Los días pasaron de prisa y las horas de trabajo de Tweek se alargaron. Había veces en que no llegaba hasta entrada la madrugada, luciendo agotado y arrastrando su vieja mochila por el suelo del pasillo e ignorando la comida que le dejaba cada noche afuera de su puerta. Fue una rutina que no cambió por más de una semana.
Poco y nada sabía yo de la situación vivida con su padre, pero al menos sabía lo principal: Tweek pagaba las facturas médicas del hombre, quién padecía una enfermedad que lo tenía al borde de la muerte. Esto me hacía comprender un poco la razón por la que mi vecino vivía de tal modo y también del por qué de su reacia actitud. A pesar de ponerme en su lugar y concordar con su actuar. También tenía el privilegio de ver la situación desde un punto de vista externo, el cual me mostraba que aquello no era para nada sano, mucho menos para alguien de su edad. El padre de Tweek tenía razón, comprendía que como hijo lo daría todo por su progenitor, pero no por eso debía dejar de lado su propia vida.
Tweek era terco y orgulloso, me había dado cuenta el día que compartimos aquella pizza, pero nunca me imaginé que se cerrara tanto a la posibilidad de modificar su estilo de vida y equilibrar ambas partes, tanto la salud de su padre como su excesivo trabajo. Por lo que mi persona y ayuda volvieron a ser ignoradas como en el inicio justo cuando creía haber tenido un pequeño acercamiento.
Un viernes por la noche, cansado ya de verlo llegar cada noche aún peor que la anterior, me dirigí hasta su puerta para llamarlo y hablar de una vez por todas. Había sido paciente durante varios días, tratando de no entrometerme más allá de lo debido, pero había llegado a mi punto límite, no podía seguir ignorando la situación, temía que enfermara más de lo que ya estaba.
Golpeé repetidas veces su puerta, importándome poco ser ruidoso y molestar con ello a mis demás vecinos. Yo solo quería que Tweek me escuchase.
— ¿Qué es todo ese escándalo? — El señor Evans se asomó desde su habitación mirándome confuso. Agaché mi cabeza en su dirección en modo de disculpas y me quedé en silencio viendo hacia al frente, hacia la puerta de Tweek que nunca se abrió.
— ¿Aún sigues intentándolo? — El señor Evans volvió a hablar antes de que volviera a entrar en mi cuarto. Lo observé desde la escasa lejanía y le sonreí avergonzado sin saber qué responder — Me sorprende que hayas llegado tan lejos, pequeño Sherlock — Me dice y lo miró confuso, ¿Llegar lejos? yo no sabía nada más que detalles, no había hecho nada extraordinario. Como si notara mi inconformidad agrega: — Me refiero a que los vi ir juntos hace algunas semanas, en tu motocicleta — Al parecer se refería al hecho de haber interactuado con él, eso para mi no era nada, solo un gesto amable para con él, algo que nadie más en todo este edificio se había tomado la molestia de hacer. Sonrío amable hacia su dirección una vez más sin tener ganas de iniciar una conversación y me adentro a mi propio cuarto sintiendo la derrota sobre los hombros.
A la mañana siguiente decidí tomar desayuno afuera, antes de que mi turno en la pizzería comenzara, por lo que me di un par de vueltas por el centro de la ciudad hasta que aparqué fuera de una cafetería popular del sector a tomar un café que me despabilara y comer un par de croissants que calmaran mi hambre.
— ¿Clyde? — La llamada de mi mejor amigo entró justo en el momento en que dejaban mi café sobre la mesa, por lo que contesté al mismo tiempo que saboreaba la amarga bebida caliente — ¿Cómo estas?, ¿Ocurre algo?
— ¿Tiene que ocurrir algo para llamar a mi mejor amigo? — Preguntó Clyde desde el otro lado. Yo rodé los ojos porque lo conocía bastante bien.
— Bueno, tratándose de ti...
— ¡Oye! Eres un idiota, tu eres el que nunca me llama, a no ser para hablarme de tu queridísimo y misterioso vecino — Dijo y me atraganté con el café. Clyde era un exagerado, solo habían sido un par de veces que le hablé de Tweek, necesitaba desahogarme, para eso estaban los amigos, ¿no?.
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Tras su Puerta / Reescrita
FanfictionAl graduarse, Craig se vio expuesto ante las exigencias de su entorno. No tenía la más mínima idea de lo que quería hacer ahora que se había convertido en adulto, ni mucho menos algún plan, pero estaba dispuesto a que la vida lo sorprendiera, ilumin...