programado para que suene en el caso de que reciba un correo procedente de algún familiar, de la empresa o de... Bueno, de William. Él también está desaparecido, y la asociación no se ha puesto en contacto conmigo desde que Svetlana nos visitó en ese hospital. Me apresuro a regresar a la silla e introduzco la contraseña de seguridad para acceder a mi correo.

Es Daisy. Me asombra la rapidez con la que ha respondido.

De: LadyVictoriana

Para: SraIvanova

Asunto: No me mates, por favor

Natalie, gracias a Dios que has dado señales de vida. Estaba muy preocupada por ti.

Cuando me dijiste que te marchabas de Estados Unidos y que no podrías hablar conmigo en un tiempo, asumí que sería durante un par de días. ¡No durante meses! He mandado un mensaje distinto por día con la esperanza de que vieras alguno. Pero me consuela saber que ya estás en casa, con tu familia, y no sola en ese apartamento del centro.

Yo también quiero verte. Pero me temo que no me será posible.

Hace un año mandé una solicitud para participar como voluntaria en la limpieza de las costas de Cancún. ¡Y me han seleccionado! Sí, sí. Sé que los voluntariados son libres, que cualquiera puede sumarse a ellos. Sin embargo, y en esta ocasión, sorteaban un viaje con el vuelo y el hotel pagado. Puesto que yo no podía permitírmelo, he estado esperando cual alma en pena... Y ha funcionado. Me fui hace una semana y pretendo quedarme otras dos, como mínimo. Hay mucho trabajo, por lo que no tengo prisa por regresar a Houston. Por favor, no te sientas aludida por esto. Te prometo que, tan pronto como esté de vuelta en tierras americanas, te invitaré al bar que has mencionado. De ese modo podré presumir de mi aumento de salario.

PD: deja de quejarte tanto y alégrate de que, al menos, use los ordenadores. He visto a muchos matrimonios desmoronarse por culpa de las redes sociales. Estoy orgullosa de no formar parte de la generación que ha crecido sabiendo qué es Twitter, esa que ignora lo que es verse con tus amigos a la salida del colegio para jugar a la rayuela.

Con mucho cariño,

Daisy

Cuando termino de leer el correo me doy cuenta de que estoy sonriendo. He escuchado su voz en mis pensamientos mientras leía sus palabras, como si estuviera a mi lado. Emito otro suspiro, mucho más largo y dramático que los anteriores, y me cubro la cara con uno de los sombreros que hay esparcidos sobre el escritorio. Genial. Estaré atrapada durante las siguientes semanas sin más compañía que la de mis hermanos y mis padres. Estiro las piernas hasta colocarlas en una montaña de folios que todavía no he ojeado —por primera vez en mucho tiempo, mi dormitorio está desordenado y no me preocupa que esté así— y me hundo en el asiento mientras me lamento de mi mala fortuna.

Cuarenta problemas [Los Ivanov 2] [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora