Capítulo 4

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Había vuelto a visitar la cafetería dos días después durante mi hora de descanso. No había vuelto a ver a Tweek desde el día que estuvo en mi habitación, se había vuelto incluso más difícil verlo desde que compartimos ese pequeño momento, no quería pensar en que a lo mejor él no quería volver a toparse conmigo, a pesar de que eso parecía ser lo más acertado. Sin querer rendirme en mi misión de ser su amigo, porque finalmente había decidido que iba a ser así, volví a sentarme en la mesa redonda cerca de la ventana y espere nuevamente a que alguien tomara mi orden. Miraba con anhelo el mesón principal esperando que él saliera de allí, pero grande fue mi desilusión cuando un chico que jamás había visto apareció sonriente.

— ¿Puedo tomar tu orden?

— ¿Dónde está Tweek? — Pregunté sin darme cuenta de lo poco educado que había sido.

— Oh...Aún no es su turno — Me dice antes de que pudiera disculparme, pero entonces me pongo a analizar sus palabras. ¿Aún no era el turno de Tweek? pero ya era bastante tarde y él siempre salía temprano por la mañana —

— ¿Cuál es su turno? — Le pregunté al chico.

— Tweek trabaja en el turno de la tarde, de las cinco hasta el cierre de la cafetería — Dice — que sería más o menos hasta las diez de la noche.

— ¿Ha sido siempre ese su horario?

— Según me indicaron, si, no se mucho en realidad, recién empecé a trabajar aquí hace dos días, el chico que cubría este horario fue despedido.

— Si...lo sé

Me guardé las ganas de preguntar más y me disculpé con el chico antes de irme. Me quedé pensativo, Tweek era un misterio, uno muy difícil de descifrar. Había creído descubrir una parte importante de él, pero su trabajo en la cafetería era quizás el detalle menos relevante. Sabía que tenía un dato clave entregado por el chico de peinado Punk, pero en el fondo sabía que no podía traspasar esa línea si no era amigo de Tweek primero. Tenía un nombre: Richard Tweak y tenía un lugar: La clínica de la ciudad. No era difícil juntar una cosa con la otra, podía suponer que la situación de Tweek tenía que ver con algún familiar enfermo, no estaba seguro, pero era lo único que me hacía sentido. Eso explicaría la mirada que mi vecino poseía, una mirada triste y cansada.



...




Esa noche hacía mucho frío. Volver a casa en motocicleta me había dejado entumecidas las extremidades, así que llegar al edificio había sido un verdadero alivio. Al entrar me encontré con el señor Evans, quien se encontraba cargando una pesada caja en dirección a la salida.

— Buenas noches — Saludé — ¿Desea ayuda?

— Craig, si, me vendría bien — Me dijo mientras me entregaba la caja que tenía en sus manos — Estoy tirando unas cosas que no necesito para que el vehículo de la basura se las lleve mañana por la mañana.

— Yo me ocuparé de ello por usted

— Que buen muchacho eres — Me sonrió — Cualquiera haría la vista gorda, pero tu eres diferente, con esa actitud llegarás muy lejos

Aquel halago había curado una parte de mi que no supe hasta ese momento que tenía una herida. Me gustaba que las personas fueran agradecidas con los gestos más simples, porque era una forma de validar que estabas haciendo bien las cosas. No todo podía ligarse al estudiar o al tener el mejor empleo del mundo. Uno podía llegar lejos solo con ser honesto, pero ser buena persona no era suficiente para mis padres, a veces quería que tuvieran un poco más de fe en mí, que entendieran que yo tendría una buena vida independiente del camino que escogiera.

Tras su Puerta / ReescritaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora