Tras ese extraño acuerdo, empezó una carrera contrarreloj. Ya no me preocupaba volver con mis padres, si no que la máquina fuera reparada. Nunca he hecho trampas y más en algo así. No iba a interferir, simplemente iba a observar los inútiles esfuerzos del Sr.Tweedy por arreglar la máquina.
Tres días, en tan sólo tres días arreglar aquel desastre era prácticamente imposible. Era mejor hacerse a la idea de que yo iba a ganar, era mejor tener un plan. Por mucho que buscara, no se me ocurría ninguno.
Dos mujeres solas contra el mundo, sin un lugar en el que refugiarse. Sonaba desalentador, pero más prometedor que triturar a esas gallinas pensantes. La idea de irrumpir en la casa de mis padres y saquearla seguía aún en mi mente. Pensaba en ello cuando estaba a solas.
Mis padres. Ese hombre y esa mujer que me dieron la vida, que siempre hicieron lo mejor para mí. Si tan sólo hubiera alguna manera de decírselo, de hablar con ellos. No, era una pésima idea. No se trataba de un muchacho granjero, se trataba de una mujer adulta, casada, pero sobre todo, de una mujer. Nunca lo entenderían. El diálogo no era posible.
Melisha estaba pendiente del trabajo de su marido, supervisando sus intentos de arreglar esa máquina de pasteles. No sabía a ciencia cierta si lo hacía por orgullo, o porque no podía soportar la idea de darme la razón. Eso no me importaba, al menos ella volvió a mi habitación esa noche, al menos olvidamos nuestros problemas aunque sólo fuera por un momento.
Al día siguiente, mis pensamientos empezaron a trabajar en un fantasioso plan de huida. Por un momento me sentí como esas gallinas, las cuales, por cierto, actuaban de una forma aún más extraña.
Cada vez que veía a esa gallina naranja, me hacía un millón de preguntas. ¿Cómo demonios consiguió escapar? ¿Era ese gallo real? ¿Podría ser el tal Rocky?
Era absurdo seguir con el asunto de las gallinas. Tenía demasiados problemas en la cabeza.
Sin ninguna novedad, llegó el segundo día y con él, una esperanza creciente y a la vez un miedo absurdo a lo desconocido, al futuro, ese futuro que tanto ansiaba.
-Creo que ya está...- Susurró Willard, bajo la atenta mirada de su esposa.
Yo crucé los dedos para que no funcionara, parecía que yo iba a perder después de todo.
Con un ruido horrible, esa máquina arrancó, pero no por mucho tiempo. Una fuga de humo negro impactó a Melisha en la cara, haciendo que tuviera que ponerme la mano en la boca para no reírme.
-Idiota...- Siseó, con la cara y el pelo lleno de hollín. Sus ojos se dirigieron peligrosamente a los míos. Era el momento de huir.
-¿Te diviertes, mocosa?- Me preguntó de brazos cruzados. No podía tomarla en serio con ese aspecto, dejé que la risa me llevara a dónde quisiera.
-Tienes algo en la cara.- Dije burlona, aprovechándome de ese pequeño momento de debilidad, de humillación.
Ella, por el contrario, no pareció molestarse. Sonrió malévolamente, haciéndome un gesto para que la siguiera.
-¿Qué pasa?- Pregunté dejando de reír. ¿Se habría dado ya por vencida?
Melisha señaló uno de los pasteles fallidos.
-Quizás no te reías tanto cuando veas esto.- Dijo con una voz confidente.
Mis ganas pudieron con mi raciocinio, empujándome a acercar la cabeza a ese pastel. Mala decisión, horrible.
Con un rápido movimiento, Melisha garró mi cuello, bajando mi cabeza hasta que estuvo completamente hundida en salsa de carne y trozos de zanahorias. Debí haberlo imaginado.
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Tiempos desesperados, amores inesperados (Melisha Tweedy x Fem.OC)
RomanceCuando llegué a aquella granja nunca pensé que mi vida cambiaría tanto. Yo era una chica de ciudad, ajena al duro trabajo del campo. Nunca imaginé que todo mi mundo se pondría del revés. Nunca imaginé poder enamorarme de alguien así.