Hacía varios días, desde que empecé esta especie de romance, que me había acostumbrado a madrugar, a levantarme antes de que lo hiciera el viejo gallo. No era una casualidad, era una estrategia.
Por norma general, el Sr. Tweedy se levantaba un poco más tarde, y eso hacía que Melisha y yo pudiéramos tener unos momentos a solas. Un beso, una caricia, un susurro al oído. Cosas simples, sencillas, pero que me alegraban el día, que me recordaban por qué me sentía bien a su lado. Todo mi mundo había cambiado muy deprisa, todos mis sueños, mis opiniones, mis creencias se vieron afectadas por ese gran tsunami.
Mi conciencia ya no gritaba por la decencia, ya no se escandalizaba al pensar que estaba haciendo algo prohibido por partida doble. Que ella engañaba a su marido, que ella era una mujer. Nada de eso tenía importancia ya para mí.
Estaba colocando la mesa, como todas las mañanas a partir de esa tarde, pensando en lo diferente que era mi vida, en las pocas ganas que tenía de volver a Londres. Empecé a asustarme de que ese momento llegara demasiado pronto.
Unas manos frías agarraron mi cintura, provocándome un pequeño sobresalto. Debería haber acostumbrado a sus pasos silenciosos, a sus abrazos inesperados. No quería hacerlo, quería que me siguiera sorprendiendo cada mañana.
-Buenos días...- Me susurró al oído, dándome un tierno beso en la mejilla. Yo me di la vuelta con un suspiro, devolviéndole uno en los labios.
-Buenos días.- Dije yo en respuesta, abrazando sus manos que descansaban alrededor de mi cuerpo.
-Voy a preparar el café.- Dijo, dándome otro beso rápido en el hombro y dirigiéndose a la cocina. Yo quería tomar la iniciativa, hacer algo que ella considerase útil. No tenía que ver con esa amenaza de la noche anterior de tener que hacer el trabajo yo sola. No, para nada.
-Espera, espera.- Dije, siguiéndola de cerca. Ella me miró con curiosidad, ya entrando en la cocina. –Lo hago yo.
Ella rió de manera sarcástica, negando con la cabeza.
-¿Acaso sabes hacerlo?- Preguntó con un rostro burlón. Yo fruncí el ceño y asentí segura de mí misma.
-Claro que sí, te he visto hacerlo miles de veces.- Dije, empezando a arrepentirme. Melisha rió, apoyándose en la encimera, cruzándose de brazos.
-Está bien, adelante mocosa.- Dijo sin quitarme los ojos de encima.
Yo, cogiendo aire, busqué todo lo que creía recordar. Mis manos fueron a uno de los cazos. Una tos falsa me interrumpió justo cuando iba ponerle en el fuego. Melisha negó con la cabeza con una expresión divertida.
Yo traté de mantener la compostura, cogiendo otro cazo ahora más pequeño. Esta vez no dijo nada, por lo que iba bien.
Al menos al final pude hacerlo, con vagas y divertidas indicaciones que se limitaban a asentir o sacudir la cabeza.
Esos momentos son los que realmente hacían que mi corazón latiera deprisa, los momentos en los que esa mujer dejaba de ser fría y desagradable y sus ojos azules me miraban con cariño.
-No me ha quedado tan mal, ¿eh?- Dije con una sonrisa satisfecha. Ella suspiró derrotada después de dar un sorbo al café recién hecho.
-Tú ganas, mocosa.- Dijo mirando hacia arriba. Aun le costaba mucho el no tener razón, pero cada vez menos.
-¿Me ayudarás a recoger los huevos? Te he preparado un café delicioso.- Dije con la voz baja, dándole un pequeño codazo. Ella rió de nuevo, mirándome por encima del hombro.
-Oh, no creas que te vas a librar...- Murmuró, llevándose de nuevo la taza a los labios. Yo me encogí de hombros y resoplé, fingiendo una rabieta.
-Vamos, no me reí con mala intención. Tienes que reconocer que ese gorro de ducha es muy gracioso.- Dije, apoyándome a su lado.
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Tiempos desesperados, amores inesperados (Melisha Tweedy x Fem.OC)
RomanceCuando llegué a aquella granja nunca pensé que mi vida cambiaría tanto. Yo era una chica de ciudad, ajena al duro trabajo del campo. Nunca imaginé que todo mi mundo se pondría del revés. Nunca imaginé poder enamorarme de alguien así.