El fuerte cacareo de un gallo me sacó de profundo sueño. Los rayos de sol asomaban tímidamente por la pequeña ventana. No sabía qué hora era, pero estaba amaneciendo. Con el corazón a mil, me incorporé, echando un vistazo a la carta que escribí aquella noche. No sabía si se la escribí realmente a mi novio, o sólo lo hice para desahogarme. De todas formas, estaría bien saber de él. Esperaba poder mandársela.
Me froté los ojos y bostecé exageradamente. Había conseguido dormir sin morirme de hipotermia, pero poco a poco empecé a recordar dónde estaba y lo que me esperaba ese día. Respiré hondo y me destapé, sintiendo una brisa helada que se clavó en mi cuerpo como si fueran cuchillas.
Me quedé mirando a mis pies, tratando de despertar definitivamente, y diciéndome a mí misma que no sería para tanto, que el primer día es siempre el peor. Sólo trataba de engañarme. Tendría que lidiar con Melisha Tweedy de nuevo, con esa mujer que claramente despreciaba mi presencia. Traté de tranquilizarme, creyendo que no sería para tanto.
Unos fuertes golpes en la puerta me dijeron que sólo me engañaba a mí misma.
-¡Mocosa! ¡Levanta!- Gritó la mujer desde el otro lado de la puerta. Me encogí en la cama y aproveché que la puerta estaba cerrada para dirigir hacia ella una mirada furiosa.
Menos mal que duró poco, pues de manera inesperada, esa mujer abrió la puerta. Ya estaba vestida, con ese aspecto con el que la conocí. Debo decir que admiro su capacidad de madrugar, aunque me sentí profundamente asaltada.
-¡Eh!- Grité sin pensar, cubriéndome, pues había empezado a desvestirme. Apreté los ojos cuando empecé a arrepentirme de esa contestación. Normalmente soy educada, pero odio que invadan mi privacidad. Supongo que por eso salté de esa manera. Ella levantó las cejas y se cruzó de brazos.
-Oh, discúlpeme, su majestad.- Dijo ella con una sonrisa irónica. -Espabila, tienes mucho que hacer.-Dijo con su tono amargo habitual, cerrando de un portazo.
-¿Pero qué le pasa?- Pregunté para mí misma en voz baja, negando con la cabeza. Suspirando e intentando olvidar el "gran" comienzo que tuvo el día, me terminé de vestir, bajando tímidamente por las escaleras.
-Buenos días, Emily, ¿qué tal has pasado la noche?- Preguntó el amable Sr. Tweedy, ofreciéndome una taza de lo que parecía café.
-Buenos días Sr.Tweedy. Creo que he pasado noches mejores.- Respondí sinceramente, sentándome a su lado. Él sonrió, asintiendo.
-Ya verás como te acostumbras.- Dijo mirando el periódico que tenía de la mano.
-Eso espero.- Suspiré en un tono prácticamente inaudible. Removí el café con la cuchara estudiando los ruidos que había a mi alrededor. No parecía haber señal de la Sra. Tweedy, pero eso no significaba que no estuviera por allí.
Después de unos momentos de silencio que agradecí, el hombre se levantó, estirándose.
-En fin, tengo que ir al pueblo, espero no tardar mucho.- Dijo, cogiendo un pequeño gorro.
Vi la oportunidad delante de mis ojos, ni siquiera me paré a pensar que eso significaba quedarme a solas con su esposa.
-¡Espere, Sr. Tweedy!- Le frené antes de que saliera por la puerta. -¿Le importaría entregar esta carta en el servicio postal?- le dije, sacando el sobre de mi bolsillo.
Él, sonriendo como siempre, asintió. Gracias a Dios sólo hay un demonio en esa casa.
-Claro, descuida.
-Gracias.- Suspiré aliviada.
-Mi esposa estará en el almacén, ella te pondrá al día.- Dijo antes de desaparecer. –Oh, y Emily... No te preocupes, aunque lo parezca... No muerde.- Comentó en un tono más bajo, cubriéndose la boca con la mano.
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Tiempos desesperados, amores inesperados (Melisha Tweedy x Fem.OC)
RomanceCuando llegué a aquella granja nunca pensé que mi vida cambiaría tanto. Yo era una chica de ciudad, ajena al duro trabajo del campo. Nunca imaginé que todo mi mundo se pondría del revés. Nunca imaginé poder enamorarme de alguien así.