Confusa, pero silenciosa, Melisha se dejó llevar, dejó que mi mano la guiara hasta el final de las escaleras.
Con un paso sigiloso, apenas perceptible, abrí la puerta de la habitación, arrastrando a la mujer, que parecía estar divirtiéndose a mi costa, como de costumbre.
Cerré la puerta en cuanto estuve dentro, apoyándome en ella. Melisha me miraba con curiosidad, encendiendo la pequeña luz que había en mi mesita. El crujido de la madera era suave, acompañado de una respiración nerviosa.
-¿Qué haces ahí?- Me preguntó ella en voz baja, disfrutando de mi indecisión. –Venga, ven.
Yo fijé mis ojos en los suyos, caminando despacio hacia ella. En cuanto estuve a su alcance, no dudó en agarrar mi cintura, tirando de mí hacia un beso apasionado, recobrando el ardor de hacía un rato, no queriendo empezar de cero.
Pero eso no era lo que yo pretendía subiendo a mi habitación. Poniendo las manos en su pecho, la aparté. Ella me miró confusa.
-Espera, Melisha...- Dije suavemente, mirando mis manos, procurando no mirarle a la cara.
-Emily, si no estás segura lo mejor que será que...- Dijo, incapaz de terminar la frase, pues mis dedos fueron a su boca de nuevo.
-Cállate un momento...- Dije cansada, procurando tener cuidado con el volumen de mi voz. –Es sólo... Quiero, quiero hacerlo a mi manera.- Ella arqueó una ceja, mirándome con interés.
-¿A tu manera? ¿Y qué significa eso?- Preguntó con curiosidad.
Yo no respondí inmediatamente. Empujé sus hombros hasta que Melisha cayó sentada en la pequeña cama, mirándome expectante. No opuso resistencia, eso era una buena señal.
-Quiero entregarme a ti, de veras lo quiero. Pero quiero hacerlo por mí misma, quiero, quiero ir a mi ritmo.- Dije tartamudeando. Ella me miró perpleja, pero, tras un parpadeo rápido, asintió.
-Está bien...- Suspiró ella, alargando su mano para tomar la mía con suavidad, acariciándola.
Yo me agaché para darle un beso rápido, uno que milagrosamente ella no quiso profundizar. Sentí un gran alivio al sentirme dueña de mis actos, pero también una corriente nerviosa que recorría todo mi cuerpo.
Me quedé quieta por unos segundos, sin saber muy bien por dónde empezar. Sabía que yo lo había pedido, que ella estaba en mi cama porque yo se lo dije. Ella no me obligó, no me lo exigió. Ella me deseaba, pero sería capaz de esperar a que yo estuviera lista. No necesitaba acordarme del estúpido Hugh. Sólo con el simple hecho de ser comprensiva ya supe que él no significaría nada para mí. Nunca más.
Ella me miraba expectante, esperando algo que estaba tardando demasiado tiempo en llegar. Pero no parecía ni la mitad de preocupada que yo, de hecho, le divertía verme en esa situación. Yo apreté los labios y miré hacia el suelo, alcanzando con mis manos temblorosas los botones de mi vestido, desabrochándolos uno por uno.
Apenas podía hacerlo, todo mi cuerpo se movía nervioso. Ni siquiera era capaz de agarrar los botones. Yo no quería mirarla. Seguramente tendría una amplia sonrisa en el rostro.
-¿Necesitas ayuda?- Preguntó, justo en el tono de voz que yo esperaba. Suspiré dejando caer mis brazos y llevándolos a mis caderas.
-O te callas o no sigo...- Amenacé con la poca dignidad que me quedaba. Ella rió de nuevo, negando con la cabeza.
Cogí aire de nuevo, terminando con los botones, dejando que la brisa se colara por las pequeñas partes expuestas de mi cuerpo. Miré a mi alrededor confusa, avergonzada pero decidida. Dirigí mis ojos a los suyos. Su mirada ya no era una burlona, sino curiosa, con una sonrisa diferente, cariñosa. ¿Podía ser que por una vez sintiera algo de empatía? Era difícil saberlo, cualquiera se apiadaría de ese desastre tembloroso.
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Tiempos desesperados, amores inesperados (Melisha Tweedy x Fem.OC)
RomanceCuando llegué a aquella granja nunca pensé que mi vida cambiaría tanto. Yo era una chica de ciudad, ajena al duro trabajo del campo. Nunca imaginé que todo mi mundo se pondría del revés. Nunca imaginé poder enamorarme de alguien así.