Los días pasaban y octubre llegaba a su final. Esa absurda estrategia de persecución no funcionó. Ahora estábamos más lejos que nunca. No podía negar que me estaba evitando, era tan exagerado que me sorprende que el Sr. Tweedy no se diera cuenta de que pasaba algo raro. En verdad tampoco me extraña, su paranoia con las gallinas iba de mal en peor. Seguramente eso le mantenía ajeno a lo que pasaba con su esposa y conmigo. Cada vez que me imaginaba su reacción al enterarse tenía que reprimir un impulso de esconderme debajo de una mesa.
Yo seguía dando vueltas a las cosas que empezaba a sentir, incluso estaba distraída. Me sentía tan confusa que ni siquiera hablé a las gallinas acerca del tema. Por darle la razón a Willard, sí que se comportaban un poco más extraño que de costumbre.
Yo la miraba desde la distancia, me daba cuenta de su expresión decaída, del aumento progresivo de las ojeras en su rostro. Ella no lo estaba pasando bien, también estaría preguntándose muchas cosas. Era difícil saberlo. Era fría e inquebrantable, nunca se daría por vencida.
Al menos tenía de vez en cuando viajes fuera de la granja, paseos en bicicleta que yo creía que me despejaban la mente.
En uno de ellos, tropecé torpemente, seguramente por tener la cabeza en cualquier lado menos en la carretera.
-Oh, estupendo, magnífico.- Dije frotándome la pierna con la que caí, levantándome del suelo.
-¿Estás bien?- Preguntó una voz acercándose deprisa. Era la hija de los lecheros, Daisy. Me alegré de ver una cara amable.
-Sí, sí...- Dije un poco avergonzada, dejando que la chica que ayudara a poner de nuevo la bicicleta en pie. –Ha sido una caída tonta. Gracias.
-Hey, Emily, tienes mala cara...- Me dijo la chica, estudiando incómodamente mis rasgos.
Sí, el sueño se me había vuelto a trastocar. La impotencia de no hallar una respuesta que me convenciera acerca de lo ocurrido junto con recuerdos fugaces de aquellos besos me impedían dormir como una persona normal.
-Ya... Bueno, estoy durmiendo mal últimamente.- Susurré, entrecerrando los ojos al pensar en los motivos.
-¿Sabes lo que necesitas?- Preguntó alegre.
Sí, que esa bruja tenga el valor de explicarme lo ocurrido.
Negué con la cabeza, omitiendo esa primera frase que me vino a la cabeza.
-Un té.- Dijo son una sonrisa. Yo me quedé pensativa. Al fin y al cabo, yo ya no tenía que hacer nada ese día.
Supuse que un rato con una persona agradable, lejos de la granja y de Melisha no vendría nada mal.
-Y eso es todo...- Suspiré al terminar mi penoso relato de cómo me empecé a olvidar del idiota de Hugh. No es que yo coja confianza fácilmente, pero tampoco veía motivos para no contarlo, no es que sea que haya besado a una mujer...
-Bueno, mi madre dice que cuando Dios cierra una puerta, abre una ventana.- Dijo, sorbiendo de su taza de té. No pude evitar sonreír con ironía. Esa ventana estaba sellada con cemento.
-Puede ser...- Susurré, acabando mi té, dejando que un suspiro desganado volviera a salir de mi boca.
-Oye, ¿y qué tal te va con los Tweedy?- Preguntó inocentemente.
Yo, sorprendida por esa pregunta, me atraganté vergonzosamente, ganándome unas suaves palmadas en la espalda.
-Bueno, no me puedo quejar. –Mentí. Si tan sólo supiera lo que había ocurrido hacía apenas una semana...
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Tiempos desesperados, amores inesperados (Melisha Tweedy x Fem.OC)
RomanceCuando llegué a aquella granja nunca pensé que mi vida cambiaría tanto. Yo era una chica de ciudad, ajena al duro trabajo del campo. Nunca imaginé que todo mi mundo se pondría del revés. Nunca imaginé poder enamorarme de alguien así.