Capítulo 9: Sólo quiero saber por qué

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Recuerdo pocos momentos tan tensos como aquella comida. Miradas rápidas, huidizas, culpables. Un Sr. Tweedy contento como siempre, ajeno a lo que había pasado apenas dos horas antes.

Mi cabeza estaba demasiado ocupada pensando qué significaba lo que había ocurrido, cómo interpretarlo y analizarlo. Ni siquiera tuve un instante para sentirme culpable, para sentir cierto temor al mirar a ese hombre a la cara.

De lo que sí estaba segura era de que no había sido un accidente, una casualidad, algo que se puede interpretar de varias maneras. No, no era algo ambiguo. Nos habíamos besado y no había otra manera de verlo, era imposible.

¿Por qué ha ocurrido? ¿Qué va a pasar ahora? ¿Por qué siento que no me importaría volver a hacerlo?

Todas esas preguntas ocupan mi cabeza mientras juego perezosamente con mi trozo de tarta. Ni siquiera eso me parece inocente. Manzana, harina, traición e incapacidad para pensar con claridad.

Pensé en todos los momentos que habíamos pasado, en las encarnizadas discusiones que habíamos tenido, en lo aparentemente mal que nos llevábamos. En esos recuerdos tampoco existía una explicación válida. Ella me odiaba, yo estaba segura, y yo la odiaba también, o eso pensaba hacía tan sólo unos días.

Todo parecía igual, sin cambios más allá de un poco más de confianza con el paso del tiempo, de algunos gestos de amabilidad, provocados seguramente por la costumbre de verme todos los días sin poder evitarlo.

Es verdad que desde que conozco a Melisha mi mundo ha girado inevitablemente en torno a ella, a preguntarme una y otra vez cuán desgraciada era su vida para tratar así a la gente que la rodea. Simple curiosidad bajo mi punto de vista.

Mis ojos miraban a la mesa, evitando el contacto con los suyos. El silencio era el rey indiscutible de la estancia. No había nada más, sólo un inocente y contento Sr. Tweedy. Al menos el pastel era de su agrado. No sabía lo que estaba haciendo, no sabía lo que había derivado de aquel manjar que tanto le gustaba.

-Está delicioso...- Comentó, cerrando los ojos placenteramente.

Debería alegrarme ya que en parte ese mérito era mío, pero mis manos temblaban y mi rostro era incapaz de expresar algo.

¿Qué estaba pensado ella? ¿Qué estaba pensando yo? Todo era difuminado, confuso, extraño. Su mirada me evitaba, lo hacía descaradamente. Estaba avergonzada, temerosa, asustada. ¿Qué es lo que le asustaba? ¿Pensaba que su marido se iba a enterar?

Cada pregunta suscitaba una nueva, era un ciclo que no acababa nunca. Moriría por saber qué era lo que pasaba por su mente, qué era lo que pensó justo antes de inclinarse hacia mi, justo antes de besarme.

Porque sí, fue ella, eso era seguro. La fría mujer sin corazón fue quién se movió primero. Tal vez fue un gesto de cariño. No, no sonaba ni remotamente posible. Pero tampoco parecía posible esa ternura, esa suavidad, esas caricias que me provocaban escalofríos. Había visto otra faceta suya, una completamente desconocida. Quizás se burló de mí, estaba tratando de descolocarme para que perdiera la cabeza. Enhorabuena, lo ha conseguido.

También sentí esa necesidad, esas ansias de amar que ocultaban esos besos. Me preguntaba qué hubiera sucedido de no ser por el cronómetro. Se me erizaron los pelos de la nuca sólo con pensarlo.

Pero lo peor no era preguntarse por sus razones. Lo peor era cómo me sentía. Seguramente me debía sentir profundamente incómoda, molesta, atacada. No me debía sentir bien, no debía pensar en volver a hacerlo de nuevo. Eso estaba mal, eso no era normal yo lo sabía, mi cuerpo no. Mi cuerpo se sentía liberado, se sentía curioso y relajado.

Tiempos desesperados, amores inesperados (Melisha Tweedy x Fem.OC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora